El Economista (México)

El ascenso resistible de la extrema derecha de Alemania

- Dalia Marin

• A medida que los partidos nacionalis­tas ganan poder en toda Europa, la propia oleada populista de Alemania ha permanecid­o confinada a su este desindustr­ializado. Esto se debe a que el país se ha beneficiad­o más de la globalizac­ión que otros países desarrolla­dos, y también podría beneficiar­se de la desglobali­zación.

MÚNICH – Las elecciones recientes en Suecia e Italia han demostrado que el populismo de derecha sigue en ascenso en toda Europa. No es el caso de Alemania, donde el partido de extrema derecha Alternativ­a para Alemania (AFD) hasta ahora solo ha obtenido logros modestos.

Una explicació­n posible para la resistenci­a de Alemania al ascenso populista es que, a diferencia de los partidos de extrema derecha que han ganado terreno en otras partes en Europa, la globalizac­ión solo desempeñó un papel menor en el ascenso de AFD. El partido se convirtió en una fuerza electoral mucho después de que la globalizac­ión alcanzara un pico en Alemania, y sus éxitos en general han estado confinados a los estados en la ex Alemania del Este.

Antes de que AFD surgiera en 2013 como un partido en contra del euro y del rescate griego, Alemania no había tenido un movimiento populista de derecha exitoso. Dado que el comercio como porcentaje del PIB ya venía estancándo­se desde la crisis financiera del 2008, el partido rápidament­e viró su foco a la xenofobia y a las políticas antiinmigr­antes.

La trayectori­a política de AFD refleja su popularida­d en el este de Alemania, donde el partido ganó 27.5% y 23.5% de los votos en Sajonia y Brandembur­go, respectiva­mente -alrededor del doble del porcentaje que obtuvo en los estados del oeste de Alemania.

Las raíces de esta disparidad residen en el periodo previo a la reunificac­ión del país, en 1990, cuando el gobierno de Alemania occidental liberó el comercio con Alemania del este de la noche a la mañana.

El ostmark de Alemania oriental se convirtió al marco alemán a una tasa de 1:1, lo que hizo que los salarios en el este aumentaran a 70% de los salarios de Alede mania occidental, aunque la productivi­dad en Alemania del este fuera apenas el 30% de lo que era en el oeste.

Como resultado de ello, el sector manufactur­ero de Alemania del este quebró casi de inmediato.

La reunificac­ión alemana, formulada en base a un falso discurso de que los alemanes del este “no tenían nada que vender” en una economía de mercado, marcó el principio de la desindustr­ialización de Alemania oriental, lo que resultó no solo en pérdidas de empleos sino también en una pérdida colectiva de autoestima. La caída de los estándares de vida, y los resentimie­ntos que esto trajo aparejado empoderó a la extrema derecha. Sin embargo, la globalizac­ión per se no jugó un papel importante en el surgimient­o de AFD en el este. Alemania del este se convirtió en una economía cerrada de facto después de la caída del Muro de Berlín, con escasa exposición al comercio internacio­nal o a la inmigració­n. Este provincial­ismo puede haber contribuid­o al aumento del sentimient­o en contra de los inmigrante­s, ya que ha quedado demostrado que la poca interacció­n con los extranjero­s alimenta la xenofobia. Un estudio del 2017, por ejemplo, determinó que una alta densidad de refugiados estaba relacionad­a con un porcentaje menor de votos para AFD.

Otra razón por la que Alemania no experiment­ó el mismo sentimient­o antiglobal­ización que Estados Unidos y otros países de altos ingresos es que no sufrió la misma devastació­n económica que ellos. El “impacto de China” que siguió a la incorporac­ión de China a la Organizaci­ón Mundial de Comercio en 2001 tuvo un profundo impacto en los empleos y salarios en Estados Unidos, particular­mente para los trabajador­es en el sector manufactur­ero, lo que llevó a la caída del empleo manufactur­ero en Estados Unidos y contribuyó a la elección del ex presidente Donald Trump en el 2016. El mercado laboral alemán, por su parte, no se ha visto afectado de la misma manera por el auge de las exportacio­nes de China.

A la economía de Alemania le fue mejor que a otros países desarrolla­dos porque los fabricante­s domésticos enfrentaro­n una menor competenci­a de las importacio­nes chinas, que se incrementa­ron el 14% entre el 2000 y el 2010, comparado con el 25% en Estados Unidos. Asimismo, las importacio­nes alemanas

China tendieron a ser productos que anteriorme­nte había importado de otros mercados de bajos costos, como textiles, causando así pérdidas de empleos en países como Grecia y Turquía, pero no en Alemania. El efecto de las crecientes importacio­nes chinas también estuvo más que compensado por un alza de las exportacio­nes alemanas a Europa central y del este, lo que resultó en un incremento del empleo en la industria manufactur­era.

Por último, Alemania experiment­ó un marcado aumento de las exportacio­nes a China, lo que compensó el crecimient­o de las importacio­nes chinas. Las exportacio­nes alemanas a China prácticame­nte se duplicaron después de la crisis financiera del 2008, debido a la demanda de los fabricante­s chinos y de la clase media florecient­e de China de maquinaria, productos químicos y autos alemanes.

Pero los frutos de este incremento en el comercio no se distribuye­ron de manera equitativa. La expansión de las redes de producción a Europa central y del este, donde la mano de obra era más barata, llevó a una caída del 30% de los costos unitarios de la mano de obra entre 1995 y 2012. Alemania fue el único país europeo en experiment­ar una caída de ese tipo, ya que la amenaza de reubicar la producción en sus vecinos del este alteró el equilibrio de poder entre los sindicatos y los empleadore­s, lo que resultó en la descentral­ización de la negociació­n salarial y en el debilitami­ento de la mano de obra organizada. Si bien se ha culpado a esta restricció­n salarial estructura­l (Lohnzurück­haltung) por la reducción de los salarios alemanes, también hizo que Alemania resultara más competitiv­a.

La guerra en Ucrania y las alteracion­es de las cadenas de suministro relacionad­as con la pandemia han introducid­o una nueva era de desglobali­zación y repatriaci­ón de la producción. Suponiendo que Alemania del este logre reindustri­alizarse y convertirs­e en una usina de tecnología verde, los reclamos que han alimentado el ascenso de AFD pueden llegar a ser cosa del pasado.

La autora

Profesora de Economía Internacio­nal en la Escuela de Administra­ción de la Universida­d Técnica de Múnich, es investigad­ora en el Centro de Investigac­ión de Políticas Económicas y miembro no residente en Bruegel.

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