¿Destituir a Videgaray?
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Twitter: @econokafka El reciente cambio de perspectiva (de neutra a negativa) por Standard & Poor’s sobre la deuda del gobierno desató, como suele ocurrir ante estos eventos, una histeria colectiva. Dada la influencia que tiene cualquiera de las tres calificadoras importantes (Moody’s pasó a perspectiva negativa en marzo, la otra es Fitch), sin duda es imperativo reaccionar en el ámbito de las finanzas públicas. Esto es, reducir el déficit fiscal y estabilizar la relación deuda/pib.
Pero ante este imperativo algunas voces han presentado una propuesta esotérica: que el presidente Peña Nieto destituya al secretario de Hacienda. Dado que la moda en el actual entorno político (y electoral, con horizonte 2018) es exigir renuncias, sea por controversias graves o porque voló la mosca, es probable que la peculiar demanda encuentre algún eco.
A un despistado sobre la evolución de la economía nacional la petición puede sonarle lógica. Si se cuestiona la solidez de las finanzas, hay que mostrar la salida al principal responsable de su conducción. El gobierno lleva años diciendo que va a estabilizar la deuda pública en relación al PIB, y nada, sigue aumentando. Pasó de 34.0% del PIB a fines de 2012 (cuando arranca el sexenio) a 47.8% en junio. Ciertamente, un incremento brutal y, a la larga, insostenible (de ahí la advertencia de las calificadoras). La renuncia se pide alegando que el responsable de semejante crecimiento en la deuda no debe, no puede, ser el encargado de contenerla.
El detalle es que la Secretaría de Hacienda, y menos su titular, no controlan lo que ocurre en la economía mundial. Y el manejo de las finanzas gubernamentales ha tenido en años recientes no el viento, sino un huracán en contra. Y si se quiere resumir el temporal en una sola palabra, se puede: petróleo.
Las finanzas públicas se encontraban enormemente petrolizadas. El desplome del precio desde mediados de 2014 fue brutal. La SHCP ya había aumentado los impuestos en 2013 (lo que fue muy impopular) y desde entonces recorta, una y otra vez, el gasto público. Pudo usar de golpe los remanentes del Banco de México recibidos en 2015 y 2016 (masivos por la depreciación del peso), pero en cambio ahorró una buena parte. De hecho, cambio la legislación presupuestal para hacer que ese ahorro fuese obligatorio.
El manejo de las coberturas petroleras por parte de la SHCP ha sido magistral. Se logró un colchón presupuestal espléndido en 2015 y este año, y todo indica que las operaciones para 2017 de nuevo amarraron un precio relativamente elevado que dará certeza al ingreso gubernamental.
Y sucede que la depreciación impresionante del peso infla la deuda pública en dólares (que es alrededor de una tercera parte del total) y comprime el PIB, que está en pesos. En otras palabras, la relación deuda/pib se ha inflado artificialmente desde fines de 2014.
La última vez que hubo un choque petrolero brutal, en 1986, se desplomó la economía en una recesión y estalló una mayor inflación. En 2014-16, en cambio, se mantuvo el ritmo (mediocre, pero positivo) del crecimiento y la inflación llegó a mínimos históricos.
¿Y se pide la destitución de Luis Videgaray?
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