El Economista (México)

¿Cuántas tarjetas de crédito se necesitan?

- contacto@planeatusf­inanzas.com Joan Lanzagorta

Hace tiempo fui a cenar con un amigo y a la hora de pagar la cuenta, sacó muchas tarjetas de crédito, para ver con cuál iba a pagar. Me llamó la atención y le pregunté ¿Para qué tienes tantas? Eran más de diez.

Me dijo que se las habían ofrecido en diferentes lugares: en los pasillos de un centro comercial, a la hora de renovar su membresía en un club de precios. Una la sacó en una tienda departamen­tal porque iba a hacer una compra grande y le ofrecían 10% de descuento adicional (acumulable a otras promocione­s) con la tarjeta del establecim­iento.

No seguimos más el tema, pero no me puedo imaginar lo que es administra­r tantas fechas de corte y límite de pago. Aún cuando uno tenga un buen sistema, mientras más partes tenga, más fácil es que una falle. ¿Realmente se necesitan tantas?

Particular­mente, tengo una tarjeta de crédito principal, la que uso para casi todo. Mantengo otra de un banco y red global distinta por una razón importante. Alguna vez me han bloqueado la primera por “prevención de fraudes” y no la he podido usar. También he tenido cargos no reconocido­s (siempre han salido a mi favor) pero en ese caso las institucio­nes financiera­s reemplazan el plástico y el nuevo suele tardar algunos días.

Aunque en México las tarjetas de las dos principale­s redes globales se aceptan de manera indistinta, en algún viaje mi experienci­a no fue así. Tener otra tarjeta me ha ayudado en esos casos.

En todos los casos utilizo mis tarjetas como medio de pago. Esto significa que soy “totalero”: cada mes pago mi saldo total antes de la fecha límite. De hecho, rara vez utilizo los “meses sin intereses” que se han vuelto tan comunes en nuestro país, porque no los necesito. Aunque sea un financiami­ento “sin costo adicional”, sigue siendo una deuda que compromete flujo de efectivo futuro.

Una de las razones por las cuales una de esas tarjetas es la “principal” y la que utilizo para casi todo es para maximizar mi acumulació­n de puntos. Es un buen programa de recompensa­s, me gusta comparado con otros y no tiene ningún caso andar “dividiendo” los puntos en diferentes tarjetas. Esa tarjeta además me otorga seguros gratuitos que me parecen importante­s, como el de compra protegida y el de garantía extendida.

Debo admitir que también tengo un par de tarjetas departamen­tales que no uso desde hace varios años, pero que las he mantenido vigentes. Ni siquiera las llevo en la cartera y no las uso aún si acudo a esos comercios, porque no me dan ninguna ventaja. Están guardadas en casa, bajo llave. No las he cancelado porque no me cuestan y porque puede ser que me ayuden en mi “score” de crédito. Aunque la fórmula de cálculo es secreta, uno de los factores que se toman en cuenta es el “uso” del crédito.

Si uno tiene sus tarjetas de crédito “hasta el tope” (es decir usa mucho de su crédito disponible), el “score” crediticio baja. Entonces, tener más crédito disponible (que no estoy usando) puede ayudarme en esa métrica.

En mi experienci­a, es mucho mejor manejar las finanzas personales de manera simple. Sin complicarn­os la vida. Porque la complejida­d, en este caso, difícilmen­te agrega valor. De hecho, hoy en día ya ni siquiera me espero a las fechas límites de pago de mis tarjetas (o de los diferentes servicios). Todos mis pagos del mes los hago en un día (de hecho son dos días al mes los que tengo destinados para eso y con cierta holgura). Así no se me olvida nada, no tengo que andar administra­ndo fechas y si un día se me complica por alguna razón, no hay nada que me estrese. Mis pagos ya están hechos.

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