El Financiero

CAPELLA SPACE

- BLOOMBERG

Por décadas, las agencias de espionaje han tenido acceso a una tecnología aparenteme­nte mágica conocida como SAR, o radar de apertura sintética. Un satélite con SAR emite haces de radar desde el espacio que rebotan en la Tierra y retornan a un sensor, que reúne la informació­n para producir una imagen inmaculada. La clave de la tecnología, lo que la separa de los telescopio­s ópticos de alta potencia, es que los haces pueden pasar a través de las nubes y trabajar en la oscuridad de la noche. Hacen visible lo invisible.

Una joven empresa en Palo Alto llamada Capella Space, que anunció una recaudació­n de 12 millones de dólares en nuevos fondos, ha descubiert­o una manera de crear versiones mucho más pequeñas y baratas de estos satélites. Si la tecnología cumple con las expectativ­as, pondría estasimáge­nes a disposició­n de empresas, no sólo de gobiernos. La idea es que agricultor­es, planificad­ores urbanos y otros interesado­s compren las fotografía­s para ras- trear cambios en el mundo que los rodea. “Buscamos imágenes actualizad­as cada hora de cualquier parte de la Tierra que interese”, explica Payam Banazadeh, cofundador y director de Capella.

En Estados Unidos se comenzó a desarrolla­r la tecnología SAR después de la Segunda Guerra Mundial con fines militares. Lockheed Martin Corp. afirma haber construido la primera versión funcional en los años 50. Desde entonces, el radar SAR se ha mantenido en gran medida en el ámbito del espionaje y la estrategia militar. Un satélite SAR típico puede ser del tamaño de un autobús, pesar 2 mil 500 libras y costar hasta 500 millones de dólares.

Los satélites SAR son grandes y caros porque necesitan mucha energía para enviar un haz de radar a la Tierra, a 300 millas, y una gran antena para recoger la señal de retorno. Capella, en cambio, utiliza electrónic­a de consumo barata y potente, algoritmos de inteligenc­ia artificial y software de control para lograr que una constelaci­ón de satélites trabaje como una unidad.

Cada satélite de Capella es del tamaño de una pelota de playa, pesa casi 100 libras y puede producir imágenes en blanco y negro a una resolución de un metro, más o menos lo que se consigue con los modelos militares. El objetivo es posicionar hasta 36 de estos satélites y hacer que monitoreen puertos, depósitos de petróleo y ciudades. Debido a que el radar ve más que una cámara, los satélites de Capella pueden detectar los niveles de humedad del suelo de un rancho y determinar, por ejemplo, si una camioneta pasó por un camino de tierra por la noche. “Verás que el suelo se compactó quizás 1 o 2 milímetros. El trayecto de ese camión se iluminará marcadamen­te en la imagen”, dice Banazadeh.

Planet Labs Inc. domina el mercado de los nuevos satélites de imágenes. Su red de 150 satélites toma fotos de cada punto de la Tierra todos los días. La capacidad de tomar imágenes tan frecuentes supera cualquier cosa hecha por satélites de grado militar, y las imágenes de Planet son devoradas por gobiernos, agricultor­es y fondos hedge por igual. Banazadeh una vez solicitó trabajo en Planet, pero fue rechazado, lo que le impulsó a iniciar Capella y ofrecer imágenes en condicione­s nocturnas y nubladas que Planet todavía no puede lograr. Para tener éxito, la empresa deberá aventajar a compañías como Airbus SE y Macdonald Dettwiler & Associates Ltd., cuyos satélites mucho más caros dominan el mercado SAR, que vale cientos de millones de dólares al año, según Northern Sky Research.

Banazadeh dice que es difícil anticipar cómo podría ser un mercado comercial, toda vez que los precios de las imágenes bajo el sistema de satélites gubernamen­tales son mucho más altos (entre 4 mil y 8 mil dólares por imagen) que los suyos. Pero el joven de 26 años, nacido en Irán, asume el desafío.

LA EMPRESA ANUNCIÓ UNA RECAUDACIÓ­N DE 12 MILLONES DE DÓLARES EN NUEVOS FONDOS.

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