Proyectos faraónicos e inoportunos
Apretar más el cincho
Estamos en la cuneta. La Secretaría de Hacienda baja sus previsiones del PIB para el año próximo; el INEGI confirma que la economía se desacelera y por si fuera poco, las agencias calificadoras Moody’s y Standard and Poor’s han bajado de grado a la economía nacional.
En unas cuantas fechas conoceremos el presupuesto para el año próximo; salvo los viajes, las comilonas y el cambio de automóviles, todo lo demás es susceptible de ser recortado. Lo primero en ser ajustado son los presupuestos de cultura, educación, salud, carreteras, viviendas y personal que no esté en nómina. Y como se ha prometido que no habrá nuevos impuestos, pues habrá que ir sobre los que ya pululan entre nosotros. Una vez más se nos exhortará a fajarnos más el cinturón. Sí, una vez más vendrán las explicaciones: baja del precio de nuestro petróleo, aumento en el costo del dólar, descenso en las exportaciones ya que Estados Unidos no crece al ritmo que deseamos y otros etcéteras. Y justo cuando esto ocurre, algunas instituciones dan a conocer sus planes de construcción. Ojo, no de mejoras en sus procedimientos ni en las ecuaciones para acceder con más eficiencia a sus metas; no, lo harán en construcciones. Recientemente ya el INE se había puesto en el ojo de la opinión pública con la pretensión de ampliar su enorme presupuesto en edificar dos torres de 14 pisos cada una, jardines, amplios salones y hasta el museo de la democracia. Ahí aprenderíamos que se le arrebató al gobierno la tarea de realizar elecciones para ponerlas en manos de ciudadanos, pero no cualesquiera sino de aquellos seleccionados para garantizarnos que alejarán dudas y las cambiarán por certezas electorales. Por supuesto, sus esfuerzos serán coronados por salarios ministeriales y prebendas encimadas unas sobre otras. El costo que el erario tendrá que erogar en la nueva edificación, para que la democracia fluya con mayor transparencia, rebasará los más de mil 100 millones de pesos. A ello habrá que añadir las prerrogativas de los partidos políticos que jamás descienden y siempre aumentan. ¡Ah querida democracia! No faltará quien responda afirmando que la autarquía es mucho más cara.
A esas pretensiones arquitectónicas hay que añadir la más reciente a cargo de la CFE. La aspiración es demoler el Museo Tecnológico para en su lugar construir el nuevo Museo Nacional de Energía y Tecnología con un costo de 8 mil 917.2 millones de pesos. El proyecto, han
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Pronto conoceremos el presupuesto para 2017; salvo viajes, comilonas y el cambio de autos, todo lo demás es susceptible de ser recortado.
dicho, “buscará resolver el rezago que México presenta”. Imaginemos esa suma invertida en buscar instrumentar la energía que nunca subirá de precio, la que está al alcance de las mentes despiertas y comprometidas en brindar un auténtico servicio público, en la que ya funciona en países carentes de lo que a nosotros nos sobra; imaginemos entrar de lleno a instrumentar la energía solar.
Con esos casi nueve mil millones de pesos bien se podría iniciar las bases para que, las fábricas, talleres, escuelas y principalmente las habitaciones contaran con las antenas y dispositivos, como ya existen en Alemania, Holanda y Dinamarca para tener energía limpia y eterna. Claro, eso tiene un costo inicial más alto que conectarse a la CFE y a los ‘diablitos’.
¿Para qué necesitamos hoy un museo cuando es apremiante hacer una verdadera reforma energética que valide las aspiraciones de tener un cambio de vida para la mayoría?
La inversión millonaria en construcciones faraónicas es un dispendio inadmisible, no sólo por la carencia de recursos, sino en la desviación de las metas reales, verdaderas tanto en la consolidación de nuestra democracia como en la obtención de energía sustentable para todos.