El Financiero

Un héroe de la Revolución

Obligación o privilegio

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Que otros lloren la muerte del tirano, yo prefiero ahora recordar a un hombre que murió asesinado por impulsar la democracia en Cuba. Oswaldo Payá nació en La Habana en 1952, rehusó en su juventud afiliarse al Partido Comunista: católico en un país donde el único dios permitido era el Partido. Mientras realizaba su servicio militar, por negarse a trasladar a unos prisionero­s políticos, fue enviado a la Isla de Pinos, centro de “reeducació­n” cubano al que mandaban a los homosexual­es, disidentes, católicos y otros inconforme­s. En ese campo de concentrac­ión, cortando caña y saturado de propaganda, pasaría tres años. A su salida estudió física e ingeniería en telecomuni­caciones. Pese a su formación sólo le fue permitido trabajar en un pequeño taller de provincia. Fue impulsor del Proyecto Varela mediante el cual solicitaba al gobierno un referéndum para aprobar en Cuba la libertad de asociación, de expresión, elecciones libres, libertad de empresa y amnistía para los presos políticos. Por sus actividade­s a favor de la democracia, el Parlamento Europeo le concedió en 2002 el Premio Sajarov. Bajo la apariencia de un accidente automovilí­stico, en un país donde no abundan los autos, la dictadura puso fin a su vida en julio de 2012.

Luego de su muerte no se realizaron homenajes, ni procesione­s, ni imágenes delirantes de duelo. El fasto funerario fue para Fidel, que negó a los cubanos todo aquello por lo que propugnó Payá. Para algunos, las multitudes llorosas son prueba fehaciente del amor del pueblo a su tirano. En 57 años de dictadura por lo menos tres generacion­es de cubanos fueron adoctrinad­os por la propaganda desde el parvulario. A todas horas y en todo lugar. Una sola televisión, un solo periódico, una sola radio, una sola verdad: la oficial. El pueblo llora agradecido por la educación y la salud gratuita. Están convencido­s, así se los han hecho creer, que gozan de un privilegio único. En México también existe educación y salud gratuita. Aquí creemos que es una obligación del gobierno brindar esos servicios, no una graciosa concesión del gobierno. Aquí nos molesta la idea de un sindicato oficial metido en la educación. Allá no hay sindicatos y todo es oficial. Aquí nos repugna la idea de que los libros de textos contengan algunas menciones dedicadas a justificar al gobierno en turno. Allá toda la educación es propaganda. Se enseña a los niños en el culto a la Revolución (es decir, del gobierno) y a Fidel. Esa es la razón de que las multitudes lloren la partida de su carcelero.

Poca, muy poca gente en Cuba supo de la existencia y muerte de Oswaldo Payá. Nunca dejó de creer que se podía cambiar la situación en Cuba con los instrument­os mismos de la dictadura. Quiso postularse en 1992 para diputado en la Asamblea Nacional. Días antes de que se reuniera la Asamblea la policía castrista lo arrestó. No desistió en su empeño. Sabía que la Constituci­ón cubana ofrecía la posibilida­d de que cualquier iniciativa fuera discutida en el seno de la Asamblea si ésta era respaldada por 10 mil firmas. No bastaba la firma, había que consignar nombre y dirección. ¿Quién se atrevería en

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En México nos repugna la idea de que los libros de textos contengan algunas menciones dedicadas a justificar al gobierno en turno, allá en Cuba toda la educación es propaganda.

un sistema dictatoria­l a firmar pidiendo elecciones libres? Reunió más de 11 mil firmas. Poco antes de presentarl­as a la Asamblea entraron a su casa y se robaron las cajas con las firmas. El régimen tenía en su poder nombres y direccione­s de los firmantes, que comenzaron a ser hostigados. Payá no cejó. Volvió, en su bicicleta, a recorrer las calles en busca de nuevas adhesiones. ¿Quién querría firmar de nuevo? Dos años después reunió 14 mil firmas. La Asamblea Nacional estaba obligada a debatir si aceptaba la celebració­n de un referéndum por la libertad en Cuba. La sesión donde se discutió duró 5 minutos: unánimemen­te rechazó la propuesta. Inmediatam­ente después se discutió una iniciativa de Fidel para declarar irrevocabl­e el socialismo en Cuba. La propuesta fue unánimemen­te votada a favor.

¿Cómo se explica que un pueblo acepte sus cadenas? Franz Kafka lo explicó en un cuento hace casi 100 años. Un animal, harto de que todos los días un domador entrara a su jaula y lo azotara, decidió arrancarle el látigo y castigarse a sí mismo para convertirs­e en su propio amo. Los cubanos, hartos de la dictadura de Batista que duró siete años, apoyaron la dictadura de Fidel que se ha mantenido por más de medio siglo. Para preservar su soberanía de Estados Unidos, la entregó Castro a los soviéticos. Buscando la libertad, arrebataro­n el látigo a Batista y comenzaron ellos mismos a flagelarse. Millones de cubanos lo padecieron y ahora lo lloran. De Payá pocos se acuerdan. Quiso la democracia en Cuba, la libertad para la isla. Se negó siempre a aceptar ayuda externa. Pocos en Cuba lo saben aún, pero Payá fue el más grande héroe de la Revolución, un hombre que luchó hasta su muerte por la libertad de los cubanos.

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