A fondo: cero
Hace veinte años (y unos pocos meses), este columnista participaba como analista económico en el programa Monitor, encabezado por José Gutiérrez Vivó en Radio Red. Durante el proceso electoral de 1997, se organizaron mesas de discusión en la versión vespertina de dicho programa, y cada día de la semana, un par de comentaristas acompañábamos al titular del espacio, Martín Espinosa, para dar contexto a las noticias.
Uno de esos días, ya muy cerca de la elección, tuve un intercambio brusco con un destacado priista que se conectó vía telefónica para defender a su partido. Después de dicha discusión, nos pidieron que ya no asistiéramos a la mesa, y que con un comentario por teléfono sería suficiente. Al final de la semana, aproveché mi comentario para renunciar, al aire, porque, según recuerdo, “el lunes será otro México, y en ese otro México habrá que participar diferente”. No lo había comentado con nadie, de forma que la renuncia fue sorpresiva, aunque no significase nada especial.
Durante la campaña electoral de 2012, según recuerdan algunos lectores, hice una apuesta con Leo Zuckermann, porque me preocupaba que si el PRI obtenía mayoría podríamos regresar a ese espacio de censura que vivimos durante todo el siglo XX. De entonces a la fecha han perdido su espacio Pedro Ferriz, Ciro Gómez Leyva, Carmen Aristegui y Leonardo Curzio, por citar conductores de radio. Cada uno por razones diferentes, pero todos a petición, sugerencia u orden del concesionario de la estación.
Este fenómeno es producto de una pésima estructura de mercado en ese renglón (similar a la televisión y un poco menos a periódicos). Como todos los negocios importantes en el siglo XX, las concesiones les fueron entregadas a amigos de los políticos, y se cerró el mercado a otros competidores. Para facilitar el control, el gobierno además creó un presupuesto importante de publicidad que saldría a través de esos canales. El resultado ha sido un sistema de palo y zanahoria muy eficiente, y más ahora que la pauta comercial se ha reducido notoriamente, debido al cambio tecnológico y de mercado.
Hoy, una parte no menor de los medios electrónicos depende para su subsistencia de la publicidad gubernamental. Pero esa publicidad no tiene razón de ser (salvo ésa de controlar a los medios). De hecho, si en realidad se quiere apoyar a los damnificados de los sismos, lo que se debe hacer no es quitar todo el dinero a los partidos, sino a los gobiernos. Ahora que están discutiendo el presupuesto para 2018, todo el dinero para publicidad debe ser recortado. Creo que ni siquiera es necesario presupuestar recursos para emergencias, porque el Estado sigue teniendo un tiempo aire a su disposición.
Con eso, la discusión entre dueños de medios y conductores o comentaristas llegará a su fin. Cuando un concesionario decida despedir a alguien, será transparente que se trata de baja audiencia y no de censura. Claro que habrá muchos menos concesionarios y comentaristas, porque nos enteraremos de que ya muy pocos oyen radio y ven televisión, y los pocos que lo hacen no permiten las fortunas a los que las familias de los medios se han acostumbrado. No pocos periódicos sufrirán el mismo destino.
Le recuerdo que una de las razones fundamentales por las que México no ha salido de la trampa del ingreso medio es la existencia de capitalismo de compadrazgo, es decir, de reglas construidas desde el gobierno para extraer dinero de los consumidores en beneficio de los políticos y sus amigos. Amigos concesionarios y amigos comentaristas, en este caso.
Cero presupuesto a publicidad gubernamental, federal, estatal, de empresas y de autónomos. Cero.
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Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey