Riesgos inflacionarios
Junto con el ajuste de las finanzas públicas en 2017-2018 otro gran reto es que se reduzca la inflación y converja al objetivo establecido por el Banco de México de +/-3%. Hay consenso de que esos procesos y el punto de inflexión de la inflación se darán en el futuro cercano. Lo relevante es cuándo se darán y a qué velocidad, así como los riesgos asociados a que se pospongan u obstaculicen.
En su Informe del Primer Trimestre de 2017, el banco central sintetizó las causas del repunte inflacionario entre 2015 y 2017: el aumento de tasas de interés en EUA, la caída de los precios del petróleo, y el proceso y resultado electoral en EUA se tradujeron en una depreciación del tipo de cambio y en un aumento de su volatilidad. A ello se agregó la incertidumbre en la relación política y comercial México-eua y los incrementos de los precios internos de las gasolinas, del salario mínimo, de los precios agropecuarios y de las tarifas del autotransporte.
Esos factores incidieron tanto en la inflación subyacente (tipo de cambio) como en la no subyacente (energéticos y agropecuarios). En el primer caso, se registró un ajuste de los precios de las mercancías respecto a los servicios; esto es, el proceso de transmisión devaluación-precios al productor-precios al consumidor se retrasó pero finalmente se materializó. Por otra parte, aunque Banxico atribuye presiones inflacionarias al incremento del salario mínimo en enero (9.5%), no hay evidencia de que se hayan materializado; en el primer trimestre de 2017 el costo unitario de la mano de obra registró variaciones negativas en la mayoría de los sectores, con excepción de las manufacturas.
En la inflación no subyacente incidió la pésima estrategia de ajuste de los precios de las gasolinas, que se mantuvieron prácticamente constantes en 2016, lo que requirió un “macro-ajuste” en enero de este año por el inicio de la liberación de precios y por el aumento de los precios internacionales del petróleo (y del subsidio a las gasolinas), que además coincidió con un incremento de las tarifas de la energía eléctrica. Como resultado, también se revisaron las tarifas del autotransporte y del transporte público urbano a lo que se sumó el impacto de los aumentos estacionales de precios de algunas frutas y hortalizas (jitomate, aguacate y chile, entre otros).
Se anticipa que a partir de junio se registre una trayectoria decreciente de la inflación. De acuerdo con las proyecciones de GEA, entre este mes y noviembre de 2017 la tasa anual de crecimiento del INPC se ubicaría en un rango descendente de entre 5% y 6% y, después de un ligero repunte en diciembre (5.5%), a partir de enero de 2018 se situaría en 3%-4%, en buena medida por el efecto aritmético derivado de las elevadas tasas observadas en el primer semestre de este año.
Dos factores contribuirían a ese descenso de la trayectoria de inflación: la baja probabilidad de que se presenten presiones de demanda agregada provenientes del sector privado, en la medida que la oferta global (producción nacional e importaciones) muestra un comportamiento mejor al anticipado, el incremento del consumo privado se está moderando y la inversión sigue a la baja; y la reducción de los precios de los commodities en los mercados internacionales en los últimos meses, que implicaría una contención de los precios internos de esos productos.
Sin embargo, el panorama inflacionario no está exento de riesgos; destacan: que no se instrumente el ajuste en las finanzas públicas, lo que generaría presiones de demanda; que se revierta la tendencia a la baja del tipo de cambio cuando se inicien las negociaciones del TLCAN y ello incida en la inflación subyacente; que se deterioren las expectativas de inflación ; y que se verifique una tendencia al alza de los costos laborales, no necesariamente vinculados con el salario mínimo, sino con desbalances entre la oferta y la demanda de mano de obra. Habrá que estar pendientes de esos factores y riesgos. *Socio de GEA Grupo de Economistas y Asociados
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