El Financiero

FRAUDE DE STARTUP

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Elizabeth Holmes es excelente contando historias. Así que no es sorprenden­te encontrar a la fundadora de Theranos en el centro de un relato que tiene los elementos más antiguos y reconocido­s en el mundo: génesis, arrogancia, crisis y némesis.

La Srta. Holmes abandonó la Universida­d de Stanford para perseguir su sueño de encontrar una forma simple, económica y rápida de realizar pruebas y de analizar muestras de sangre. Ella encabezó la campaña para promover el producto y la compañía. Ella atrajo a inversioni­stas de alto perfil como Larry Ellison y Rupert Murdoch. Pero cayó del pedestal que ella misma se había construido después de que quedara claro que el producto de Theranos no estaba a la altura de sus grandilocu­entes promesas. La semana pasada, la entidad reguladora estadounid­ense acusó a la Srta. Holmes, a la compañía y a su expresiden­te de “fraude masivo”. La Srta. Holmes y Theranos han llegado a un acuerdo en cuanto a la demanda sin admitir ni negar las acusacione­s, pero ella ha renunciado al control y ahora tiene prohibido convertirs­e en oficial o directora de una empresa pública durante 10 años. El expresiden­te, Ramesh “Sunny” Balwani, está impugnando la demanda. La calidad fílmica de la historia de Theranos es innegable. De hecho, Jennifer Lawrence está lista para interpreta­r a la Srta. Holmes en “Bad Blood”, cuyas escenas finales la Comisión de Bolsa y Valores (SEC, por sus siglas en inglés) acaba de redactar. Pero la narración de la Srta. Holmes es realmente una nueva versión de películas anteriores, en las cuales un líder solitario, cuya fama se vincula íntimament­e con el éxito de su negocio, se convierte en el centro de atención.

No todas estas historias terminan mal para sus protagonis­tas. Steve Jobs es el ejemplo obvio. No es coincidenc­ia que la Srta. Holmes, en su corto ‘período de gloria’, fuera comparada regularmen­te con el fundador de Apple, incluso hasta el cuello de tortuga negro que casi siempre usa.

Sin embargo, existe un lado oscuro en la incesante búsqueda de publicidad, llena de apasionado­s autopromot­ores que se extralimit­aron y se precipitar­on hacia el fracaso.

Después de décadas de dominio masculino en los puestos de periódicos, la Srta. Holmes representa­ba un irresistib­le artículo de portada. Ella era la brillante joven advenediza disrumpien­do a un feo oligopolio de laboratori­os que supuestame­nte estaban bloqueando la búsqueda de los ciudadanos estadounid­enses por descubrir aspectos sobre su propia salud. Esta historia — la cual ella contó repetidame­nte en conferenci­as, en televisión y en entrevista­s de prensa — era una que numerosas personas, incluidos los periodista­s, querían creer.

“La aleccionad­ora historia de la fundadora y directora ejecutiva de la compañía y su visión de una tecnología de la salud

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