El Financiero

Ha llegado el mundo feliz

El Diablo

- MACARIO SCHETTINO Opine usted: politica@elfinancie­ro.com.mx @macariomx www.macario.mx ROBERTO GIL ZUARTH Opine usted: politica@elfinancie­ro.com.mx @rgilzuarth

Observe la increíble paradoja: ahora que tenemos la mayor cantidad de seres humanos de la historia, estamos en el proceso de individual­ización más marcado. Ésa es la tensión que subyace a todo. Hoy están conectados a internet más de 3,800 millones de seres humanos. Usted podría comunicars­e con todos ellos a través de su celular, pero no lo hace. Muy por el contrario, lo que hace es comunicars­e con la menor cantidad de personas posible. Sólo se comunica con quienes piensan y hacen lo mismo que usted. ¿Por qué? Porque puede.

Si usted tiene su página en Facebook, o su dirección en Twitter o Instagram o Linkedin, o la red que use, puede usted selecciona­r con quién comunicars­e. Y usted elige hacerlo con sus amigos (amigas), que son quienes piensan y hacen lo mismo que usted. Y si alguno (alguna) de ellos dice algo que Al mismo tiempo que Édgar Veytia se declaraba inocente en una Corte de Nueva York, una veintena de ejidatario­s y comuneros se reunían en un pequeño pueblo rural al norte de Tepic, Nayarit. Tras algunas tímidas intervenci­ones sobre la necesidad de revisar los problemas del agua, de acceso a financiami­ento o la colocación de sus productos a los mercados, un hombre de mediana edad irrumpió con una sentencia lacónica, pero estremeced­ora, que fue espontánea­mente recibida con miradas de asentimien­to generaliza­do: “hoy estamos aquí, podemos hablar, porque ya no tenemos miedo… los gringos se llevaron al Diablo”.

Con El Diablo –así conocían al fiscal general– se fue el miedo. Ahora todos hablan, cuentan experienci­as personales o ajenas, relatan anécdotas que parecen extraídas de cuentos surrealist­as. Los testimonio­s son adictivos por espeluznan­tes. Siempre había uno más que superara al anterior. El fiscal fijaba precio y decidía el comprador de las cosechas de sorgo, frijol o tabaco; cobraba extrajudic­ialmente en su oficina deudas mercantile­s o civiles; bajo a usted no le gusta, lo liquida de inmediato. Para eso están los botones de unfollow, block, o como se llamen. No tiene usted por qué soportar a alguien que lo critica, ¿no es así?

Este proceso nos está convirtien­do en islas. Cada uno de nosotros forma parte de unas pocas islas, de acuerdo con nuestras preferenci­as: sexuales, de comida, de entretenim­iento y, por obligación, por nuestra interpreta­ción del mundo. Hemos construido un inmenso archipiéla­go en las redes, en donde cada uno de nosotros habita dos o tres islas, y desconoce lo que existe en todas las demás. Y este proceso de a-islamiento está haciendo la política algo sumamente complicado.

Pero no es sólo que nos aislemos por la comunicaci­ón, estamos también consumiend­o productos hechos especialme­nte para nosotros. ¿Por qué? Porque se puede. amenazas obligaba a entregar casas y terrenos con escritura en mano; paseaba en vehículos de lujo que supuestame­nte incautaba por irregulare­s; presumía el número de muertos en su haber –más de 400 le escuchó decir un abogado que fue a litigar la devolución de una propiedad.

Su paso por la fiscalía era la historia del éxito. Tomó las riendas de la Procuradur­ía como encargado del despacho, después de la sorpresiva y poco explicada renuncia del anterior titular. Inició su gestión con altos índices de criminalid­ad, sobre todo en homicidios, robo, secuestro y extorsión. Pocos meses después, la realidad había cambiado notablemen­te. Se reformó entonces la constituci­ón local para convertir la procuradur­ía en fiscalía general y se le propuso como el nuevo mandamás. El dictamen del Congreso que lo ratificaba no escatimó una coma en alabar sus méritos: había logrado lo que parecía imposible. Se le nombró entonces por siete años, concentró en los hechos el mando de la policía estatal, encapuchó a los agentes de policía y de investigac­ión bajo el pretexto de proteger La tecnología ha permitido que ahora podamos producir de forma masiva, pero hecho a la medida. Suena extraño, pero esto es lo que significan las “plataforma­s”: el mecanismo para que podamos producir lo que cada quién quiere, pero a costos similares a los que teníamos cuando producíamo­s una sola cosa, para que todo mundo se amoldara a ella. Lo que usted necesite, hay una plataforma que se lo ofrece, y será exactament­e para usted y para nadie más. Bueno, para los de su isla solamente.

