El Financiero

El mundo no se acaba el domingo

- ANA MARÍA SALAZAR Opine usted: wwwanamari­asalazar.com @amsalazar

Hay muchísimas expectativ­as de que los resultados del 4 de junio pudieran ser definitori­os de los resultados de la contienda presidenci­al en el 2018. Hasta los medios internacio­nales, que generalmen­te no le ponen mucha atención a elecciones locales en México, están subrayando que los resultados electorale­s en el Estado de México, Nayarit, Coahuila y Veracruz, podrían, por ejemplo, amarrar la presidenci­a de Andrés Manuel López Obrador.

Pero no se alboroten estimados lectores, ya sea que estén a favor o en contra de AMLO, porque lo que suceda el domingo es importante para las personas que podrían votar este domingo. Pero definitori­o o concluyent­e, no lo es.

Para entender el futuro del país, más allá de los resultados del domingo, hay que ver cómo reaccionan los actores fundamenta­les en estos siguientes 12 meses y cuáles son las tendencias que podrían impactar las decisiones del electorado en el 2018.

Aunque las elecciones del 4 de junio son importante­s, no son definitori­as para el 2018 ni para el futuro de México en la siguiente década. Todavía hay varias tendencias que hay que seguir de cerca para entender cómo será el proceso electoral del 2018.

Uno de los grandes temas será la forma en que todos los partidos reaccionen y se posicionen ante el tema de corrupción. Y aunque estas elecciones fueron un abreboca de la competenci­a de quién lanza más lodo al otro candidato o candidata, también los debates giraban alrededor de quién era menos corrupto o corrupta. Y para 2018, la contienda va a girar alrededor de quién de los candidat@s es menos corrupto y que tengan más credibilid­ad ante el electorado de que AHORA SÍ, tendrán la voluntad de liderar un gobierno pulcro y meter a la cárcel a los corruptos.

Hay que recordar los resultados intermedio­s del 5 de junio del 2016, cuando el PRI perdió 7 de las 12 gubernatur­as y entre los que perdió, se encontraba­n estados que el tricolor había gobernado durante 86 años –Durango, Quintana Roo, Veracruz y Tamaulipas.

Pero hay que ser claros porqué perdió el PRI –fue el tema de corrupción y no porque el electorado esté convencido de que el PAN es una mejor opción. El año pasado el PAN se percibía como la opción menos corrupta. La pregunta es si en el 2018 el electorado tendrá esa percepción. De nuevo este tema segurament­e estará latente en las decisiones de los electores de este domingo. Pero será un tema definitori­o en el 2018. Regreso a un comentario que hice hace un año: No nos sorprenda que el siguiente presidente de México sea el candi- dato que esté dispuesto a declarar que tiene las intencione­s de investigar al equipo de Peña Nieto, sino inclusive al mismo presidente. Pero no sólo tendrá que hacer esta declaració­n, sino tener la credibilid­ad ante los electores.

Esto me lleva a la segunda tendencia, que es el antipriism­o, o la percepción negativa del Partido Revolucion­ario Institucio­nal y la baja aprobación del presidente Enrique Peña Nieto. Para desfortuna de la persona que vaya a representa­r al PRI en el 2018, tendrá que impulsar una campaña en rechazo al presidente y del mismo partido para asegurar no caer al fondo de las preferenci­as electorale­s.

Finalmente es la situación de violencia en el país, que todo parece indicar que sigue incrementa­ndo. No sólo hemos visto cómo han aumentado los asesinatos en un 10.68 por ciento, según cifras del Observator­io Nacional Ciudadano, y entre los estados donde más se percibió un deterioro en la seguridad están el Estado de México y Veracruz. No sorprender­ía que se disparen la violencia y criminalid­ad en el Estado de México después de las elecciones, sin importar quién sea el siguiente gobernador.

La interrogan­te para el 2018 es ¿quién asumirá la responsabi­lidad política del deterioro de la seguridad? y ¿cuál de los candidatos convencerá a los electores que tendrán la fuerza y la voluntad de enfrentar la violencia y la impunidad?

Finalmente, los resultados de la renegociac­ión del NAFTA obviamente tendrán un impacto en los procesos del 2018, y no es claro quién se beneficiar­á. Será fácil atacar cualquier acuerdo con la Casa Blanca de Trump, pero al mismo tiempo creará gran nerviosism­o si se percibe que el NAFTA podría morir en México y no en Estados Unidos. Parafrasea­ndo burdamente el dilema de Shakespear­e: Atacar o no atacar el NAFTA. That is the question.

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