El Financiero

ATLETA DE LA VIDA

UN ACCIDENTE QUE LIMITÓ SU MOVILIDAD NO IMPIDIÓ QUE ARLY VELÁSQUEZ DEJARA SU SUEÑO DE CONVERTIRS­E EN DEPORTISTA

- EDUARDO BAUTISTA

Le dijeron que iba a pasar el resto de sus días postrado en una cama. Que no iba a recuperar la vida a la que estaba acostumbra­do. El accidente que Arly Velásquez había sufrido en una montaña de Chiluca, Estado de México, mientras practicaba ciclismo de montaña, lo había dejado inmóvil de la cadera para abajo. El parte médico era claro: dos vértebras rotas, lesión medular irreversib­le y espalda comprimida.

Estas noticias siempre son trágicas, pero aún más cuando llegan a los oídos de un niño de 13 años. Arly tenía una vida por delante cuando un doctor le dijo a su madre que la resignació­n era la mejor forma de hacerle frente a una discapacid­ad. ¿Cómo se le explica a un joven que pasará su futuro en una silla de ruedas?

Esa tarde de 2001, cuando ocurrió el accidente, Arly ya sabía lo que quería ser en la vida: el mejor ciclista de montaña de México en la especialid­ad de downhill (descenso). Y, de cierta manera, lo era. Ya había sido campeón nacional juvenil en Los Dinamos, en Magdalena Contreras, e incluso competía en una categoría –de 15 a 20 años– en la que no debía estar debido a su corta edad.

El eje de su vida eran los deportes. A los 2 años y medio aprendió a andar en bicicleta. A los 4 practicó gimnasia y, a partir de entonces, practicó casi todas las disciplina­s. A los 11 visitó una tienda de bicicletas profesiona­les. El vendedor le dijo que tenía cara de downhiller­o. Y con más orgullo que conscienci­a, aceptó el reto.

“Por eso la noticia de mi discapacid­ad fue un shock tremendo. La verdad hasta pensé en suicidarme”, confiesa este hombre que, lejos de hundirse en la vorágine del fracaso, escaló sus propios miedos hasta convertirs­e en el único atleta que representa­rá a México en los Juegos Paralímpic­os de Invierno de Pyeongchan­g 2018.

Su paso del ciclismo de montaña a los deportes invernales comenzó durante los tres años posteriore­s a su operación en el Hospital Español de la Ciudad de México. Recuerda Arly que fueron meses oscuros, de depresión profunda. Dependía de su madre y de su hermana para todo. Su padre, venezolano, los dejó cuando él tenía 6 años. Como el único hombre de la casa, Arly sentía una responsabi­lidad aún mayor por las mujeres que lo estaban cuidando.

“Hasta que un día dije: ¡Basta! Necesito aire fresco, necesito salir, ser yo otra vez. Mi vida ya no puede seguir en esta inercia de terapias físicas. La tenacidad de mi familia fue lo que me motivó a seguir adelante. Cuando se tienen ejemplos de luchadores incesantes en casa, es difícil dejarse caer tan fácil. Y la luz en el camino la hallé en los deportes adaptados”, comparte.

A los 15 años comenzó una nueva vida. Primero practicó pruebas de pista (100 y 200 metros), pero no le gustaron. Luego vino una travesía de disciplina­s: bala, jabalina, basquetbol, natación... “Aunque eran experienci­as refrescant­es, nada lograba atraparme”, recuerda. Durante ese tiempo contó con algunos apoyos del Instituto del Deporte de la Ciudad de México, pero la mayoría de sus actividade­s las financiaba su familia.

Después de practicar tantos deportes, decidió estudiar cine en Argentina. Y aunque nunca terminó la carrera, admite que fue un periodo de mucha neurona y poca adrenalina, que le ayudó a determinar qué lugar quería ocupar en el mundo.

Con la nostalgia de no ver a su familia, regresó a México para comenzar sus estudios en composició­n musical. En poco tiempo se convirtió en organizado­r de eventos musicales. El dinero que reunió lo utilizó para pagarse unas vacaciones en Calgary, Canadá, donde conoció el deporte que lo cambiaría para siempre: el monoesquí alpino. Tenía 20 años.

“Regresé a México fascinado. Vendí mi coche, junté todos mis ahorros y tomé un avión a Canadá. El monoesquí alpino me recordó mucho al downhill y revivió mis viejas pasiones. Descubrí que en la montaña era el lugar a donde siempre había pertenecid­o”, comenta.

Su madre, al principio, se opuso: ¿cómo es posible que regreses a la montaña? Arly no pudo –o no quiso– escucharla. Desde entonces, con el apoyo de su familia y de patrocinad­ores como Fundación Telmex, Sport City y shampoo Cre-c, ha sostenido su carrera de esquiador alpino y ha participad­o en los

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