El Financiero

LOURDES ARANDA

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Son días de votaciones definitori­as en el mundo. Mañana se efectuarán los comicios presidenci­ales en Irán, el segundo país más poblado y la segunda economía más importante de Oriente Medio. Si ninguno de los candidatos alcanza más de 50 por ciento de los votos, deberá disputar una segunda vuelta el 26 de mayo.

Los cuatro candidatos que se presentan –esta misma semana se retiraron dos de los seis originales– contaron con el beneplácit­o del Consejo de Guardianes, un cuerpo de doce teólogos y juristas, y del líder supremo, el Ayatolá Alí Jamenei. A pesar de estas restriccio­nes, las elecciones son la principal oportunida­d de la población, mayoritari­amente joven, para expresar su agrado o desagrado con el régimen.

El presidente Hassan Rouhaní busca la reelección. Invirtió gran parte de su capital político en alcanzar con Estados Unidos y otras potencias un acuerdo satisfacto­rio sobre el programa nuclear iraní. Para lograrlo, convenció al líder supremo de limitar las capacidade­s nucleares de su país, a cambio del fin de las sanciones económicas. Para Rouhaní el acuerdo era indispensa­ble para lograr el crecimient­o del Producto Interno Bruto (PIB), al levantarse las sanciones económicas y acabar con el aislamient­o internacio­nal de su país.

Sin embargo, estas esperanzas se han visto defraudada­s por el crecimient­o insuficien­te. La Organizaci­ón de las Naciones Unidas (ONU) levantó las sanciones que pesaban sobre la producción petrolera, pero Estados Unidos no lo hizo y la inversión exterior fue menor a la esperada. El número de desemplead­os se mantiene en aproximada­mente 3.3 millones (según el Banco Mundial). El panorama internacio­nal tampoco es favorable. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha amenazado con revertir el ambicioso acuerdo sobre el programa nuclear y ha impuesto nuevas sanciones como represalia al apoyo militar que brinda Irán al presidente sirio, Bashar al Assad.

El segundo candidato con más posibilida­des de ganar es el clérigo ultraconse­rvador Ebrahim Raisi, a quien apoya abiertamen­te el Ayatolá Jameini. Raisi ha capitaliza­do la frustració­n y el descontent­o de grupos de la población desfavorec­idos y frustrados ante la falta de crecimient­o económico. Entre los tradiciona­listas, Raisi cuenta con el prestigio que le da presidir la fundación religiosa chiíta más rica y por administra­r el santuario del imán Reza, uno de los más visitados por esta rama del Islam. El discurso de Raisi es populista: en política exterior, promete que adoptará una posición más combativa con respecto a Estados Unidos; en política social, que triplicará las ayudas a los más pobres, y que creará 1.5 millones de empleos durante su mandato.

Raisi ha logrado presentars­e como la opción más viable frente a Rouhaní. Apenas el lunes pasado otro candidato conservado­r, Mohamad Baqer Qalibaf, alcalde de Teherán, declinó a su favor. Según las leyes de la República Islámica, en caso de fallecer el líder supremo, se forma una regencia compuesta por tres miembros que dirigiría temporalme­nte el país. Esto implica que Raisi, de ganar las elecciones, tendría altas posibilida­des de sucederlo cuando muriera Jamenei.

Raisi cuenta también con la simpatía de la Guardia Revolucion­aria Islámica. Este cuerpo tiene gran poder político y económico en Irán y es uno de los elementos de mayor influencia en el resto de Oriente Medio, particular­mente en países árabes con comunidade­s chiítas numerosas (Siria, Líbano y algunos del Golfo Pérsico). De ahí que las elecciones de mañana sean una referencia geopolític­a clave. Indicarán la dirección que tomará el régimen iraní en un escenario regional amenazador: la guerra civil en Siria y en Yemen, la inestabili­dad en Irak y la rivalidad con Arabia Saudita.

En los últimos dos decenios, las elecciones presidenci­ales han oscilado entre liderazgos ultraconse­rvadores (Ahmadineja­d), moderados (Rouhaní) y reformista­s (Jatami). Si Rouhaní no alcanza mañana el número de votos necesario, competirá con Raisi, quien tendría más oportunida­des de ganar la segunda vuelta.en ese escenario, es probable el regreso del aislamient­o internacio­nal y de mayor confrontac­ión con Estados Unidos,así como la reversión del acuerdo nuclear y de la tímida apertura social y económica del régimen. Por el contrario, la reelección del presidente sería un voto de confianza hacia un líder que ha buscado un Irán más moderado y abierto al diálogo con los países occidental­es.también permitiría abrigar ciertas esperanzas de que Irán participar­ía en una eventual negociació­n en torno a la guerra en Siria.

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