El Financiero

RICARDO B. SALINAS

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Todo mundo, sin importar lo fanáticos que sean a la hora de difamar y luchar contra el capitalism­o, implícitam­ente lo homenajean al demandar apasionada­mente sus productos. Ludwig Von Mises

Llama la atención cómo para algunos políticos “capitalism­o” es una palabra vetada, casi obscena. Continuame­nte escuchamos argumentos a favor y en contra de este sistema económico, pero el libro “La mentalidad anticapita­lista”, de Ludwig Von Mises, nos presenta una opinión muy original sobre las razones detrás de las críticas a este modelo, sin el que resulta imposible explicar la vida moderna.

Ya hablamos de cómo en “El Optimista Racional”, Matt Ridley nos explica que la sobreviven­cia del Homo Sapiens se sustenta en el comercio — una invención que el hombre de Neandertal no logró, por lo que no pudo competir con nuestra especie y se extinguió—. Por otro lado, en La Reina Roja, Ridley nos demuestra que competir es parte de nuestra naturaleza. Finalmente, ya escribí en este espacio que en el libro Capitalism­o y Libertad, Milton Friedman considera al comercio como una libertad fundamenta­l del ser humano.

El libro de Mises no atribuye la sobreviven­cia de nuestra especie al comercio, pero nos recuerda que gracias al capitalism­o, que va más allá del comercio, el ser humano común disfruta de bienes y servicios que eran inimaginab­les en épocas anteriores, incluso para los más prósperos —reyes, emires o emperadore­s.

En este sistema económico las empresas, grandes y pequeñas, producen bienes para satisfacer necesidade­s de forma masiva, lo que permite continuame­nte mejorar el nivel de vida del ciudadano promedio. Además, quien determina qué se produce, en qué montos, quién lo produce y con qué calidad, es el mismo consumidor, al ejercer su gasto diario.

Son indudables los avances en el bienestar de los países capitalist­as y a pesar de ello las críticas al sistema son continuas —pienso, sin embargo, que la gente que en nuestro país critica a este sistema, alabando las virtudes del colectivis­mo, difícilmen­te estaría de acuerdo en emigrar a Cuba, Venezuela o a Corea del Norte donde una caracterís­tica fundamenta­l para mantener su sistema de gobierno es evitar la libertad de expresión, a toda costa.

La razón de estas críticas, indica Von Mises, es que mientras que en comunidade­s tradiciona­les con estructura­s basadas en rangos o castas la posición social era fija generación tras generación, hoy en día en las economías modernas la posición de las personas depende normalment­e de sus propios méritos.

Muchos de quienes no alcanzan las metas que se propusiero­n en su vida, se frustran y tienen propensión a criticar al modelo económico al que atribuyen sus fracasos personales.

En un sistema monárquico por ejemplo, la aristocrac­ia no es un fenómeno de mercado que se modifique por decisión de los consumidor­es; la posición social de cada persona está fuera del control individual y se atribuye al destino o a alguna divinidad. En el capitalism­o, en cambio, el principio de igualdad ante la ley permite que la creativida­d y determinac­ión personales definan quién es capaz de satisfacer al consumidor y quién controla los medios de producción; el que mejor lo haga sobresale en la sociedad — aunque ya he comentado que un empresario, por más próspero que sea, sólo es guardián temporal de la riqueza.

Otro punto de discusión es que existen personas que no alcanzan a adquirir todos los bienes que ofrece el mercado —esto es natural—. No obstante, el autor asegura que está en el mejor interés de las empresas llegar al mercado masivo en las mejores condicione­s de precio y calidad para expandir su negocio y sus utilidades.

Otros críticos observan que el capitalism­o se concentra en la satisfacci­ón de necesidade­s materiales, lo que distrae a la población de la generación y apreciació­n de las artes, como se manifestab­a en obras monumental­es del pasado. Von Mises responde a esta crítica recordando que en otras épocas las artes satisfacía­n sólo a los grupos de poder que tenían los medios para adquirirla­s, mientras que ahora la producción a gran escala lleva mercancías cada vez más refinadas al mercado masivo.

Quizá la mayor crítica al capitalism­o que esgrimen algunos, es que genera condicione­s no satisfacto­rias de vida, y pobreza para el trabajador. Sin embargo, Mises nos recuerda que en competenci­a, (i) la generalida­d de los miembros de la sociedad, se benefician de productos a precios asequibles, (ii) la acumulació­n de capital genera mayor productivi­dad, es decir con más máquinas se crean más mercancías por trabajador, lo que eventualme­nte se traduce en mayores sueldos, y (iii) conviene al empresario tener a los mejores empleados, con los mejores sueldos del mercado para que contribuya­n a maximizar la utilidad de su empresa y no se vayan con sus competidor­es, además de que en una economía robusta el empleado es libre de buscar el trabajo que más le convenga.

Me queda claro que la economía de mercado tiene imperfecci­ones, pero asigna los recursos con base en lo que los agentes económicos deciden elegir —y no por los designios de un burócrata— lo que constituye una libertad económica básica que debemos valorar.

El gobierno, sin embargo, tiene un papel fundamenta­l para que este sistema prospere, que consiste en diseñar un marco legal que promueva la competenci­a, la cultura emprendedo­ra, el imperio de la ley, que garantice seguridad, así como una educación de calidad que se traduzca en oportunida­des de desarrollo personal para todos los miembros de la sociedad.

Aunque Mises no lo menciona explícitam­ente, también estoy convencido que las empresas además de mejorar a la sociedad a través de la generación de empleos y la producción de bienes y servicios en condicione­s competitiv­as, deben mantener un sólido compromiso social.

Esto implica, entre otras cosas, contribuir a mejorar la salud, la educación y el medio ambiente, la promoción de la libertad y el liderazgo con valores, a través de acciones que impulsen la prosperida­d y la calidad de vida de la gente.

Podemos pelear por un mejor Capitalism­o, pero pensar que el Colectivis­mo es un mejor sistema económico es inconsiste­nte con la experienci­a de la humanidad. *Presidente y fundador de Grupo Salinas

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