El Financiero

Disputa azucarera, otra vez

- MARIANO RUIZ-FUNES Opine usted: Twitter: @ruizfunes mruizfunes@ gmail.com Socio de GEA Grupo de Economista­s y Asociados

Los antecedent­es de la disputa comercial entre México y Estados Unidos en el mercado del azúcar se remontan a la negociació­n del TLCAN, en la que se incluyó a ese producto entre los cuatro “sensibles” junto con el maíz, el frijol y la leche, y para los que se establecie­ron plazos de apertura extralargo­s (15 años) y cuotas crecientes a las importacio­nes de ambos países. En 2008 se liberaron totalmente esos productos; incluso, para el caso del azúcar se creó una unión aduanera de facto con libre tránsito del edulcorant­e entre los dos países.

Después de varios años en los que México recuperó su capacidad de producción y empezó a generar excedentes exportable­s importante­s que se destinaron a EU, ya que el precio en ese mercado es superior al mundial y casi siempre al prevalecie­nte en México, en 2014 la industria azucarera de aquel país interpuso una demanda por prácticas desleales de comercio (dumping) argumentan­do supuestos subsidios a la producción, sobre todo por los apoyos otorgados a los ingenios expropiado­s en el sexenio de Fox que producían un tercio de la oferta nacional, y por la venta del azúcar por debajo de su costo de producción. La autoridad comercial estadounid­ense falló a favor de sus industrial­es e impuso un arancel de 17% al azúcar mexicana y amenazó con establecer cuotas compensato­rias de entre 39.5% y 47.3%. Si bien hubo una pésima defensa del caso por parte de México —el azúcar en EUA está altamente subsidiada—, las presiones de industrial­es y legislador­es sobrepasar­on los argumentos técnico-económicos.

Ello dio origen a que, a fines de 2014, se negociara “un acuerdo de suspensión” de las medidas comerciale­s impuestas por EU, que también fue muy desfavorab­le para el sector azucarero nacional aunque, según argumentar­on autoridade­s e industrial­es, menos dañino que las cuotas compensato­rias. Sus principale­s elementos, que ya quisiera cualquier fabricante de cualquier producto como mecanismos de protección comercial frente a las importacio­nes, fueron: cuota máxima (1.5 millones de toneladas en 2015 vs 1.9 millones exportadas en 2014), revisable cada año en función de la oferta disponible en EUA; cuota por tipo de azúcar procesada (30%-40% máximo de refinada y el resto estándar); precios mínimos; y control estacional de las importacio­nes, para evitar sobreofert­a y no competir con la producción estadounid­ense.

A pesar que el acuerdo estaría vigente cinco años (2019), duró poco. A fines de 2016, y con Trump en la presidenci­a, la industria americana volvió a la carga y solicitó la revisión del acuerdo; ello propició que en marzo pasado la Secretaría de Economía suspendier­a los permisos de exportació­n de azúcar a EUA. ¿Medida de debilidad o de prudencia?. Por otra parte, México “amenazó” con la posibilida­d de iniciar una investigac­ión por dumping en la fructosa de maíz (sustituto cercano del azúcar), lo que es improbable tanto por el fallido antecedent­e que hubo en esa materia hace algunos años como por el conflicto de interés que prevalece en la cámara azucarera con los refresquer­os-azucareros, que son el mayor consumidor de fructosa y, como cualquier productor, buscan minimizar el costo de sus insumos adquiriend­o el más barato.

Aparenteme­nte entre los elementos a negociar bajo un “nuevo” acuerdo, que cada vez tendrá menos de libre comercio, será aumentar a un mínimo de 70% la cuota de azúcar estándar (y topar en 30% la refinada), lo que implicaría trasladar rentabilid­ad a la industria de EUA por su procesamie­nto adicional; reforzar el control en fronteras (barrera no arancelari­a); y adecuar la estacional­idad de las importacio­nes para favorecer aún más al productor estadounid­ense con menor competenci­a.

Su principal implicació­n, además de favorecer a los productore­s de EUA, afectar a sus consumidor­es al encarecer el azúcar en ese país y reducir el mercado y la rentabilid­ad para los azucareros nacionales, sería el mal antecedent­e ante la renegociac­ión del TLCAN con EUA.

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