Vamos a crecer más de lo que se cree
Ayer, el INEGI dio a conocer las cifras del Indicador Global de Actividad Económica (IGAE) correspondientes a mayo. A cifras desestacionalizadas, la economía creció a un ritmo de 2.2 por ciento en el mes y lleva un promedio de 2.3 por ciento en los primeros cinco meses del año.
Si en junio el crecimiento fuera de 2.0 por ciento, sostendría el ritmo de 2.3 por ciento en la primera mitad del año.
Pese a estos datos, el consenso de los pronósticos que la semana pasada reportó Citibanamex en su encuesta, indica un promedio de 1.9 por ciento para el cierre del año.
Esto significaría que, en el segundo semestre del año, el ritmo de crecimiento tendría que promediar 1.5 por ciento.
Y si pensáramos que la baja sería gradual, tal vez implicara un 1.7 por ciento para el tercer trimestre y un 1.3 por ciento para los últimos tres meses del año.
Es decir, lo que los pronósticos que se hacen hasta ahora implican es un freno bastante notable en la última parte del 2017.
Aquí le hemos reseñado desde hace muchos meses esta tendencia a la desaceleración que ha mostrado el mercado interno. Sin embargo, hay elementos para concluir que es poco probable (no imposible) que sea tan marcada como para propiciar un freno como el señalado.
Por esa razón, creo que lo que tendremos a la vista será una segunda oleada de revisiones hacia arriba en las previsiones de crecimiento para el cierre de 2017.
Si la economía creciera en 2.0 por ciento en el tercer trimestre y 1.7 por ciento en el último (en cualquier caso, habría desaceleración) terminaría el año con un ritmo cercano a 2.1 por ciento.
Entre las 25 instituciones consultadas por Banamex, sólo 11 consideran que el ritmo de crecimiento sería igual o superior al 2 por ciento. Y, entre los pesimistas, hay quien ve incluso un crecimiento de 1.5 por ciento para todo este año.
Verá usted que poco a poco se van a ir haciendo revisiones hacia arriba.
Desde luego que las cifras no son como para festejar, pero si las contrastamos con la visión que teníamos al principio de este año, el saldo habrá resultado mucho mejor.
¿Y en dónde quedarán los miles de millones de dólares que planean invertir, como resultado de las licitaciones petroleras? En los próximos dos o tres sexenios. El grueso del efecto positivo que la reforma energética tendrá sobre la economía mexicana habrá de manifestarse durante los siguientes gobiernos.
Será en ellos que la economía podría crecer a 3 por ciento o poco más, en buena medida por decisiones tomadas en esta administración.
De la misma manera que si la reforma educativa tiene un efecto positivo en la formación de los niños, lo más probable es que esto se refleje en el plazo de una década, difícilmente antes.
Lo que sí se necesita es que las siguientes dos administraciones le den continuidad a procesos que requieren de periodos largos de maduración.
La calificadora S&P, en la revisión de su perspectiva que hizo la semana pasada, asignó altas probabilidades a este hecho, no por sus pronósticos respecto a quién ganará la Presidencia de la República, sino por la probabilidad de que ningún partido obtenga mayoría absoluta en el Congreso y eso impida revisar el marco legal de estas reformas.