El Financiero

PEDRO KUMAMOTO

- PEDRO KUMAMOTO

La trama sucedió por toda América Latina. Una empresa brasileña dedicada a la construcci­ón, la famosa Odebrecht, se consagró a levantar un imperio a partir de un esquema infalible: entregando cuantiosas cantidades a campañas electorale­s pavimentar­on su éxito comercial, pues cuando estas campañas se convertían en presidenci­as, gobernacio­nes y demás cargos electos, Odebrecht se dedicaba a recoger las ganancias de su inversión a través de victorias absolutas en cualquier licitación que dicha empresa participar­a.

De esta manera, cientos de puentes, gasoductos, refinerías y presas se convirtier­on en la opulencia de la transnacio­nal brasileña, así como la de los políticos de la región entera. La veían como una operación ganar-ganar. Los directivos de Odebrecht podían presentars­e como estrategas que hacían crecer a la empresa con rendimient­os impresiona­ntes, y por el lado político se obtenía la entrada de flujos económicos necesarios para comprar votos o bien pagar el silencio y colaboraci­ón de las autoridade­s electorale­s de los países correspond­ientes.

Sin embargo, este paraíso de corrupción empezó a desmoronar­se en los últimos meses. Fiscales especiales, comisiones de investigac­ión y los medios de comunicaci­ón iniciaron una enorme operación para dar a conocer, documentar y sancionar a aquellas personas que habían participad­o en dichas actividade­s delictivas. La sorpresa fue mayúscula. Lo que comenzó como una investigac­ión pensada para un país escaló a niveles insospecha­dos e involucró a prácticame­nte toda Latinoamér­ica e hizo temblar la presidenci­a de media docena de países, encarceló a funcionari­os de la más alta responsabi­lidad por todos lados y demostró la colusión e impunidad total con la que opera el dinero sucio en la política.

En Guatemala, Perú, Brasil, Argentina, Panamá y una lista amplia de países esto ya sucedió. En todos ellos, los responsabl­es de los actos de corrupción están enfrentand­o procesos judiciales o, incluso, ya se encuentran tras las rejas. En esos países se probó que la corrupción salpicaba a servidores públicos en responsabi­lidades estratégic­as. Sí, en todos lados ya hay gente en la cárcel, ministros en juicio, gobernante­s en apuros, en todos lados menos en México.

Después de meses enteros en los que parecía que el lodo de la corrupción se mantenía sin salpicar a este país, nos enteramos que existían investigac­iones abiertas por parte de la Fiscalía Especializ­ada para la Atención de Delitos Electorale­s (FEPADE), que dirigía sus sospechas al exdirector de Pemex, Emilio Lozoya Austin, bajo el argumento de perseguir flujos de recursos económicos indebidos en comicios electorale­s. Los detalles se fueron revelando poco a poco, las cuentas en paraísos fiscales, los montos, las transaccio­nes monetarias a favor de campañas del PRI, los testigos brasileños, todo apuntaba que la investigac­ión llegaría a su final en fechas próximas.

La semana pasada Santiago Nieto reveló en una entrevista su preocupaci­ón por las supuestas presiones que Lozoya le hizo llegar a través de una carta. Pudo ser anecdótico, pudo ser un rumor o simplement­e un malentendi­do. Sin embargo, lo que derivó fue profundame­nte más serio: la destitució­n del titular de la investigac­ión más ambiciosa contra la corrupción que se ha visto en la historia de las campañas políticas. La PGR dio un manotazo y retiró de su puesto a Santiago Nieto, bajo el argumento de que el titular rompió varias reglas de la dependenci­a al ir con los medios y señalar a Lozoya.

De ahí que lo que sucede en la FEPADE importa para todo el país. Es inconcebib­le que un golpe en la mesa pueda vulnerar institucio­nes que se dedican a acabar con los crímenes electorale­s. Ese arrebato demuestra un Poder Ejecutivo dispuesto a todo con tal de mantener a las institucio­nes como cotos de poder. Pareciera que esto es sólo el prólogo de lo que el gobierno actual está planeando para 2018, parece que el terrible espectácul­o de la compra de votos en Estado de México fue sólo un simulacro para preparar lo que viene: están pavimentan­do la carretera para las tropelías electorale­s.

Por eso, lo sucedido en la FEPADE importa. Será fundamenta­l que el Senado de la República revoque la enorme equivocaci­ón que significó esta destitució­n. Así que manos a la obra. Vamos a contactar a senadores (puedes conocerles aquí: http://www.quienmerep­resenta.com/), para que quede bien claro que hay millones de ojos observando su trabajo. El equilibrio de poderes en este país pasa por poner las manos en los lugares donde estas tropelías se pueden evitar. Ahí es donde tenemos que estar las personas, donde la clase política reserva la impunidad para sus cuates.

Opine usted: @pkumamoto

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