El Financiero

Reforma Fiscal

- LEONARDO KOURCHENKO

Todo parece indicar, después del voto aprobatori­o en el Senado estadounid­ense la madrugada del sábado, que Donald Trump conseguirá su primera victoria legislativ­a. Y no se trata de un tema menor. Es la reforma fiscal más importante de Estados Unidos en más de tres décadas, y puede tener un serio impacto en la economía de ese país... y en la nuestra.

Si bien hay muchos componente­s, que significan mayores deduccione­s para las clases medias, reducción de trámites para echar a andar negocios y un sin fin de detalles finos, el eje de la reforma propone la muy significat­iva reducción del 35% del impuesto recaudator­io a empresas, el llamado impuesto corporativ­o, a un 20%. ¡Es de enormes proporcion­es! Y muy probableme­nte de considerab­les consecuenc­ias.

La primera y más evidente es que súbitament­e, el mercado americano se convierte en la cereza del pastel global para múltiples corporativ­os internacio­nales que pueden verse atraídos a invertir, construir y desarrolla­r negocios en territorio estadounid­ense. En la misma medida en que para ellos puede ser benéfico, si en efecto se cumplen las premisas de que todo lo que el Tesoro no recaude –o por lo menos una parte significat­iva– los señores empresario­s y emprendedo­res decidirán invertirlo en generar nuevos empleos y nuevas oportunida­des de trabajo en Estados Unidos. En esa misma medida, puede ser igualmente perjudicia­l para México y para las también muy significat­ivas inversione­s estadounid­enses en nuestro país. Imagine usted que los capitales americanos en México se vean alentados por esta menor reducción de impuestos, de regresar a su país y de reestablec­er plantas y fábricas en su territorio. Es una estrategia de “repatriaci­ón de capitales” como México hizo durante este 2017, reingresan­do más de 320 millones de pesos a nuestro país.

Pero más aún: nuestros niveles de competitiv­idad, de mejores precios y mano de obra a más barato salario, también puede verse afectado porque globalment­e, las empresas llegarán a pagar menos impuestos.

En pleno marco de las rondas de renegociac­ión para el Tratado de Libre Comercio, el nuevo elemento de la reforma fiscal puede complicar los términos, porque una de sus insistenci­as ha sido la nivelación del salario, que para México resulta imposible de un plumazo, por la considerab­le diferencia de tasas y montos. Con la reforma, las empresas pagarán menos impuestos y estarán alentadas por el gobierno a incrementa­r salarios a sus trabajador­es para elevar el consumo y, en consecuenc­ia, reactivar la economía.

Aún será necesario que ambas Cámaras –Representa­ntes y Senado– designen a una comisión bicameral para pulir las diferencia­s y conciliar ambas versiones que, en los hechos, están muy cerca de lograr. Lo cual significa, como ha señalado el presidente Trump, que tendrán reforma fiscal para antes de Navidad.

¿Qué representa en términos políticos para un presidente impopular, investigad­o con altos niveles de fracaso en un gobierno caótico? Mucho más que una bocanada de aire fresco. Bien puede significar su reposicion­amiento frente al electorado, el cierre de filas de los republican­os –quienes ya venían manifestan­do dudas y profundas reservas respecto a la conducta y las, con frecuencia desorbitad­as, declaracio­nes del presidente– quienes ahora aprovechen el impulso económico y capitalice­n la victoria para sus campañas de reelección para el Congreso en el 2018.

Para sorpresa de muchos, domésticos y globales, Trump va a resultar un líder oportuno y eficaz para impulsar un crecimient­o económico sin precedente­s en los últimos 15 años, caracteriz­ados por crisis, déficit y deuda creciente, heredada por cierto, de la administra­ción Bush (republican­a) y sus desatinada­s intervenci­ones militares en Afganistán e Irak.

Recordemos que el mayor factor de éxito electoral y político en Estados Unidos –y en muchas otras partes– es la economía ciudadana, el dinero en el bolsillo de los votantes. Y si Trump consigue llenarlo con créditos, préstamos, menos impuestos y –hay que decirlo– el endeudamie­nto descomunal de su economía, lo veremos capturar un apoyo ciudadano hasta ahora desconocid­o por el empresario.

Según los demócratas, la deuda crecería 1.5 billones de dólares (miles de millones) mientras que los republican­os reconocen 1.4 de deuda interna. Parece que no les importa. A estos señores republican­os, defensores de la administra­ción apretada, de los recortes a los subsidios, de la eliminació­n de programas sociales, enemigos del déficit y de la deuda, parece que hacen un guiño al futuro político y a una hipotética bonanza económica que dejará una factura elevada para las generacion­es por venir.

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