Pasar un mal rato
Cuando se piensa que ya no se puede estar peor, llega alguien a recordarte que la decadencia no tiene límites, que siempre se pude estar más abajo. Es el caso del secretario Ruiz Esparza. Todo alrededor de él huele a corrupción y desprecio hacia los demás. En medio del escándalo, el hombre tiene una actitud que deja en evidencia por qué este gobierno es el peor calificado de la historia. A la falta de sensibilidad del Presidente –que protege a su gente sin ninguna consideración del daño político que le ocasionan–, se suma la patanería propia del secretario.
Ya era indignante el manejo de la comunicación promoviendo las carreteras cuando la recién inaugurada no sólo era un fracaso, sino un peligro mortal para los usuarios, o el mensaje de que habían rescatado un coche, pero que lamentablemente los usuarios habían muerto, cuando al secretario se le ocurre decir que indemnizarán a la familia por el “mal rato” que pasaron. Se necesita ser estúpido para expresarse de esa manera cuando se representa a un gobierno.
Pasar un mal rato dice el secretario. Es la tontería, la indolencia de un gobierno que el único esfuerzo que hace es para alejarse de los ciudadanos. La muerte como un “mal rato”. La corrupción como actividad para pasar “buenos ratos”. Es el sentido que tienen de la vida: un rato. Puede ser un mal rato, como la muerte en un accidente o un buen rato como la es la certeza de la impunidad.
Si para ese gobierno la tragedia se resume en pasar un mal rato, este sexenio ha sido uno de los peores ratos que hemos pasado. Por eso la renuncia de Ruiz Esparza es un asunto de importancia: se trata de que nos eviten pasar más malos ratos con malas caras y tener que soportar la insolencia de un individuo corrupto y prepotente como es el secretario de Comunicaciones y Transportes. Nada lo conmueve, nada le sorprende. De la misma manera en que se burla de un padre y un hijo que mueren por la negligencia de quienes no atendieron las quejas de los vecinos, defendió a capa y espada la licitación de la construcción y puesta en marcha de un tren a Toluca –lugar del que salieron la bola de rufianes que nos gobierna–, pero le dio lo mismo cancelar
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