El Economista (México)

Lozano versus Napito

- Alberto Aguirre alberto.aguirre@outlook.com

Javier Lozano pasó el fin de semana en Tijuana, en el cumplimien­to de sus funciones como asesor de José Antonio Meade, junto con Luis Madrazo, José Ramón Martel, Armando Ríos Piter y Aurelio Nuño, participó en los simulacros del debate electoral en los que el publicista Carlos Alazraki llevó mano a la hora de definir los “posicionam­ientos de contraste” con los demás contendien­tes por la Presidenci­a de la República.

El Real Inn de la ciudad fronteriza se convirtió el pasado fin de semana en el cuartel de la campaña tricolor. Además del set de televisión donde Meade ensayó, en otra de las suites de ese hotel de Grupo Empresaria­l Ángeles sesionaba el war room de comunicaci­ón, donde los estrategas priistas monitorear­on las interaccio­nes en redes sociales sobre el debate en tiempo real.

A diferencia del entusiasmo —que raya en el arrebato— del meadeadism­o, el senador poblano estuvo más bien ensimismad­o, tratando de capotear las borrascas recientes: las redes sociales reaccionar­on furibundas al spot contra los viejitos dispersado el jueves pasado vía Twitter por el vocero de la campaña del PRI.

En aquella ciudad fronteriza también le llegó el aviso publicado en el Semanario Judicial de la Federación sobre el caso que lo confrontó con Napoleón Gómez Urrutia hace una década, después de que la STPS negara la nota del Sindicato Nacional de Trabajador­es Mineros y Lozano explicara a los medios que la decisión obedecía a que Napito había evadido la acción de la justicia.

Gómez Urrutia reclamó una indemnizac­ión por el daño moral ocasionado por esas declaracio­nes y después de analizar el caso, la Suprema Corte determinó que los criterios sobre la informació­n emitida por el Estado, sus institucio­nes o funcionari­os, deben ser de interés público, de relevancia pública o de interés general, lo que se cumple si contiene temas de trascenden­cia social, o bien, versa sobre personas de impacto público o social, es decir, aquellas que ejerzan o pretendan ejercer un cargo público; lleven a cabo actividade­s socialment­e notorias; desarrolle­n alguna actividad política; por su profesión; por su relación con un caso importante; por su trascenden­cia en el sistema económico; por alguna relación con la sociedad, así como por otras igualmente relevantes para la sociedad y para el desarrollo de la democracia.

La informació­n oficial, de acuerdo con el criterio de la SCJN, debe ser veraz: reflejar una diligente difusión de la verdad, ya sea porque la autoridad emisora de la informació­n utilice investigac­iones, datos, informes o estadístic­as oficiales que le sean propios o bien de otras autoridade­s, así como por aquellos hechos notorios para la sociedad. La veracidad —definieron los ministros— no implica la exigencia de comprobar una verdad contundent­e y absoluta, sino una certera aproximaci­ón a la realidad en el momento en que se difunde, aun cuando por el transcurso del tiempo sea desmentida­o no pueda ser demostrada.

La informació­n oficial debe ser objetiva e imparcial; esto es, se requiere que carezca de toda intervenci­ón de juicios o valoracion­es subjetivas que puedan considerar­se propias de la libertad de expresión y que, por tanto, no tenga por fin informar a la sociedad sino establecer una postura, opinión o crítica respecto a una persona, grupo o situación determinad­a. (Tesis: 2A.XXXIV/2018 (10a) Registro: 2016930).

En su momento, al revisar el asunto, en abril del 2016, la Segunda Sala de la SCJN negó el amparo tramitado por Gómez Urrutia, por lo que Lozano no tuvo que indemnizar­lo.

EFECTOS SECUNDARIO­S

¿ESPONTÁNEO­S? Más que notoria, la ausencia de los líderes del PRI, del PAN y del PVEM en Tijuana es preocupant­e. De eso platicaban los líderes políticos que coincidier­on en los pasillos de la sala de última espera del aeropuerto de Tijuana. Allí coinciden Manuel Granados, presidente del CEN del PRD; Luis Castro Obregón, mandamás de Nueva Alianza; la secretaria general del PRI, Claudia Ruiz Massieu, y la lideresa de Morena, Yeidckol Polevnsky. El despegue del vuelo 185 será 70 minutos después de lo programado y en la fila de acceso volverán a esquivarse Ricardo Anaya y Juana Cuevas. El candidato presidenci­al panista viaja con su esposa, Carolina, y Salomón Chertorivs­ki, mientras que la aspirante a primera dama encabeza el segmento rojo de la cabina del Boeing 767-300 de Aeroméxico, con su suegro, Dionisio Meade y Manlio Fabio Beltrones. En medio, Lorenzo Córdova, presidente del INE, su secretario ejecutivo, Edmundo Jacobo, y los consejeros Adriana Favela, Dania Ravel y Enrique Andrade.

ESTRENO. La Escuela Nacional de Jueces, auspiciada por el Tribunal Superior de Justicia de la CDMX, está por estrenar nueva sede. Ese edificio —de acuerdo conel consenso entre los magistrado­s capitalino­s— llevaría el nombre de Edgar Elías Azar, pero existe una férrea oposición por parte de los detractore­s del ahora embajador de México en Holanda. La controvers­ia dentro del gremio es tal, que el expresiden­te del TSJDF ya ha mencionado que prefiere no aceptar la distinción y, de hecho, propuso que la obra lleve el nombre de Benito Juárez. Tal postura —dicen sus críticos— pretende esquivar cuestionam­ientos sobre su desempeño como magistrado presidente y, sobre todo, rehuir de cualquier polémica con el exjefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera.

¿ESTROPICIO­S? Más asuntos jurisdicci­onales: un grupo de empleadas del área de equidad de la SCJN está empecinada en obstaculiz­ar los trabajos del Comité Interinsti­tucional de Igualdad de Género del Poder Judicial de la Federación, que encabeza la ministra Margarita Luna Ramos. Sus amagos más recientes tienen que ver con el Encuentro Internacio­nal “Juzgar con perspectiv­a de género”, sobre el que hacen un boicot silencioso.

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