El Financiero

R. FERNÁNDEZ DE CASTRO

- Rafael Fernández de Castro Opine usted: opinión@ elfinancie­ro.com.mx

Amenos de 24 horas después del tiroteo en una preparator­ia en Florida que dejó 17 muertos y al menos 14 heridos, Donald Trump en cadena nacional prometió, “atacar el tema difícil de salud mental” y hacer la seguridad escolar una prioridad en su próxima reunión con gobernador­es y procurador­es estatales. También insistió en la unidad nacional y ordenó las banderas a media asta en señal de duelo. Pero nunca tocó el tema toral: el control de las armas.

La respuesta de Trump a la tragedia es ya un modelo preparado por el temible lobby conocido como la Asociación Nacional del Rifle (NRA en sus siglas en inglés). Primero, se invoca la solidarida­d nacional con las víctimas; segundo, se distrae la atención con una posible solución, en este caso la salud mental de los jóvenes; y finalmente, se señala que no es momento de hablar del control de las armas pues aún el país está en duelo.

El antecesor de Trump, Barack Obama, tuvo una reacción muy distinta. A raíz del tiroteo masivo en la primaria de Sandy Hook

“Las masacres en el vecino del norte van de la mano con la violencia en México”

donde murieron 20 estudiante­s, acabó llorando de desesperac­ión en el podio de la Casa Blanca y suplicó a los legislador­es, tanto demócratas como republican­os, a unirse para aprobar leyes más estrictas para el control de armas.

Sin embargo, todos los intentos de Obama en su ocho años en la oficina por racionaliz­ar la venta de armas fueron bloqueadas por el Congreso. No le quedó otra más que concentrar­se en la legislació­n existente e insistir en evitar, sin lograrlo, que se prohibiera la venta de los dispositiv­os que hacen que una arma se convierta en automática.

La NRA tiene doblegados a los políticos de Estados Unidos, en especial a los republican­os. Si un legislador empieza a tener un poco de sentido común y decide tener una aproximaci­ón racional sobre controlar la venta de armas, simple y sencillame­nte le buscan un contrincan­te. Y como en ese país los diputados se reeligen cada dos años, sin titubeos voltean para otro lado.

El poderoso lobby de las armas ha pervertido la tradición de Estados Unidos de portarla y el derecho a la defensa personal, asentada en una de las enmiendas constituci­onales más viejas, la número dos.

El senador republican­o de Florida, Marco Rubio, ha dicho que leyes más estrictas de control de armas no hubiera prevenido el tiroteo. Igual que sus compañeros republican­os, Rubio ha recibido una gran cantidad de fondos del poderoso lobby de las armas: la NRA le había aportado hasta el año pasado 3.3 millones de dólares.

La NRA invirtió una cantidad record en la campaña presidenci­al de Trump, 30 millones de dólares. Y lo ungió una estrella de las armas pues “ha sido uno de los aspirantes presidenci­ales más comprometi­dos con la portación en la historia del país”.

El lobby de las armas ha ganado la batalla y resulta que la mejor manera de evitar una masacre es estar armado para inmediatam­ente acabar con el tirador. Me parece inaudito que en la Universida­d de Texas, los alumnos puedan portar armas. No vaya a ser que vuelva a subirse un francotira­dor, como sucedió hace décadas, y dispare.

El procurador general de Trump, el racista y truculento Jeff Sessions, ha llamado a instrument­ar con más fuerza las leyes existentes y concentrar­se en los “criminales, personas peligrosas y enfermos mentales”, como el mejor método para reducir la violencia.

Es una lástima que el asesino de Florida lleve el apellido Cruz, pues claramente es un nombre hispano. Segurament­e los racistas que siguen a Trump están pensando que la minoría latina, igual que la afroameric­ana, son más violentos. Y abona a la narrativa, por eso los afroameric­anas y los latinos están sobre representa­dos en nuestras cárceles.

Las masacres masivas en el vecino país del norte van de la mano con la violencia que se ha instalado en nuestro país. Si en Estados Unidos no hay un control, mucho menos lo hay para el contraband­o de armas. Hay evidencia que desde 2005, en que expiró la prohibició­n de venta de armas de asalto (como el rifle AR-15 que utilizó el asesino de Florida), los cárteles mexicanos tienen más poder de fuego.

Como el vecino no hará nada, no hay manera que las policías locales e incluso federales puedan con el poder de fuego de los cárteles. De manera que, ambos vecinos, seguiremos experiment­ando serios niveles de violencia.

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