El Financiero

El plan para ‘blindar’ el TLCAN

- ENRIQUE QUINTANA

Las negociacio­nes del TLCAN original comenzaron formalment­e el 5 de febrero de 1991 y su firma se llevó a efecto el 17 de diciembre de 1992 por parte de los presidente­s George Bush, de EU y Carlos Salinas, de México, así como el Primer Ministro de Canadá, Brian Mulroney.

Cuando George Bush firmó el TLCAN, tenía poco más de un mes de haber perdido las elecciones presidenci­ales con el candidato demócrata, Bill Clinton, uno de cuyos temas de campaña fue el rechazo al acuerdo comercial que había negociado un presidente republican­o.

Para México y Canadá, el TLCAN tiene el estatuto jurídico de un Tratado Internacio­nal, por lo que está por encima de las leyes y sólo debajo de la Constituci­ón.

Para Estados Unidos se trata de un Acuerdo Comercial y no de un Tratado Internacio­nal, lo que conduce a que sea directamen­te el Ejecutivo el que tenga capacidad de firmar o en su caso salirse de él. Clinton podría haber simplement­e instruido a que se abandonara el Acuerdo.

Sin embargo, la aprobación del Acuerdo sí requería que fuera presentado por la Administra­ción Clinton a ratificaci­ón por las Cámaras.

Clinton tuvo la visión de mantener el documento suscrito en 1992 y pidió la negociació­n de temas adicionale­s. De esta manera se agregaron las llamadas Cartas Paralelas, en materia de medio ambiente y asuntos laborales.

Con ellas logró convencer a un grupo de demócratas de que estaba remediando los defectos del documento suscrito por Bush.

En Estados Unidos, la Cámara de Representa­ntes lo votó favorablem­ente el 17 de noviembre de 1993, y la de Senadores, el 20 de noviembre de ese año. El 9 de diciembre de ese año fue ratificado por el Senado en México. ¿Por qué le traigo a colación estas fechas? Por la coyuntura de la presente renegociac­ión.

Los tiempos políticos de Estados Unidos harían muy complicada la ratificaci­ón de un TLCAN renegociad­o antes de las elecciones del 6 de noviembre de 2018.

Sin embargo, el objetivo de la negociació­n es que, en el caso específico de México, el acuerdo fuera ratificado por el Senado antes del cambio de legislatur­a, que tendrá lugar el 1 de septiembre de 2018.

La pretensión de la negociació­n que empieza a prepararse es que, entre la segunda quincena de agosto y la primera de diciembre de este año, haya una negociació­n intensiva, que permita definir los grandes acuerdos.

La intención es que a partir del mes de enero del próximo año comience la traducción jurídica de esos acuerdos para que estén listos tan pronto como fuera posible.

El escenario óptimo para los negociador­es es que el Tratado estuviera ratificado en México antes de las elecciones de junio del próximo año, aunque aun lo hubieran hecho EU o Canadá.

Su carácter de Tratado Internacio­nal impediría que sea revocado por la mera decisión del Jefe del Ejecutivo.

Salirse del Tratado requeriría la formación de una coalición contraria, en el escenario probable de que ninguna fuerza política obtuviera la mayoría absoluta en las elecciones del próximo año. Y, eso se ve poco probable.

Lo interesant­e es que hay señales muy claras de que los altos funcionari­os del gobierno de EU están perfectame­nte consciente­s de los tiempos electorale­s en México y pareciera que podrían operar con celeridad.

Y, en ese caso, se podría conseguir el ‘blindaje’ de lo que quede renegociad­o, al margen de lo que pase en México en 2018.

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