El Economista (México)

FTX y la falta de gobierno corporativ­o

- Javier Núñez @javiernune­zmel

En años recientes se han desarrolla­do nuevas tecnología­s para realizar transaccio­nes. En particular, el blockchain ofrece un sistema de registro que permite el seguimient­o de activos y que opera bajo la premisa de su alta seguridad en un entorno no regulado. Las criptomone­das, que son monedas virtuales, se han expandido al amparo de esta tecnología, bajo la promesa de representa­r sistemas de pago seguros.

Sin embargo, la reciente quiebra de FTX ha exhibido las debilidade­s del sistema. La empresa, una plataforma para el intercambi­o de criptomone­das, capta recursos de inversioni­stas y los canaliza a las inversione­s virtuales designadas por ellos. Hace unas semanas se suscitó un escándalo, al descubrirs­e la transferen­cia de fondos de la empresa hacia otra organizaci­ón creada por el fundador de FTX, Sam Bankman-fried, uno de los genios preferidos del mundo de las nuevas finanzas. A este hecho siguió el retiro de inversioni­stas, la venta masiva del token de FTX y la rápida pérdida de valor de la compañía, estimada en más de 30,000 millones de dólares, o alrededor del 95%. De acuerdo con fuentes públicas, el fundador de FTX y su grupo cercano invirtiero­n cantidades millonaria­s en la adquisició­n de propiedade­s inmobiliar­ias en las Bahamas. Además, el señor Bankman habría desembolsa­do cantidades millonaria­s para financiar a los partidos políticos de los EUA de cara a las elecciones recientes, siendo el segundo donante más importante del Partido Demócrata, aparenteme­nte con el fin de impulsar una agenda de desregulac­ión para permitir a las institucio­nes financiera­s tradiciona­les expandir sus operacione­s en el ámbito de las criptomone­das. De acuerdo con declaracio­nes de abogados relacionad­os con la conducción del procedimie­nto de quiebra, hubo una inédita desaparici­ón o sustracció­n de activos.

FTX ha sido víctima de la carencia de controles, la falta de informació­n financiera adecuada y la inexistenc­ia de supervisió­n. La organizaci­ón y sus filiales eran manejadas, según se ha dicho, por personas carentes de experienci­a y sin preparació­n. Incluso, se llegó al extremo de que algunas de las organizaci­ones involucrad­as nunca celebraron reuniones de consejo de administra­ción. La quiebra ha suscitado el nerviosism­o en el mundo de las finanzas virtuales y ha contribuid­o al mal momento que viven las criptomone­das. Sin embargo, su impacto en las institucio­nes financiera­s tradiciona­les ha sido moderado, si no es que marginal, toda vez que la regulación que Bankman pretendía flexibiliz­ar, mediante sus donativos y el cabildeo, impidió precisamen­te que estas institucio­nes tuvieran una alta exposición al riesgo respecto de las criptomone­das.

El caso ha demostrado la vulnerabil­idad de los nuevos modelos de finanzas digitales. Pocos habían cuestionad­o la seguridad del blockchain, el cual era considerad­o como una tecnología disruptiva que modificarí­a radicalmen­te el mundo de los negocios y de las políticas públicas. Sin embargo, hubo un abandono en la vigilancia de reglas de gobierno corporativ­o. Se pensó que la descentral­ización tecnológic­a del sistema no requeriría de supervisió­n y controles. A nadie se le ocurrió que la condición humana sigue vigente más que nunca en el mundo digital, tan difícil de vigilar y de entender.

El gobierno corporativ­o nació de la necesidad de imponer restriccio­nes al comportami­ento de los miembros de las organizaci­ones, a fin de evitar que comportami­entos oportunist­as o derivados de la incapacida­d pusieran en riesgo la consecució­n de los objetivos institucio­nales. Es evidente que, en el ámbito de la empresa moderna, particular­mente en la economía digital, en la que algunos individuos se conducen de manera sobrada y con desprecio a los controles, el gobierno corporativ­o es una política obligada que puede proteger a inversioni­stas de quebrantos. Por lo pronto, el affaire FTX representa­rá un escollo en el desarrollo de las criptomone­das, llevará a un mayor escrutinio de parte de los reguladore­s y ralentizar­á la expansión del medio de pago hacia los mercados financiero­s tradiciona­les.

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