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Un alquimista moderno
PATRICIA MARTÍN Sigmar Polke fue un artista poco ortodoxo que tuvo una enorme influencia en artistas más jóvenes sobre la manera de producir arte, especialmente en los años 80, cuando se convirtió en una figura prominente y mostró su obra en los espacios más importantes del mundo. Como fotógrafo y pintor trabajó con un rango amplio de materiales, pero su vida estuvo fuertemente marcada por los eventos históricos que le tocaron vivir, y consecuentemente su obra aborda la percepción que tenemos de éstos.
Polke nació en 1941, en Olésnica, Baja Salesia, Polonia. Era el séptimo de ocho hijos. Su familia emigró a Thuringia en 1945 después de la expulsión de los alemanes al final de la Segunda Guerra Mundial, y en 1953 su familia volvió a huir hacia Alemania Occidental, escapando esta vez de la anexión comunista. Polke siempre estuvo atraído por el arte; en 1959 trabajó como aprendiz en una fábrica de vitrales en Düsseldorf y más tarde se enroló en la Academia de Arte de esa ciudad donde estudió hasta 1967, bajo la tutela de artistas como Joseph Beuys, quien tuvo una influencia definitiva sobre él.
En esos años sucedieron grandes cambios sociales y artísticos en Alemania y, en 1963, el artista fundó con Gerhard Richter el Kapitalistischer Realismus (realismo capitalista) que retomaba para criticar las estrategias de la publicidad derivadas del pop inglés y estadounidense, y que de forma humorística buscaba anteponerse al realismo socialista, que era la doctrina artística oficial impuesta en la Unión Soviética y sus países satélites.
El tema de la apropiación fue central en la práctica de Polke, quien siempre contestó las nociones de autoría y autenticidad, y sus dibujos reinterpretaron obras seminales de Pollock, Lichtenstein, Warhol, indagando qué constituye la creatividad en eras de reproducción mecánicas y temáticas del arte. También incluyó en su estrategia de producción el contexto histórico: si bien el pop americano abrazaba el futuro como una marca de su hegemonía mundial, el pop alemán de Polke incorporaba el nazismo presente en un pasado que todos querían olvidar.
Polke fue un gran contestatario que en su práctica cuestionaba los contenidos ideológicos implícitos del arte, así como la utilización de materiales que lo llevaron a experimentar con papas y salchichas, con jugos de fruta, con cera de abejas, con humo de velas, en su búsqueda de expandir el campo de la creación. Como el alquimista moderno que fue, también mezcló materiales como arsénico o polvo de meteoritos con laca y pintura, creando obras de varias capas que cambiaban de acuerdo al ángulo de observación y que tenían cualidades casi alucinatorias. Polke retó la capacidad de “ver” en el espectador, y sus obras oscilaban entre lo monumental y lo pequeño, entre lo crítico y lo banal, entre lo anárquico y lo formal, entre la abstracción y la figuración, para escapar a la clasificación fácil y deliberada que nos ha impuesto el supermercado del arte.
La docencia fue una parte importante de su actividad. En los últimos 35 años de su vida Polke vivió en Colonia y enseñó arte en importantes instituciones alemanas, especialmente en las Bellas Artes de Hamburgo, y su trabajo influenció a otros artistas como Martin Kippenberger, Richard Prince, Julian Schnabel y el duo Fischli and Weiss, y que John Baldessari describió como “un artista de artistas”. Sigmar Polke fue un hombre incansable que produjo arte durante cinco décadas. El 10 de junio de 2010 moría de complicaciones ligadas al cáncer. Como buen alquimista, experimentó con los materiales como una extensión de su sustancia, y a pesar de su desaparición sigue inspirándonos.
Como lo afirmó su maestro Beuys: “Cada ser humano es un artista, un ser libre que puede transformar las condiciones, las ideas y las estructuras que moldean nuestra existencia”.