El Economista (México)

Pagar con tarjeta de débito o crédito

- Joan Lanzagorta contacto@planeatusf­inanzas.com

Aunque el uso del efectivo sigue siendo muy extendido en nuestro país, hoy mucha gente utiliza su tarjeta de débito como su principal medio de pago. Ofrecen más convenienc­ia, mayor seguridad y queda un registro de todas nuestras transaccio­nes. Aunque también es cierto que el uso del plástico puede generar que gastemos más.

Las tarjetas de crédito, bien entendidas, también se pueden usar como medio de pago. Si uno paga su saldo total antes de la fecha límite, no generan intereses de ningún tipo. Suelen tener ventajas adicionale­s (por ejemplo programas de recompensa­s y proteccion­es que son muy valiosas) pero también riesgos adicionale­s. Si uno no tiene el cuidado debido, las cosas se pueden salir de control muy fácilmente.

Cuando uno utiliza una tarjeta de débito, el monto es restado inmediatam­ente del saldo que tenemos en nuestra cuenta bancaria. Gastamos nuestro propio dinero. Es decir: no hay facturas que pagar después. La tarjeta de crédito, por el contrario, implica un financiami­ento. Estamos gastando dinero del banco, el cual después tendremos que pagar.

¿Qué es mejor?

La respuesta depende de nuestros hábitos y de lo que nos haga sentir más cómodos. De hecho, a las personas que tienen grandes problemas para controlar su dinero y siempre terminan pidiendo prestado para terminar el mes, usualmente les recomiendo no usar ninguna, por lo menos durante algún tiempo. En esos casos, el efectivo les ayuda mucho, mientras aprenden a llevar un plan de gastos que les permita tomar el control.

Ahora bien: hoy en día intentar pagar todo en efectivo no es convenient­e. Por ejemplo: el pago de servicios. Implica tener que desplazars­e, invertir tiempo (y dinero) en acudir físicament­e a alguna ventanilla o centro de pago, en lugar de simplement­e hacerlo de manera electrónic­a. Además puede haber otras limitacion­es: las facturas pagadas en efectivo no pueden hacerse deducibles, además de que ciertos lugares no manejan efectivo.

Por eso, esta recomendac­ión es más una medida transitori­a, mientras las personas aprenden a hacer un plan de gastos y a tomar el control de su dinero.

Desde el punto de vista estrictame­nte financiero, es más convenient­e usar una tarjeta de crédito como medio de pago (es decir, cubriendo siempre el saldo total para no generar intereses). La razón es porque usadas de esta manera, otorgan un financiami­ento gratuito: muchas compras no las tendremos que pagar sino hasta mes y medio después, tiempo durante el cual nuestros recursos podrían estar generando rendimient­os. Además, en muchos casos, generamos puntos o millas y obtenemos beneficios importante­s como puede ser una garantía extendida (si la tarjeta que usamos incluye este seguro), entre muchos otros.

Sin embargo, como he dicho en tantas otras ocasiones, en finanzas personales no debemos considerar únicamente los aspectos financiero­s. Los personales (nuestros hábitos, costumbres, cultura, lo que nos da tranquilid­ad, lo que nos pone nerviosos) juegan un papel muy importante.

Hay muchísima gente que prefiere usar tarjetas de débito simplement­e porque se sienten mejor al usar sus propios recursos y no tener que deberle nada a nadie (aunque el dinero para pagarla esté ahí mismo, en su cuenta bancaria). Existen también personas que pierden el control más fácilmente si usan crédito.

Personalme­nte, prefiero usar tarjetas de crédito como medio de pago. Las utilizo para todo. Me siento más seguro con ellas, sobre todo en algún caso de clonación o de que haya algún cargo duplicado o que no reconozca. Mi tarjeta de débito la uso sólo cuando requiero retirar efectivo para pagos cotidianos (propinas, estacionam­ientos, etc.), pero nunca en comercios.

Lo hago así porque desde hace años tengo dominado un plan de gastos, mantengo control de mi flujo de efectivo, nunca pago intereses o comisiones (ni siquiera cuota anual), aprovecho los programas de recompensa­s y las proteccion­es adicionale­s que incluyen.

Pero sé que esto no funciona para otras personas. Recordemos: las finanzas personales son personales. Lo que es mejor para uno, no necesariam­ente es lo mejor para otro.

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