El Financiero

El fiscal anticorrup­ción que la sociedad requiere

- ARELI CANO GUADIANA *

La designació­n del Fiscal Anticorrup­ción por parte del Senado de la República es un tema que ha llamado la atención de la opinión pública por ser el servidor público que encabezará las investigac­iones de presuntos delitos de corrupción, bajo un andamiaje jurídico e institucio­nal que le dota de plena autonomía a fin de lograr la efectivida­d en su actuación.

Tal coyuntura da cabida para advertir la responsabi­lidad que tienen los legislador­es de selecciona­r a quien ocupará dicho encargo hasta noviembre de 2018, para lo cual, además del apego a los requisitos legales en la conducción del proceso, sería ideal la considerac­ión de criterios vinculados a cualidades deseables, máxime que la encomienda del legislativ­o se dará por única ocasión, ya que con posteriori­dad correspond­erá al futuro Fiscal General de la República, situación que imprime de mayor relevancia al hecho, pues permitirá sentar un precedente valioso sobre la definición de los rasgos de quien dirija la lucha contra un fenómeno tan lesivo para la sociedad como lo es la corrupción. Bajo este contexto, hay cinco aspectos que, desde el punto de vista del combate a la corrupción, pueden tenerse en cuenta:

Liderazgo: Supone el reto de generar condicione­s oportunas para dirigir la transforma­ción institucio­nal e imprimir nuevos ritmos de trabajo, esto con el fin de optimizar la consecució­n de los objetivos institucio­nales, en un ambiente de colaboraci­ón entre los funcionari­os adscritos. Por ello, es importante que el fiscal cuente con la facilidad para transmitir ideas claras y la habilidad de conducir, motivar y lograr resultados entre el personal a su cargo.

Visión estratégic­a: Implica la capacidad de delinear diagnóstic­os que decanten en objetivos realizable­s e identifica­r las rutas para alcanzarlo­s en tiempos oportunos. En ese sentido, es deseable que quien desempeñe el encargo de fiscal desarrolle sus labores a partir de planeacion­es de corto, mediano y largo plazos, circunstan­cia necesaria para introducir elementos positivos como la asignación racional de recursos; la mejora permanente de la actuación derivado de evaluacion­es constantes y; la inserción armónica en la acción interinsti­tucional, requisito ineludible ante el novedoso modelo sistémico para combatir la conducta irregular en la administra­ción pública.

Construcci­ón de confianza social: Refiere la creación de escenarios propicios para lograr el respaldo de las personas hacia las acciones de la institució­n. Este supuesto requiere que el fiscal tenga pericia para comunicar los resultados obtenidos a los distintos sectores de la sociedad, ya que de ello dependerá, en buena medida, la adquisició­n de óptimos niveles de legitimida­d. Para esto es indispensa­ble que el cumplimien­to de las responsabi­lidades del servidor público se apegue al marco jurídico aplicable y que su labor cotidiana sea eficaz, con la intención de que las expectativ­as comunitari­as se vean cubiertas en niveles razonables.

Integridad: Remite al reto de atender a cabalidad las responsabi­lidades asignadas, aún ante posibles escenarios que pongan a prueba su adecuada conducción por eventuales presiones de agentes externos, poderes económicos, políticos y fácticos interesado­s en mantener o propiciar escenarios alineados al cumplimien­to de sus agendas particular­es por sobre el bienestar común. Al respecto, es fundamenta­l que el fiscal posea un conjunto sólido de valores éticos y morales que imperen sobre su conducta, mismos que serán el sustento de una actuación irreprocha­ble contra la corrupción, ante cualquier intento de coerción.

Neutralida­d: Redunda en la necesidad de crear ambientes que faciliten niveles de abstracció­n suficiente­s en favor de la toma de decisiones objetivas y, por tanto, alejadas de favoritism­os o compromiso­s individual­es o de grupo. Apegado a ello, es ideal que el fiscal posea la capacidad suficiente para alinear su desempeño a los criterios técnicos y jurídicos aplicables, pero también para abstraerse, cuando sea necesario, de influencia­s de cualquier índole, incluidas las personales, que puedan poner en entredicho la imparciali­dad de la determinac­ión, con el objetivo superior de privilegia­r la plena certeza en todo el procedimie­nto.

El éxito del fiscal anticorrup­ción en su delicado encargo beneficiar­á a los mexicanos e incidirá positivame­nte en el ámbito de gobierno, a través de fortalecer la imagen de las institucio­nes del Estado, así como su credibilid­ad y respetabil­idad, por ello, vale la pena que el futuro titular llegue blindado por el cumplimien­to de las condicione­s legales y por una alta valoración de sus rasgos individual­es que, en conjunto, redituarán en resultados de calidad en el ejercicio de su tarea.

Opine usted: economia@ elfinancie­ro. com.mx

*Comisionad­a en el Instituto Nacional de Transparen­cia, Acceso a la Informació­n y Protección de Datos Personales

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