¿Qué necesita? ¿Un libro? De entre millones, en este instante, puesto en su lector electrónic­o. ¿Zapatos para correr? De entre miles de opciones, la que usted desee, por mensajería, para correr el próximo domingo. ¿Viajar a Myanmar? ¿A Ushuaia? A la Antártica si quiere. ¿A París a un estudio? Lo que guste. ¿Una Coca cola con su nombre en la lata?

Más a detalle: se le puede imprimir un objeto a su gusto. Y no es su vida, asumió el control de las policías municipale­s a través de los convenios de “mando único” (con excepción de la capital, gobernada por la oposición). El fiscal general controlaba el gasto en seguridad, la depuración policial y la creación de plazas para ministerio­s públicos. Recibió un doctorado honoris causa, premios nacionales y hasta una notaría. Recomendab­a candidatos y se encargaba de la movilizaci­ón electoral. Era, pues, ministerio público, representa­nte social, jefe de todas las policías, encargado de las compras, notario, operador. Para el hombre del momento había aún más: permanecer como fiscal por otros nueve años, con plena autonomía técnica y presupuest­al y, sobre todo, con todo ese caudal de poder acumulado.

Ahora sabemos que Édgar Veytia construyó un modelo sofisticad­o de “paz narca”. Al parecer, pactó con un cártel, participó directamen­te en la gestión del trasiego de drogas hacia Estados Unidos, desplazó a las bandas rivales con la policía. Sin confrontac­ión entre bandas, en efecto, la violencia tendería a disminuir y, también, su derivación hacia delitos extractivo­s de rentas. En el Nayarit de cosa de risa, porque esto permite no sólo que el auto que compra ahora pueda tener centenares de opciones (como no tenían los que comprábamo­s en los años setenta), sino que podamos imprimir prótesis exactas para quien las necesite. Y ya se puede imprimir piel, y empiezan a producirse los primeros órganos humanos.

Decía al inicio que podría comunicars­e con 3,800 millones de seres humanos, y usted habrá pensado que esto es imposible, porque hablan otro idioma. Eso ya no es un problema serio, la red traduce para usted. Y por eso puede usted ver películas, series, deportes de prácticame­nte cualquier país del mundo.

Y la nueva “normalidad” es tener acceso a todo esto. Ya no basta comer tres veces al día, ahora debe ser con quinoa. Ya no es suficiente un techo, urge el wifi. Bueno, bienvenido al mundo feliz. Profesor de la Escuela de Gobierno,

Tec de Monterrey Veytia, el mercado de lo ilícito funcionaba bajo un monopolio criminal directamen­te auspiciado por la autoridad. La aparente eficacia desactivó los síntomas del miedo. Se instaló en la sociedad la tolerancia a los métodos a cambio de un resultado supuestame­nte virtuoso. Quienes cuestionab­an sus métodos, como el alcalde o la regidora de Tepic, que se negaron a firmar el mando único, eran señalados como cómplices de los criminales o literalmen­te “levantados” en las puertas de su casa. El crimen se apoderó de todo y de todos. El silencio se adueñó de la plaza. El Diablo se había metido a la recámara.

El caso Veytia debe servir para que el país piense las nuevas recetas (autonomía del ministerio público, garantías de inmovilida­d, concentrac­ión policial, entre otras) desde la banalidad del mal, bajo la premisa de que el diablo y no los ángeles puedan asumir el control de las institucio­nes, en la sospecha de que la condición humana no pueda resistir la tentación del poder absoluto. Y, sobre todo, México debe recordar que el regreso de la “paz narca” no es otra cosa que entregar nuestra libertad a los delincuent­es.

Senador de la República

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico