Las voces
Prometimos no olvidar.
“El Testigo” sintió la necesidad de ir directamente a San Fernando después de saber del asesinato de la activista Miriam Rodríguez. Consiguió boleto hasta el lunes de esta semana para Reynosa, Tamaulipas. Al llegar, se encontró con dos trágicas sorpresas: las autoridades y algunos medios protegidos estuvieron hasta el domingo 14 de mayo en San Fernando, lugar donde mataron a Miriam el Día de las Madres y no han vuelto a ir; hoy, nadie se atreve a llevarlo. “Ni pagándome 10 mil pesos voy, ir sin patrullas es un suicidio”, le dice un taxista local.
“Está peor que en Juárez, aquí nadie dice nada”, me dice “el Testigo”. Ha estado en Reynosa varias veces, sin embargo, ésta es distinta, ha hablado con familiares de desaparecidos, con un par de personas del hotel donde se hospeda y colegas.
Es cierta una declaración del presidente Enrique Peña Nieto: la violencia está regresando a niveles de antes –otra vez está desbordada– por lo menos en Tamaulipas. Los testimonios ya los hemos leído, la petición es simple: no podemos normalizarlos.
A continuación, las voces de Reynosa: “Cuando caminamos mi hija y yo, no levantamos la mirada, no los vemos a los ojos, si ella les gusta, la levantan”; “aquí se aprende a vivir el miedo y vivir con miedo, ¿cuál es la diferencia? Vivir el miedo es cuidarte y seguir vivo, y vivir con miedo es pensar en que los tuyos regresen vivos”; “aquí las secundarias expulsan todos los días a la gente a las 12:45 y después lo que hacen los adolescentes jalan con la maña, no hay nada que hacer”; “quiero cambiar lo que pasa aquí, ya me mataron a uno, pero yo no quiero que nadie sufra lo que yo sufrí, por eso me involucro en resolver”.
“El Testigo” me repite hasta el cansancio que no puedo dar ninguna pista de él. “Aquí todo se sabe, puedo poner en riesgo a la gente”. Su vida estos días empieza a las 7 de la mañana y termina a las 6 de la tarde. La gente en Reynosa aprendió que el día, contrario a lo que marca el reloj, tiene 11 horas.
Hoy irá a San Fernando y tiene miedo. Ha sido duro ver el cuerpo de Javier Valdez ensangrentado. Ha sido duro ver que la reacción del gobierno federal y los gobiernos estatales para proteger la libertad de expresión fue a puerta cerrada y sin periodistas. Ha sido duro ver que una semana después no se tienen pistas de los asesinos de la activista Miriam Rodríguez. Ellos siguen prófugos, ayer luego de un acuerdo publicado en el Periódico Oficial del Estado, la Procuraduría de Tamaulipas ofreció un millón de pesos como recompensa a cualquiera que proporcione información que permita localizar y capturar a los responsables del asesinato de la activista. Las autoridades no tienen la menor idea.
“El Testigo” quiere tener suerte, quiere ver la casa de Miriam, quiere ir a San Fernando. “Necesito seguridad, no me vayan a bajar”, me dice. No quiere que Tamaulipas atestigüe su muerte.