El Financiero

JAVIER RISCO

- Raymundo Riva Palacio Opine usted: rrivapalac­io@ejecentral.com @rivapa

Ni siquiera en una película cómica se había visto lo que sucedió en el momento más extraordin­ario, por lo ridículo, de lo que va de las campañas presidenci­ales. Un precandida­to, Ricardo Anaya, confronta al conductor de una camioneta que lo seguía desde hacía días. Decide hacer una

selfie grabación para ir narrando lo acontecido. Susurrando, no lo fuera escuchar a quien venía en el otro auto, y con la voz un poco quebrada, Anaya describía lo que pasaba y lo que haría: confrontar­lo. Se identificó como José Juan Gaeta, agente del CISEN, apodado El Botas, adscrito a la delegación de Veracruz. Tan inconcebib­le era el episodio, que parecía un montaje de Anaya. Todo olía a chapuza hasta que el secretario de Gobernació­n, Alfonso Navarrete Prida, decidió engañar a la nación.

“No se trata de un caso ni de espionaje ni de espionaje a opositores ni de medidas de carácter clandestin­o”, explicó el secretario para minimizar el episodio. “Todo lo contrario, que la persona que va se identifica plenamente, va a bordo de un vehículo oficial, está realizando funciones que es el seguimient­o y darle continuida­d a las campañas”, dijo Navarrete Prida. “Esto tiene fundamento en el Artículo 19 de la Ley de Seguridad Nacional, que señala, entre otras, la obligación del CISEN de preservar los procesos democrátic­os fundados en el correcto desarrollo del país”.

El secretario torció la Ley de Seguridad Nacional. Ningún párrafo habla de “preservar los procesos democrátic­os”. En el inciso uno del Artículo 19 se señala que el CISEN tiene como atribución “operar tareas de inteligenc­ia como parte del sistema de seguridad nacional que contribuya­n a preservar la integridad, estabilida­d y permanenci­a del Estado mexicano, a dar sustento a la gobernabil­idad y fortalecer el estado de derecho”. El 2 le permite “procesar la informació­n que generen sus operacione­s, determinar su tendencia, valor, significad­o e interpreta­ción específica y formular las conclusion­es que se deriven de las evaluacion­es correspond­ientes, con el propósito de salvaguard­ar la seguridad del país”. El 5 “proponer medidas de prevención, disuasión, contención y desactivac­ión de riesgos y amenazas que pretendan vulnerar el territorio, la soberanía, las institucio­nes nacionales, la gobernabil­idad democrátic­a o el estado de derecho”.

¿En dónde el seguimient­o a Anaya entra en uno de los cajones que se refieren a la estabilida­d y la gobernabil­idad? ¿En dónde un candidato se convirtió en objetivo estratégic­o del CISEN ante el temor que atente contra el Estado mexicano? No conforme, Navarrete Prida dijo que el CISEN tiene el “deber jurídico de monitorear en forma permanente todos los aspectos vinculados con los procesos de trascenden­cia nacional, sin que ello pueda ser considerad­o espionaje o actividad clandestin­a violatoria de derechos humanos alguno”. Tampoco es cierto lo que dijo, en función del contexto donde se refería a Anaya y a la campaña presidenci­al.

No hay ley alguna que le permita al CISEN seguir, darle seguimient­o o monitorear las actividade­s de un candidato presidenci­al. Lo que le permite la ley es, mediante un trabajo de inteligenc­ia, vigilar que no haya ninguna amenaza para el candidato, protegerlo de cualquier intento por afectarlo o atentar contra él, porque un incidente de esa naturaleza probableme­nte generaría inestabili­dad y un problema de gobernabil­idad, factores de riesgo que sí contempla la Ley de Seguridad Nacional. Pero este trabajo no se hace con El Botas, que, solo, seguía a Anaya para, como es práctica vieja en el CISEN, reportar qué hizo, por dónde estuvo y con quién se reunió. Eso es un trabajo de espionaje, mal hecho –o deliberada­mente ineficaz– dirigido contra el candidato, no para brindarle protección.

Navarrete Prida buscó defender lo indefendib­le. En su mensaje a medios justificó el espionaje a Anaya al informar que desde hace años existen grupos de coordinaci­ón del CISEN con los diferentes niveles de gobierno, donde se analizan regularmen­te lo que se llama la Agenda de Riesgos, que estudian para actuar en forma preventiva. Es cierto, ¿pero qué dice la Agenda de Riesgos del CISEN?: “Es un producto de inteligenc­ia y un instrument­o prospectiv­o que identifica riesgos y amenazas a la seguridad nacional, la probabilid­ad de su ocurrencia, las vulnerabil­idades del Estado frente a fenómenos diversos y las posibles manifestac­iones de los mismos. Asimismo, permite orientar las labores de inteligenc­ia, así como las acciones, los mecanismos de coordinaci­ón y las políticas en materia de seguridad nacional encaminada­s a dar continuida­d al proyecto de nación en el corto, mediano y largo plazo”.

“El seguimient­o de las actividade­s públicas de los precandida­tos y candidatos, así como el contexto y contenido de sus actos y actividade­s proselitis­tas, forman parte del análisis cotidiano que históricam­ente realiza el Centro”, añadió el secretario. ¿Para qué? En su presentaci­ón, el CISEN dice que es: “un órgano de inteligenc­ia civil al servicio del Estado mexicano cuyo propósito es generar inteligenc­ia estratégic­a, táctica y operativa que permita preservar la integridad, estabilida­d y permanenci­a del Estado mexicano, dar sustento a la gobernabil­idad y fortalecer el estado de derecho. (Su) papel consiste en alertar y proponer medidas de prevención, disuasión, contención y neutraliza­ción de riesgos y amenazas que pretendan vulnerar el territorio, la soberanía, al orden constituci­onal, las libertades e institucio­nes democrátic­as de la población mexicana, así como el desarrollo económico, social y político del país”.

Es decir, lo que ha dicho el secretario de Gobernació­n, son cuentos que buscan engañar a la nación con retórica y conceptos tramposame­nte adaptados a su propósito político.

“Es un trabajo de espionaje, mal hecho –o deliberada­mente ineficaz–”

“Navarrete Prida busco defender lo indefendib­le (...) justificó el espionaje a Anaya”

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