Ecuador: Unidos por el futbol...¿unidos con qué?
Es el sábado 12 de noviembre. Estamos a una semana del inicio del mundial de Qatar. Se escenifica el protocolo inicial antes del último partido preparatorio de la selección ecuatoriana. El estadio Metropolitano de Madrid, a un 40% de su aforo, muestra en sus gradas una absoluta mayoría de camisetas amarillas. A principios de siglo, medio millón de ecuatorianos migraron a España luego de la crisis financiera de 1999; posiblemente, el mayor evento de corrupción político financiera de nuestra historia. Por un momento, fuimos en España la mayor colonia extranjera. Muchísimos ecuatorianos se quedaron. Organizar un partido de la selección ecuatoriana en Madrid, aún poniendo por los cielos el valor de las entradas, es un negocio asegurado.
Iniciadas las notas del himno nacional, los ecuatorianos presentes lo entonan con enorme fervor; recuerdos, añoranzas, nostalgias, idealizaciones le cortocircuitan a uno la mente cuando canta el himno en tierras lejanas. Los jugadores ecuatorianos, formados y abrazados, siguen el fervor del público. Menos uno, Byron Castillo. Él no canta el himno, sino que lo grita con una convicción absoluta. Pareciera el más ecuatoriano de todos.
Pero más allá del teatro o de la pica del jugador, cuya verdadera nacionalidad empañó la clasificación mundialista del Ecuador, de una cosa podemos estar seguros. Junto a la dolarización, que en las encuestas aparece entre los ecuatorianos con los mayores niveles de aprobación, el deseo de que la selección no fuera descalificada por el “caso Castillo” gozaba del más amplio consenso.