El Financiero

Enredos de la reconstruc­ción en CDMX

- Salvador Camarena Opine usted: política@ elfinancie­ro.com.mx @salcamaren­a

En el primer documento formal del gobierno capitalino sobre cómo debía ser la reconstruc­ción por el terremoto del 19-S, la Asamblea Legislativ­a de la Ciudad de México aparece mencionada en sólo una ocasión.

Había transcurri­do una semana del sismo más destructiv­o en 32 años en la capital. La administra­ción Mancera dispuso que la Gaceta Oficial publicara el decreto, mediante el cual se crearían el Programa de reconstruc­ción y una Comisión para que el mismo llegara a buen término. En ese documento sólo se menciona a la Asamblea cuando se enuncia, en la última página, que el Ejecutivo impulsaría ante ese otro poder que “el ‘Programa’ a que se refiere el presente Decreto se convierta en Ley”.

Esa Ley para la reconstruc­ción se publicaría el 1 de diciembre. En ella los asambleíst­as se atribuían funciones: supervisar­ían y aprobarían proyectos de redensific­ación de vivienda, por ejemplo. Advertían además que harían comparecer al titular de la Comisión cada vez que quisieran, y que éste quedaba obligado a hacerles llegar reportes mensuales de sus actividade­s, incluido uno “sobre las erogacione­s y destino de los recursos del Fondo de Reconstruc­ción y una vez auditado por el órgano de control interno se integrará a la Plataforma CDMX”.

Hasta ahí la ley. Para entonces, el comisionad­o Ricardo Becerra llevaba cinco semanas en su puesto. Desde que fue nombrado el 26 de octubre, a Becerra se le vio hacer lo más importante, que era también lo más urgente: estuvo en contacto permanente, in situ, con los damnificad­os de todos los puntos de la capital.

Mientras tanto, en el presupuest­o para 2018, los legislador­es

“Merino, Katia y Becerra rechazaron ser comparsa” “La reconstruc­ción iba camino a convertirs­e en una pesadilla”

capitalino­s dispusiero­n que tres de ellos autorizarí­an, supervisar­ían, vigilarían e incluso propondría­n –esos cuatro verbos utilizaron– el ejercicio de más de 8,700 millones de pesos para la reconstruc­ción. En concreto, esas atribucion­es recaerían en Leonel Luna, Jorge Romero y Mauricio Toledo, diputados cuya fama los une y antecede.

Hasta aquí el recuento de algo que se había advertido: que la reconstruc­ción iba camino a convertirs­e en una pesadilla, y que la figura del comisionad­o estaba amenazada por la titánica tarea que suponía… y los intereses que enfrentarí­a.

Lo que no se pudo anticipar es el tamaño del contuberni­o entre Mancera y los diputados ya mencionado­s.

Porque no es cierto que lo que atestiguam­os desde el viernes, día en que comenzaron a darse renuncias a la Comisión –Becerra, Mauricio Merino, Katia D’artigues–, sea por una situación sorpresiva o inesperada.

Hace dos meses resultó evidente que Luna, Romero y Toledo se arrogaron la reconstruc­ción con atribucion­es de Ejecutivo; contaron para ello con la anuencia del no ejecutivo Mancera. El jefe de Gobierno pudo haber observado o rechazado la ley, o las condicione­s del presupuest­o para la reconstruc­ción. En vez de ello convalidó lo que le enviaron. Sólo hay dos explicacio­nes posibles: complicida­d o sumisión. ¿Sí, por cuál vota?

Tiene razón el diputado Luna cuando declara que Becerra no entendió su papel. Tenemos diputados-ejecutivos que se asignan todo para ellos y suponen que los demás acatarán sin chistar. Y varios comisionad­os quisieron trabajar para los damnificad­os, no para los diputados. Merino, Katia y Becerra rechazaron ser comparsa.

Por ello, no es cierto que la reconstruc­ción esté secuestrad­a por esos diputados. No pueden secuestrar lo que ya se habían agandallad­o.

Anoche, Mancera anunció una iniciativa de ley para modificar la disposició­n de los fondos de la reconstruc­ción, una más centraliza­da en el gobierno central.

Así conmemoram­os los cinco meses del 19-S. Con una nueva tarea burocrátic­a: la de reconstrui­r la Comisión para la reconstruc­ción.

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