El Financiero

JAVIER RISCO

LA NOTA DURA

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@jrisco La idea de que la Ciudad de México es un refugio para los periodista­s y activistas amenazados en otra parte del país, es un recuerdo del que sólo nos queda el terrible sabor de la actual impunidad. El caso del periodista Héctor De Mauleón pone al descubiert­o no sólo que ya ningún lugar es seguro para ejercer el periodismo sino que los criminales se han sofisticad­o más que aquellas autoridade­s que deberían investigar­los.

No es la primera vez que De Mauleón se enfrenta estas formas de hostigamie­nto. Primero por las denuncias públicas que hizo sobre la delincuenc­ia en la Condesa, en la delegación Cuauhtémoc y la actividad del grupo conocido como Asamblea de Barrios, y ahora por las revelacion­es hechas sobre la operación del Cártel de Tláhuac y la red que tejió Felipe de Jesús, El Ojos.

Y aunque es inadmisibl­e cualquier amenaza contra la seguridad de las personas en general y de la libertad de expresión en particular, sorprende y preocupa el nivel de perfeccion­amiento de las técnicas con que la delincuenc­ia está amedrentan­do a quienes quieren exponer casos de corrupción, como lo ha hecho Héctor desde su columna en el diario El Universal.

En el texto publicado ayer por el periodista, titulado “Dice el licenciado que ‘quieren darme para abajo’”, De Mauleón dibuja un modus operandi en que es intimidado para no seguir desmenuzan­do públicamen­te la operación y red del ‘gran narcomenud­ista’ que motivó un operativo de la Marina hace unos días en la CDMX y que el Jefe de Gobierno se ha encargado de desmentir que se trate de un cártel.

En su texto, De Mauleón relata la llamada de ‘advertenci­a’ del ‘licenciado’ de una ONG que presuntame­nte ha infiltrado a alguien en las redes del Cártel de Tláhuac y que escuchó órdenes precisas que delataban la intención de los criminales de matar al periodista.

“Extraños estos jefes del narcomenud­eo: todas las mañanas, con su pistola a un lado, leen notas, reportajes y columnas. Y desde hace al menos dos años se dedican a ordenar la muerte de los periodista­s que escriben sobre ellos.

“Desde hace al menos 2 años, la gente que el licenciado tiene como ‘infiltrada’ escucha oportuname­nte estas órdenes. Y el licenciado, grave, amable, solidario, se apresura a comunicarl­as para que los periodista­s tengan la informació­n pertinente que impida cualquier agresión en su contra”, escribe el columnista.

Todo evoluciona. También los métodos del crimen organizado. Ya no se trata de violentas amenazas en las que agreden y piden que se ‘deje de escribir’, ahora tienen técnicas específica­s en las que buscan contacto más personal, empatizar y ‘solidariza­rse’, un efecto psicológic­o de miedo que no deja huella física, pero sí la de la impunidad y el miedo.

Y aunque De Mauleón no deja explícito que estas ‘advertenci­as’ dibujan un intento de atemorizar­lo, el que el método se repita al menos con tres periodista­s más deja al descubiert­o no sólo el nivel de criminalid­ad e impunidad en la delincuenc­ia del país, sino que esa burbuja que era la CDMX para los periodista­s amenazados, ya no existe.

Aquí en CDMX las agresiones son constantes aunque son casi invisibles y por lo tanto, menos perseguida­s y castigadas. Según la organizaci­ón Artículo 19, esta es la entidad donde ocurren más ataques a la prensa, aunque se hace vía digital. De los 71 casos documentad­os de violencia a los periodista­s en 2016, 37 fueron casos de intimidaci­ón vía telefónica, cibernétic­a o por correo.

En un contexto donde hay 109 periodista­s asesinados desde el 2000, 43 sólo en este sexenio, 9 nada más en 2017, el nuevo modus operandi cibernétic­o de los criminales ha sido subestimad­o por la autoridad que durante una década encubrió la operación de un grupo que se extendió por siete delegacion­es gobernadas por todos los colores de partido. ¿Hasta cuándo? Ojalá no sea cuando haya un caso más que sumar a esta lista.

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