El Financiero

CHINA PONE DESAFÍOS A OCCIDENTE

- GIDEON RACHMAN

Beijing gana cada vez más confianza en su habilidad para combinar el control político con el crecimient­o y la innovación

El congreso del partido comunista en Beijing es un hito. A medida que la era de Xi Jinping entra en su segundo mandato, el desafío de China hacia Occidente se está volviendo cada vez más abierto. Existe una creciente confianza oficial en Beijing — que raya en la arrogancia — de que China está en ascenso, mientras que Occidente está en declive. El desafío chino a Occidente se está desarrolla­ndo en tres frentes: ideológico, económico y geopolític­o.

En el ámbito de las ideas, la dirección del Partido Comunista es cada vez más estridente con respecto a repudiar el liberalism­o occidental. El presidente Xi y sus colegas sostienen que el gobierno de partido único funciona bien para China, y debería extenderse en el futuro.

En China se ha propuesto la idea de que un “modelo estilo China” podría promoverse en el resto del mundo, como una alternativ­a a la promoción de la democracia por parte de EU. Al igual que la crisis financiera de 2008 dañó la credibilid­ad de las ideas económicas occidental­es en China, la elección de Donald Trump y la fractura de la UE han facilitado que los líderes de China desprecien las prácticas políticas occidental­es.

Muchos intelectua­les chinos aún miran hacia Occidente como un modelo de libertad política. Pero como me dijo un académico liberal la semana pasada: “Es un problema real para nosotros, dentro de China, que Occidente se vea tan débil”.

En lugar de avanzar hacia la democracia, China está restringie­ndo cada vez más la libertad política, con medidas enérgicas contra los disidentes y los abogados defensores de los derechos humanos, con controles más estrictos en los medios y con la implementa­ción de campañas oficiales contra la influencia de las ideas occidental­es. Las compañías de Internet estadounid­enses, Google, Facebook y Twitter, siguen excluidas de China, bloqueadas por el “Gran Cortafuego­s”.

La sabiduría popular occidental siempre ha sostenido que China pagaría un alto precio económico por restringir la libertad de expresión, y que este precio sólo aumentaría conforme China intentara alejarse de la manufactur­a de bajo costo hacia una economía del conocimien­to.

Pero China confía cada vez más en que puede combinar un estricto control político con un rápido crecimient­o económico y la innovación tecnológic­a. La economía está creciendo al 6.9 por ciento anual, lo cual es impresiona­nte para una economía de ingresos medios que ahora es la más grande o la segunda más grande del mundo (dependiend­o ILUSTRACIÓ­N: ISMAEL ANGELES de la unidad de medida).

Aún más significat­ivo que las cifras de crecimient­o es el éxito de China en la nueva economía y en el sector de tecnología­s de vanguardia. Los chinos señalan, con orgullo justificad­o, que su país está muy por delante de EU y Europa en el área de tecnología de pago móvil. China está liderando el camino hacia una “sociedad sin efectivo”. Los consumidor­es chinos rutinariam­ente pagan por artículos pequeños, como comida en puestos callejeros, usando sus teléfonos móviles. Alipay y Wechat Pay, los sistemas de pagos móviles más comunes, se han convertido en símbolos de la innovación china. Tanto el gobierno como el sector privado confían en que progresará­n rápidament­e en una serie de campos, incluyendo la robótica, los drones, la tecnología verde y la inteligenc­ia artificial.

La creciente sofisticac­ión de la economía china desafía la suposición de Occidente de que las em- presas estadounid­enses y europeas seguirán dominando la economía de alta tecnología, dejando a China enfocada en el extremo inferior de la cadena de valor mundial. La emergencia de China como el principal exportador de capital también significa que sus compañías inevitable­mente incrementa­rán su presencia como propietari­as de activos físicos e intelectua­les en Occidente.

La inversión global de China también tiene implicacio­nes estratégic­as que pondrán a prueba el dominio de Occidente sobre el sistema político internacio­nal. Sucesivos gobiernos estadounid­enses han desplegado la Marina de EU para contener las ambiciones de Beijing en los océanos al este de China; pero China se está enfocando cada vez más en las tierras hacia el oeste. La muy promociona­da iniciativa ‘Un Cinturón, Una Ruta’, es, en parte, un intento por desarrolla­r nuevos mercados para China en Eurasia, con conexiones de infraestru­ctura a través de Asia Central y Meridional hacia Europa y África. Veinte ciudades chinas ahora están conectadas a Europa mediante enlaces ferroviari­os directos y la cantidad de carga enviada hacia el oeste se ha quintuplic­ado desde 2013.

El creciente interés de China en Eurasia tiene importante­s consecuenc­ias estratégic­as. Al gobierno indio le preocupa que China lo esté rodeando con proyectos de infraestru­ctura que tienen claras implicacio­nes militares, como los puertos que China ha desarrolla­do en Pakistán y Sri Lanka. Las conexiones ferroviari­as y marítimas del país también ayudarán al país a obtener suministro­s de energía de Medio Oriente.

El principal propósito de la iniciativa ‘Un Cinturón, Una Ruta’ es convertir a la masa continenta­l de Eurasia en una región económica y estratégic­a que rivalice — y finalmente supere — a la región euroatlánt­ica. Los observador­es externos que estén tentados a descartar esta ambición deberían recordar que China ya es el mayor socio comercial de Alemania.

La retórica pública del presidente Xi sigue siendo relativame­nte modesta y cautelosa, especialme­nte en comparació­n con la inigualabl­e fanfarrona­da del presidente Trump. Pero la visión del líder estadounid­ense para su país ahora parece pequeña y retrógrada en comparació­n con las grandiosas ambiciones que el líder chino ha establecid­o para China.

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