Los muertos de los otros
Se habla de “los muertos de Calderón”: más de cien mil personas, sin contar los desaparecidos a consecuencia de la guerra contra el narcotráfico iniciada en su sexenio. Y se dirá: “los muertos de Peña”, que serán más que los muertos con violencia que hubo en el sexenio anterior. Se simplificará de ese modo, inevitablemente, porque ya arrancaron las campañas y en ellas se valdrá todo –amplificaciones y distorsiones- como arma de propaganda.
No se puede decir, en cambio, “los muertos de López Obrador” porque sólo ha ejercido un poder de fantasía, cuando se autoproclamó “presidente legítimo” y Rosario Ibarra le colocó una banda de mentiras en el pecho en noviembre de 2006. Pero podemos darnos una idea a través de sus declaraciones públicas y secretas.
¿Hubiera hecho algo distinto López Obrador de lo que hicieron Calderón y Peña? Según Luis Astorga, una de las máximas autoridades en el tema del narcotráfico (¿Qué querían que hiciera?, Grijalbo, 2105), en 2006 López Obrador “prometía darle más poder y autoridad a los militares para operaciones antidrogas si llegaba a la Presidencia.” Esto se desprende de la reunión que en enero de 2006 sostuvo López Obrador con el entonces embajador Tony Garza en la que le comentó los detalles de lo que sería su política antidrogas. Así lo deja ver la información revelada por Wikileaks “CABLE 06MEXICO505” (se puede consultar en internet.)
Además de darles más poder y autoridad a los militares, López Obrador, de forma “humilde y amigable”, reveló al embajador Garza que lo haría con el Ejército porque “es la menos corrupta de las agencias mexicanas y puede ser más eficaz” (el tiempo y la experiencia harían ver al gobierno que era la Marina y no el Ejército la institución más confiable.) Para poder dar más atributos a las fuerzas armadas, dijo López Obrador en la embajada, se requería una enmienda constitucional (curiosamente ahora se opone a la Ley de Seguridad Interior propuesta por el Ejército y el Ejecutivo), López Obrador también ofreció al embajador eliminar la Secretaria de Seguridad Pública y devolver la Policía Federal Preventiva y el CISEN a la Secretaría de Gobernación (que es lo que hizo Peña Nieto y que tanto ha criticado López Obrador.)
Un mes antes de la elección de 2006, según un reportaje de la revista Proceso (21 de mayo de 26, p. 33), la “propuesta de López Obrador en el tema del narcotráfico gira en torno a un solo eje: entregar a las Fuerzas Armadas el combate al narcotráfico”. Es decir, exactamente lo que hizo Calderón. Sigue el reportaje de Proceso: “la única propuesta de este candidato contra el narco ha sido criticada por el politólogo Jesús Reyes Heroles, quien ha dicho que la propuesta del perredista corresponde a una visión policiaca de un problema mucho más amplio que abarca la salud pública”. En múltiples ocasiones López Obrador ha afirmado que Calderón actuó de forma criminal al lanzar al Ejercito contra los narcotraficantes. De no haber sido derrotado en las elecciones habría seguido el mismo rumbo y los muertos de Calderón serían ahora “los muertos de López Obrador”.
Ahora, sin embargo, ha cambiado su discurso. A toro pasado y a la luz del desastroso resultado de la misma política que él proponía, dice que la única solución de fondo “consiste en combatir el desempleo, la pobreza, la impunidad, la corrupción, la desintegración familiar y la pérdida de valores”. Por supuesto, no dice cómo, con qué fondos y en qué tiempo; no aclara cómo -mientras sus políticas profilácticas comienzan a ofrecer sus frutos-, va a conducir y debilitar simultáneamente a los violentos grupos criminales. Son cosas, como afirma Luis Astorga, “que López Obrador no contempla al hablar de manera tan general”.
Dice, con esa contundencia en blanco y negro que lo caracteriza, que desde el primer día de su elección “nadie va a robar, si el presi- dente es honesto los presidentes municipales van a ser honestos” (entrevista con Ciro Gómez Leyva, mayo de 2017). Contra el narcotráfico “no vamos a usar la fuerza”. Dice: “becarios sí, sicarios no”. En su mundo fantástico los sicarios dejarán atrás los cuernos de chivo, el dinero fácil, las mujeres y las drogas y optarán por su beca de 2 mil 300 pesos al mes. No habrá necesidad de usar al Ejercito porque misteriosamente toda la gente será buena. ¿Quién puede tomar en serio una propuesta tan descabellada como ésta?
La solución de Calderón terminó en desastre. La de Peña terminará peor. La de López Obrador se basa en que ocurra un milagro. Es imposible saber qué dice Margarita Zavala cuando cantinflea explicando su propuesta. No basta con las becas ni con el Ejercito. La única solución viable es la que propuso al final de su mandato Felipe Calderón. En septiembre del 2011, ante la Asamblea General de la ONU, Calderón afirmó que los países afectados por el narcotráfico están “obligados a buscar otras opciones, incluyendo alternativas de mercado”. Usó un eufemismo para referirse a la regulación de los mercados ilegales. Despenalización y comercio legal de drogas. Mientras no ocurra eso seguiremos viendo muertos en las calles, que a los políticos les son indiferentes, porque claro, no son sus muertos sino los muertos de los otros, de nosotros.