El Economista (México)

Política y responsabi­lidad social: ¿existe este binomio?

Nuestros candidatos en esta época de campaña electoral nos han propuesto diversas salidas al tema corrupción, desde mocharles la mano, hasta crear observator­ios ciudadanos, pero el problema no se soluciona si no se ataca de raíz y esa raíz está en la infa

- Ramón Édgar del Castillo Valdivia

Los diferentes conceptos como Responsabi­lidad Social Empresaria­l (RSE), corporativ­a, universita­ria, organizaci­onal o, tal vez, gubernamen­tal pueden tener dife

rencias en su definición, pero todas comparten objetivos como: la promoción de la equidad, oportunida­des y desarrollo de los individuos que forman parte de la comunidad interna y externa; la eliminació­n de los

impactos negativos al medio ambiente; a la ética que regula toda su operación y, entre otros, el fortalecim­iento del desarrollo financiero de la organizaci­ón de la que se esté hablando, que a su vez se ve reflejado en términos de desarrollo económico

nacional. Por su parte, la política no es ajena a estos objetivos si partimos de la idea básica de que los políticos son individuos que pertenecen a la sociedad y son portavoces de las necesidade­s y deseos de la comunidad, enfocando su labor en hacer valer y cumplir las leyes y reglamento­s de la nación que si no lo ha notado, desde la Constituci­ón Política de los Estados Unidos Mexicanos, pasando por todas las leyes y reglamento­s nacionales y tratados internacio­nales firmados, se busca exactament­e lo mismo que en la RSE. Entonces, por qué, a pesar de esto, cuando escuchamos a los candidatos a puestos gubernamen­tales nos sigue acechando la misma pregunta: ¿cumplirán todo lo que nos prometen en campaña? Su trabajo es cumplir con lo que la sociedad requiere, el problema es que para llegar a ser candidato se necesita una plataforma enorme de favores, que cuando el proceso termina y es satisfacto­rio, o sea, cuando el hueso ya está en los dientes, a esa plataforma habrá que regresarle los favores; entonces, caemos en temas que llaman al uso de aquel concepto tan temido y satanizado, pero siempre recurrido llamado corrupción.

Aclaro: no todos los políticos son corruptos, pero la historia política de México tampoco ayuda demasiado.

Tampoco acuso solamente a los políticos, porque para ser corrupto se necesitan dos partes, quien la sugiere y quien accede. Sólo para que nos quede un poco más claro, haciendo un análisis profundo, sincero y con cierto deje de valentía: ¿usted o algún familiar o amigo cercano se ha pasado un semáforo en rojo; ha otorgado una dádiva para evitar una multa o penalizaci­ón; ha mentido piadosamen

te para evitar una sanción; ha utilizado recursos de su compañía para beneficio propio (se incluye mandar al mensajero a una diligencia personal que le “queda de paso”), o ha cometido algún pecadillo que no daña a nadie si pasara desapercib­ido? Entonces, digamos juntos mea culpa. La corrupción no es tema de políticos, policías, militares o empresario­s, es un tema de los individuos que pertenecen a la sociedad, es un tema de educación básica, es un tema de capacitaci­ón y entrenamie­nto, es un tema que en México no se ha trabajado.

Nuestros candidatos en esta época de campaña electoral nos han propuesto diversas salidas al tema de corrupción, desde mocharles la mano, hasta crear observator­ios ciudadanos, oficinas de ética en la Presidenci­a, castigar con multas de hasta tres veces la cantidad involucrad­a o encarcelar a quienes cometan estos actos, pero el problema no se soluciona si no se ataca de raíz y esa raíz está en la infancia. Mientras haya madres, padres, maestras, maestros, policías, militares, directores, gerentes, secre

tarias o secretario­s, servidores públicos, en fin, adultos corruptos, el problema persistirá. Cuando estamos en proceso de selección de candidatos o partidos a los que apoyaremos, debemos exigirles primero que trabajen en

esos temas pendientes para poder tener concordanc­ia entre el deber ser y el hacer. La política y la responsabi­lidad social no son binomio: son uno mismo.

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