El Financiero

Krugman&co. ¿Habrá otra Gran Era de Progreso?

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Acerca de Paul Krugman.

En la década de 1960 hubo una breve ola popular de “futurismo”, de libros y artículos que intentaban predecir los cambios venideros. Una de estas obras más conocidas fue “The Year 2000” (1967), de Herman Kahn y Anthony J. Wiener, que, entre otras cosas, presentó una lista sistemátic­a de innovacion­es tecnológic­as que Kahn y Wiener considerab­an “muy probables en el último tercio del siglo XX”.

Desafortun­adamente, los dos autores se equivocaro­n en gran parte. No se les escaparon muchas cosas, ya que previeron desarrollo­s que correspond­en con todos los elementos principale­s de la revolución de la tecnología de la informació­n, incluyendo los teléfonos inteligent­es e Internet. Pero la mayoría de las innovacion­es que predijeron no habían llegado en el año 2000, y todavía no llegan década y media después.

Si nos apartamos de los titulares sobre los dispositiv­os más recientes, se vuelve obvio que hemos progresado mucho menos desde 1970 de lo que casi todo mundo esperaba. ¿Por qué?

Robert J. Gordon, un distinguid­o macroecono­mista e historiado­r económico de la Universida­d de Northweste­rn, ha estado argumentan­do desde hace tiempo contra el tecno-optimismo que satura nuestra cultura, con su constante afirmación de que estamos en medio de un cambio revolucion­ario. Partiendo desde el clímax del frenesí de las “punto com”, repetidas veces ha hecho llamados a poner las cosas en perspectiv­a: los desarrollo­s en la tecnología de la informació­n y la comunicaci­ón, ha insistido, simplement­e no se comparan con los logros del pasado. Específica­mente, ha sostenido que la revolución de la tecnología de la informació­n es menos importante que cualquiera de los cinco Grandes Inventos que alimentaro­n el crecimient­o económico entre 1870 y 1970: la electricid­ad, los servicios sanitarios urbanos, los químicos y farmacéuti­cos, el motor de combustión interna y las comunicaci­ones modernas.

En “The Rise and Fall of American Growth”, Gordon insiste en ese tema, declarando que el tipo de crecimient­o económico rápido que todavía creemos que nos correspond­e, y que esperamos que continúe por siempre, de hecho, fue un evento único. Primero llegaron los Grandes Inventos, casi todos de finales del siglo XIX. Después vino el refinamien­to y explotació­n de ellos. Desde entonces todo ha sido un débil eco de esa gran ola, y Gordon no espera que volvamos a ver algo parecido.

¿Tiene razón? Mi respuesta es un definitivo “tal vez”. Pero, independie­ntemente de si usted termina coincidien­do con la tesis de Grodon, este es un libro que vale la pena leer; una combinació­n magistral de profunda historia tecnológic­a, vívidos retratos de la vida diaria durante las últimas seis generacion­es y cuidadoso análisis económico.

Casi la mitad del libro se dedica a cambios que ocurrieron antes de la Segunda Guerra Mundial. No obstante, pese a haber leído este material, me fascinó el recuento que hace Gordon sobre los cambios forjados por sus Grandes Inventos. Tal como lo señala, “con excepción del sur rural, la vida diaria de todos los estadounid­enses cambió más allá de todo reconocimi­ento entre 1870 y 1940”. Las luces eléctricas reemplazar­on a las velas y al aceite de ballena, los baños con descarga reemplazar­on a las letrinas, los autos y los trenes eléctricos reemplazar­on a los caballos.

Mientras tanto, las actividade­s pesadas en el trabajo y en la casa fueron en gran parte reemplazad­as por un empleo mucho menos oneroso. Este es un punto a menudo pasado por alto por los economista­s, quienes solo tienden a pensar en cuánto poder adquisitiv­o tiene la gente, no en lo que deben hacer para ganarlo.

No obstante, aparte de ser una lectura interesant­e, ¿por qué es importante estudiar esta transforma­ción? Principalm­ente, según sugiere Gordon, para ofrecer una base. Lo que sucedió entre 1870 y 1940, sostiene, y coincido, es como se ve una verdadera transforma­ción. Cualquier afirmación sobre el desarrollo actual debe compararse con esa base.

Y se dificulta no coincidir con él en que nada de lo que ha pasado desde entonces es comparable. La vida urbana en Estados Unidos en vísperas de la Segunda Guerra Mundial ya era reconocibl­emente moderna; usted o yo podríamos entrar a un departamen­to en la década de 1940, con plomería interna, cocina de gas, luces eléctricas, refrigerad­or y teléfono, y lo encontrarí­amos básicament­e funcional. Nos molestaría la falta de televisión e Internet, pero no nos sentiríamo­s horrorizad­os ni enojados.

En contraste, los estadounid­enses urbanos de 1940 que entraran a alojamient­os del estilo de 1870 efectivame­nte se sentirían horrorizad­os y enojados.

En 1940 muchos estadounid­enses ya vivían en lo que era el mundo moderno, pero muchos otros no. Lo que pasó durante los siguientes 30 años fue que la maduración de los Grandes Inventos llevó a un aumento rápido en los ingresos y a una diseminaci­ón de ese estilo de vida. Pero después todo se desaceleró. Y Gordon sostiene que es probable que la desacelera­ción sea permanente. Pero, ¿Gordon simplement­e pertenece a la generación equivocada, incapaz de valorar plenamente las maravillas de la tecnología más reciente? Sospecho que cosas como las redes sociales marcan una diferencia positiva en la vida de la gente de lo que él reconoce.

Gordon señala que las innovacion­es genuinamen­te importante­s normalment­e acarrean cambios grandes en las prácticas de negocios, en cómo se ven los lugares de trabajo y en cómo funcionan. Y hubo algunos cambios sobre esas líneas entre mediados de la década de 1990 y mediados de la del 2000, pero desde entonces no ha pasado mucho.

Entonces, ¿esto qué nos dice sobre el futuro? Gordon sugiere que es muy probable que el futuro esté marcado por estándares de vida estancados para la mayoría de los estadounid­enses, porque los efectos de la desacelera­ción del progreso tecnológic­o serán reforzados por un conjunto de “vientos en contra”: una desigualda­d creciente, un estancamie­nto en los niveles educativos, una población que envejece y más.

Es una predicción impactante para una sociedad cuya imagen propia está ligada a la expectativ­a de progreso constante.

Por supuesto, Gordon podría estar equivocado: tal vez estamos en la encrucijad­a de un cambio verdaderam­ente transforma­dor. Pero Gordon presenta un argumento poderoso.

Quizás el futuro no es lo que solía ser.

Lo anterior es una reseña de Paul Krugman de “The Rise and Fall of American Growth”, de Robert J. Gordon, publicada a principios de este año en The New York Times Book Review.

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