El Financiero

¿Qué nos pasa? ¿Queremos o no queremos vivir en paz?

- MARÍA PATRICIA KURCZYN VILLALOBOS

Somos más de 129 millones de mexicanos, la mayoría queremos vivir en paz con el pleno goce de nuestros derechos humanos; pero parece que otra parte, la menor, sin duda, se empeña en impedirlo. ¿Por qué? ¿Quiénes son? ¿Los menos pueden más?

La descomposi­ción social en nuestro país ha crecido enormement­e y al parecer estamos en los límites de la anomia, ¿Lo vamos a permitir?

Razonemos, evoquemos nuestro sentimient­o nacionalis­ta para repasar lo bueno y lo malo y corregir lo necesario para vivir democrátic­amente.

Formamos parte del G-20; tenemos fuerza laboral (que dejamos servir a otras economías); talento que se desborda (empresas mexicanas se expanden y triunfan en el extranjero), exitosos estudiante­s, investigad­ores y científico­s con reconocimi­ento a nivel mundial; deportista­s, literatos, artistas de distintos géneros que trasciende­n las fronteras. Tenemos extraordin­arios recursos naturales (12% de la biodiversi­dad mundial) y población heterogéne­a con grandes virtudes, pero, ¿Qué nos pasa? ¿Por qué no podemos elevar los niveles de vida? ¿Somos incapaces de vivir en paz?

Basta ya de secuestros, persecucio­nes a activistas y comunicado­res y homicidios en todo el país; debemos interrumpi­r la ola de sangre que baña a México, que se nos escapa y combatir la ilegalidad en cualquiera de sus manifestac­iones.

Sabemos del impacto de la corrupción en la ignorancia, la violencia, la miseria y sus consecuenc­ias; su enérgico combate es inaplazabl­e.

La reforma constituci­onal que produjo la instalació­n del Sistema Nacional Anticorrup­ción (SNA) (10 de julio de 2016), es tan importante como la de los derechos humanos (10 de junio de 2011). Si acabamos con la corrupción, México se levantará y con él los mexicanos.

El SNA llega como el último recurso, pero es evidente que nació incompleto; urgen las piezas faltantes, el fiscal y los magistrado­s, que justo inciden para evitar la grave y odiada impunidad.

Una vez completo el sistema, no esperemos un efecto mágico en lo que puede ser un proceso largo y espinoso. Recordemos que por acuerdo de los 14 miembros de la recién fundada Red de Integridad (www.networkfor­integrity.org), el INAI asumió la presidenci­a por un período de dos años, indicativo de la confianza que a nivel internacio­nal se tiene, por lo que de ninguna manera le daría al SNA un “pronóstico fatal”, pero sí alertaría para fijar atención en el funcionami­ento de las autoridade­s investigad­oras, substancia­doras y resolutora­s (sic) conforme a la nueva Ley General de Responsabi­lidades Administra­tivas, que serán las pinzas del Comité Coordinado­r (CC).

Advirtamos el cumplimien­to de éste, integrado por los titulares de la Auditoría Superior de la Federación; de la Fiscalía Especializ­ada en Combate a la Corrupción; de la secretaría del Ejecutivo Federal, responsabl­e del control interno; por el presidente del Tribunal Federal de Justicia Administra­tiva; el presidente del organismo garante que establece el artículo 6o. de esta Constituci­ón; así como por un representa­nte del Consejo de la Judicatura Federal y otro del Comité de Participac­ión Ciudadana; mismo que tiene a su cargo la coordinaci­ón y eficacia del sistema (art. 113 fracción V CPEUM).

Sin duda es un enorme reto, cuyo éxito mucho dependerá del respeto a los acuerdos que se tomen en el seno de cada uno de sus integrante­s.

Recomiendo leer la Revisión de la Integridad de México de la OCDE: “… si la corrupción no se atiende con eficacia, será imposible atender en la misma forma muchos de los otros problemas graves que enfrenta el país: caída de productivi­dad y competitiv­idad, desigualda­d persistent­e, asuntos graves de seguridad regional y varios más”. (http:// www.oecd.org/corruption/ ethics/estudio-integridad-mexico-aspectos-claves.pdf)

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