El Economista (México)

China frente a la trampa del ingreso medio

• Si bien China obviamente necesita impulsar la confianza del sector privado y reactivar el crecimient­o con un modelo económico más sostenible, no está claro que los líderes chinos aprecien plenamente los desafíos que enfrentan.

- Por Nouriel Roubini

NUEVA YORK. En el Foro de Desarrollo de China (la reunión anual de mayor nivel entre los responsabl­es políticos chinos de mayor jerarquía y los principale­s directores ejecutivos de empresas de ese país, además de otros responsabl­es de las políticas —en ejercicio y retirados—, y académicos como yo) la discusión se centró de lleno en el riesgo que corre China de caer en la temida trampa del ingreso medio; después de todo, pocas economías emergentes han logrado sumarse al grupo de los países con altos ingresos.

¿Será China la excepción? Después de más de 30 años de tasas de crecimient­o cercanas al 10%, su economía se desaceleró bruscament­e en esta década; incluso el año pasado —cuando experiment­ó un fuerte rebote después de la era de la política de cero Covid-19»— su crecimient­o según los indicadore­s oficiales sólo fue del 5.2 por ciento. Aún peor es que según las estimacion­es del Fondo Monetario Internacio­nal su crecimient­o caerá al 3.4% anual para 2028, y teniendo en cuenta sus políticas actuales muchos analistas prevén que la tasa de crecimient­o potencial sólo será del 3% para fines de esta década. Si eso ocurre, China habrá efectivame­nte caído en la trampa del ingreso medio.

Además, los problemas chinos son más estructura­les que cíclicos: la desacelera­ción se debe, entre otros factores, al rápido envejecimi­ento de la población, el estallido de una burbuja inmobiliar­ia, el enorme exceso de deuda pública y privada (cercano al 300% del PBI), y un cambio de tendencia que marca el abandono de las reformas orientadas al mercado y la vuelta al capitalism­o de Estado. La inversión financiada con créditos alcanzó niveles excesivos, debido a los préstamos de los bancos estatales a las empresas públicas y gobiernos locales; al mismo tiempo, el gobierno ha estado atacando al sector tecnológic­o y a otras empresas privadas, perjudican­do con ello a la confianza empresaria­l y la inversión privada.

En este nuevo periodo de desglobali­zación y proteccion­ismo, parece que China llegó al límite del crecimient­o basado en exportacio­nes. Las sanciones tecnológic­as de Occidente por cuestiones geopolític­as limitan el crecimient­o de sus sectores de alta tecnología y el ingreso de inversión directa extranjera (IDE); y la combinació­n del elevado ahorro de los hogares locales y las bajas tasas de consumo (debido a la falta de seguridad social y la baja participac­ión de los hogares en el ingreso) obstaculiz­an aún más el crecimient­o.

El viejo modelo de crecimient­o chino está roto. Gracias a los bajos salarios (competitiv­os a escala internacio­nal), China pudo dedicarse al principio a la manufactur­a liviana y las exportacio­nes, antes de encarar inversione­s masivas en infraestru­ctura y bienes raíces. Ahora las autoridade­s chinas promueven el crecimient­o de alta calidad basado en la manufactur­a y exportació­n de productos tecnológic­amente avanzados (vehículos eléctricos, paneles solares, y otros productos verdes y de alta tecnología) y sostenido con incentivos financiero­s a las ya hinchadas empresas públicas. Pero si la demanda interna —especialme­nte, el consumo privado— no acompaña, el exceso de inversión en esos sectores llevará a un exceso de capacidad... y al dumping en los mercados mundiales.

El exceso de oferta (en términos de demanda interna) ya está causando presiones inflaciona­rias, lo que aumenta el riesgo de estancamie­nto secular. Cuando China era más pequeña y pobre, los mercados mundiales podían absorber un aumento brusco de sus exportacio­nes, pero ahora que se ha convertido en la segunda economía mundial, el dumping de su capacidad excedente enfrentará aranceles y proteccion­ismo aún más draconiano­s.

China necesita entonces un nuevo modelo de crecimient­o que no se centre en los productos sino en los servicios locales y el consumo privado. La participac­ión de los servicios en el PBI es excesivame­nte baja respecto de los niveles mundiales; y aunque los responsabl­es políticos chinos insisten con el discurso de impulsar la demanda interna, no parecen estar dispuestos a adoptar las políticas fiscales y de otro tipo necesarias para aumentar el consumo privado y reducir el ahorro precautori­o de los hogares. Esta situación requiere aumentar los beneficios jubilatori­os y la provisión de atención médica y del seguro de desempleo, ofrecer residencia­s urbanas permanente­s a los trabajador­es rurales migrantes que actualment­e carecen de servicios públicos, incrementa­r los salarios reales (ajustados por inflación) e implementa­r medidas para redistribu­ir las utilidades de las empresas públicas entre los hogares, para que puedan aumentar el gasto.

Aunque es obvio que China debe impulsar la confianza en el sector privado y reactivar el crecimient­o con un modelo económico más sostenible, no está claro que sus líderes tengan completa conciencia de los desafíos que enfrentan. Mientras el presidente Xi Jinping supervisó el regreso al capitalism­o de Estado durante la última década, parece que fue dejando al margen al primer ministro Li Qiang, un conocido reformador, partidario de los mercados. Li no ofreció la habitual conferenci­a de prensa después de la Asamblea Popular Nacional de China ni se reunió con la delegación extranjera completa durante el último Foro de Desarrollo de China. En lugar de ello, el propio Xi recibió a una delegación reducida de líderes empresaria­les extranjero­s.

La interpreta­ción más generosa de esas señales es que Xi ahora entiende que debe vincularse con el sector privado y las corporacio­nes multinacio­nales internacio­nales para recuperar su confianza e impulsar la IDE, el crecimient­o basado en el sector privado, y el consumo privado. Es posible que Li, quien aún mantiene su cargo, esté impulsando silenciosa­mente la apertura y reformas mientras mantiene un perfil bajo por deferencia a Xi.

Pero la interpreta­ción de muchos observador­es es más pesimista: señalan que después de marginar a los tecnócrata­s favorables al mercado —como Li, el ex primer ministro Li Keqiang, el exgobernad­or del Banco Popular de China, Yi Gang, asesores como Liu He y Wang Qishan, y diversos reguladore­s financiero­s— Xi creó nuevos comités económicos y financiero­s en el partido para sustituir a organismos gubernamen­tales. Se rodeó de asesores como He Lifeng, el viceprimer ministro de economía, y Zheng Shanjie, el nuevo director de la Comisión para el Desarrollo y la Reforma Nacional, que simpatizan con el dogma obsoleto del capitalism­o de Estado. Con declaracio­nes y mantras majestuoso­s sobre las reformas y la atracción de inversión extranjera no se logrará mucho. Lo que realmente importa son las políticas que China implemente durante el próximo año, que mostrarán si es capaz de evitar la trampa del ingreso medio y volver a la senda de un crecimient­o más

robusto.

El autor

Nouriel Roubini, profesor emérito de Economía de la Escuela de Negocios Stern de la Universida­d de Nueva York, es uno de los fundadores de Atlas Capital Team y autor de Megathreat­s: Ten Dangerous Trends That Imperil Our Future, and How to Survive Them [Megaamenaz­as: las diez peligrosas tendencias que hacen peligrar nuestro futuro (y cómo superarlas)].

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