FTX y la falta de gobierno corporativo
En años recientes se han desarrollado nuevas tecnologías para realizar transacciones. En particular, el blockchain ofrece un sistema de registro que permite el seguimiento de activos y que opera bajo la premisa de su alta seguridad en un entorno no regulado. Las criptomonedas, que son monedas virtuales, se han expandido al amparo de esta tecnología, bajo la promesa de representar sistemas de pago seguros.
Sin embargo, la reciente quiebra de FTX ha exhibido las debilidades del sistema. La empresa, una plataforma para el intercambio de criptomonedas, capta recursos de inversionistas y los canaliza a las inversiones virtuales designadas por ellos. Hace unas semanas se suscitó un escándalo, al descubrirse la transferencia de fondos de la empresa hacia otra organización creada por el fundador de FTX, Sam Bankman-fried, uno de los genios preferidos del mundo de las nuevas finanzas. A este hecho siguió el retiro de inversionistas, la venta masiva del token de FTX y la rápida pérdida de valor de la compañía, estimada en más de 30,000 millones de dólares, o alrededor del 95%. De acuerdo con fuentes públicas, el fundador de FTX y su grupo cercano invirtieron cantidades millonarias en la adquisición de propiedades inmobiliarias en las Bahamas. Además, el señor Bankman habría desembolsado cantidades millonarias para financiar a los partidos políticos de los EUA de cara a las elecciones recientes, siendo el segundo donante más importante del Partido Demócrata, aparentemente con el fin de impulsar una agenda de desregulación para permitir a las instituciones financieras tradicionales expandir sus operaciones en el ámbito de las criptomonedas. De acuerdo con declaraciones de abogados relacionados con la conducción del procedimiento de quiebra, hubo una inédita desaparición o sustracción de activos.
FTX ha sido víctima de la carencia de controles, la falta de información financiera adecuada y la inexistencia de supervisión. La organización y sus filiales eran manejadas, según se ha dicho, por personas carentes de experiencia y sin preparación. Incluso, se llegó al extremo de que algunas de las organizaciones involucradas nunca celebraron reuniones de consejo de administración. La quiebra ha suscitado el nerviosismo en el mundo de las finanzas virtuales y ha contribuido al mal momento que viven las criptomonedas. Sin embargo, su impacto en las instituciones financieras tradicionales ha sido moderado, si no es que marginal, toda vez que la regulación que Bankman pretendía flexibilizar, mediante sus donativos y el cabildeo, impidió precisamente que estas instituciones tuvieran una alta exposición al riesgo respecto de las criptomonedas.
El caso ha demostrado la vulnerabilidad de los nuevos modelos de finanzas digitales. Pocos habían cuestionado la seguridad del blockchain, el cual era considerado como una tecnología disruptiva que modificaría radicalmente el mundo de los negocios y de las políticas públicas. Sin embargo, hubo un abandono en la vigilancia de reglas de gobierno corporativo. Se pensó que la descentralización tecnológica del sistema no requeriría de supervisión y controles. A nadie se le ocurrió que la condición humana sigue vigente más que nunca en el mundo digital, tan difícil de vigilar y de entender.
El gobierno corporativo nació de la necesidad de imponer restricciones al comportamiento de los miembros de las organizaciones, a fin de evitar que comportamientos oportunistas o derivados de la incapacidad pusieran en riesgo la consecución de los objetivos institucionales. Es evidente que, en el ámbito de la empresa moderna, particularmente en la economía digital, en la que algunos individuos se conducen de manera sobrada y con desprecio a los controles, el gobierno corporativo es una política obligada que puede proteger a inversionistas de quebrantos. Por lo pronto, el affaire FTX representará un escollo en el desarrollo de las criptomonedas, llevará a un mayor escrutinio de parte de los reguladores y ralentizará la expansión del medio de pago hacia los mercados financieros tradicionales.