Con la historia de una familia se narra el mundo entero: Del Molino
• El escritor, periodista y columnista español lamenta que “vivimos en un mundo donde cada vez es más importante la identidad nacionalista”. Señala que no se siente interpelado por Hernán Cortés; “no siento que sea mi antepasado”
Identidad y culpa. Esas palabras resuenan en el discurso del escritor español Sergio del Molino (Madrid, 1979) a partir de las preguntas de la prensa durante la conferencia de este jueves para conversar sobre Los alemanes, Premio Alfaguara de Novela 2024.
Y resuenan porque su novela traza la historia de una familia heredera de una comunidad alemana que en 1916 emigró hacia España procedente de Camerún en pleno ocaso de la Primera Guerra Mundial, y quienes se refugiaron y se instalaron en el país peninsular, entonces de postura neutral, particularmente en Zaragoza. Así, el autor traza una línea de herencias permeadas y no deseadas, de emancipación histórica y conflictos de identidad.
“Mi intención fue escribir una novela de relaciones familiares, que hable de los silencios, sobre la imposibilidad de comunicarse unos con otros y de lo que nos impone la historia en tanto que también es destino. Y estos personajes sufren la historia incluso cuando ésta puede ser algo tan lejano para ellos (…) se supone que viven completamente alejados de las grandes tragedias y, sin embargo, hay oleadas de esas tragedias que les afectan profundamente, porque nadie puede escapar de la historia”, declara Del Molino.
No obstante, está convencido de que al narrar la historia de una familia es posible dibujar la historia colectiva. “Creo que la familia es un microcosmos que permite eso. Como hacía Faulkner o García Márquez, al narrar a partir de una pequeña comunidad, puedes narrar el mundo entero, y con las familias ocurre lo mismo”.
Extranjeros en tierra propia
Se solicita que amplíe sus reflexiones sobre identidad y culpa.
“Vivimos en un mundo donde cada vez es más importante la identidad concebida desde el punto de vista nacionalista, pero no sólo eso, sino desde la colectividad con un punto de vista religioso. Y me parece que mucha gente se va a sentir cada vez más incómoda en un mundo donde se exigen lealtades, una manifestación pública de arraigo, con determinados estereotipos en los que casi nadie encaja. Y eso está en el fondo de esta novela. Creo que unos cuantos nos vamos a sentir cada vez más a la intemperie, no reconocidos en nuestras propias comunidades y con un sentimiento de extranjería dentro de nuestros propios países. Ése es un mundo más triste, más monocromo, menos interesante”.
Por otro lado, sobre la culpa expresa: “cuando el presidente de México dice que España debe pedir perdón, por ejemplo, o cuando se habla del debate del colonialismo, me parece que ahí la política resuelve muy mal las cosas. Cuando se intenta legislar y aportar una solución política a este tipo de cuestiones, siempre se fracasa (...) porque es de corto recorrido, genera mucho ruido, estimula los instintos más bajos y las pasiones más horribles, mientras que con la literatura sí que podemos entendernos”.
Como español, declara Del Molino, “no me siento interpelado por Hernán Cortés, no siento que sea mi antepasado. En todo caso, somos víctimas de la barbarie tanto los españoles como los mexicanos”.
Por cierto, el término pomporruta, aún no reconocido por la RAE, es un término coloquial para referirse a un malentendido derivado de la errónea interpretación de una canción o un poema.