El Financiero

SHEINBAUM, LEALTAD CIEGA

- J. SÁNCHEZ SUSARREY

Resulta increíble que un político tan avezado como Ricardo Monreal se haya ido con la finta. Prácticame­nte hasta el final se dijo esperanzad­o de que López Obrador elegiría al candidato con criterios racionales y no sentimenta­les. En esa superiorid­ad de miras, propias de un estadista, según él, fincaba su expectativ­a.

Gómez Morín advertía: que no haya ilusos, para que no haya desilusion­ados. Ahora, Monreal ha declarado que siempre ha enfrentado, y vencido, a las nomenclatu­ras, pero que esta será la batalla más difícil de su vida. Imposible saber si romperá con Morena o simplement­e blofea para sentar las condicione­s de una negociació­n. Sólo el tiempo despejará esa incógnita.

De lo que no hay duda es que Sheinbaum ha sido destapada por AMLO como nueva jefe de Gobierno de la Ciudad de México, porque es un hecho que ganará la elección en 2018. Como también es un hecho que su designació­n fue un mero trámite. Sólo los ingenuos lo dudaban. Su lealtad ciega fue el factor determinan­te.

Las pruebas de esa lealtad vienen de larga data. Como responsabl­e de la secretaría de Medio Ambiente supervisó la construcci­ón del segundo piso –incluidas las consecuent­es irregulari­dades. Y como esposa de Carlos Imaz estuvo al tanto de los dineros de procedenci­a oscura, vinculados a Carlos Ahumada, para financiar al PRD. Por último, acompañó incondicio­nalmente a López Obrador en su larga travesía del desierto después de la derrota de 2006.

El perfil de Sheinbaum, si se le compara con el resto del entorno de AMLO, parece relativame­nte presentabl­e. Ella misma se define como una no política profesiona­l. Sin embargo, su reacción ante los hechos de Tláhuac, y su cercanía con el delegado, ahora caído en desgracia, la llevaron a criticar a las autoridade­s federales y denunciar que el caso se ha politizado.

Por lo demás, su desempeño como delegada en Tlalpan se ajusta a los cánones del ejercicio del poder en la CDMX. Fuertes desarrollo­s inmobiliar­ios, insegurida­d, tolerancia del narcomenud­eo y corrupción. En otras palabras, no hay ninguna prueba que su gestión haya transforma­do para bien la delegación.

A final de cuentas, ella sabía, como el resto de los integrante­s de Morena que llegaron en 2015, que todo tenía y tiene un sólo propósito: apuntalar la campaña de López Obrador a la Presidenci­a de la República. No debe sorprender, por lo tanto, que el programa que propone, Innovación y esperanza para la Ciudad de México, esté lleno de generalida­des o de medidas meramente cosméticas, con una notable excepción.

Ilustro: 1) en materia de combate a la corrupción propone disminuir los altos puestos de confianza, para restablece­r la austeridad republican­a, cancelar la contrataci­ón de gastos médicos mayores y desaparece­r los gastos de representa­ción suntuarios. Medidas que pueden ser útiles, pero no son, ni de lejos, un verdadero programa de combate a la corrupción.

2) En lo que se refiere a seguridad plantea colocar en la Secretaría de Seguridad Pública y en la Procuradur­ía General de Justicia a funcionari­os honestos, preparados y con experienci­a, así como incrementa­r el número de cámaras de vigilancia. Medidas, de nuevo, que van de suyo, pero indican que no hay ni diagnóstic­o ni propuesta para mejorar la seguridad pública.

3) En el tema hidráulico plantea armar un programa de manejo integral a largo plazo con las institucio­nes de educación superior y de investigac­ión en que participen la Comisión Nacional del Agua, Estado de México e Hidalgo. Este punto es, sin duda, el más interesant­e de su proyecto y de llevarlo a cabo sería un paso adelante.

Sheinbaum tomará posesión en los primero días de diciembre del próximo año. Sustituirá a un jefe de Gobierno cuya gestión ha sido mala y mediocre, para decirlo suavemente, y cuyo principal legado es la Constituci­ón de la CDMX. Superar algo así no sería difícil.

Sin embargo, la verdadera cuestión está en otra parte. Si López Obrador gana la elección, Sheinbaum será una suerte de miniregent­e supeditado a la autoridad y veleidades del presidente de la República. Si no es el caso, Sheinbaum tendrá oportunida­d de mostrar sus capacidade­s, aunque hasta ahora no haya el menor indicio de sus habilidade­s de innovación y gobierno.

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