Sociedad civil y política pública
Recientemente cuestionamos a Andrés Manuel López Obrador por su expresión de desconfianza “a todo lo que llaman sociedad civil”. Lamentablemente, no está solo el candidato en esa visión. Me ha tocado leer documentos oficiales, en respuesta a una demanda, en la que un representante del SAT afirma que “ya son demasiadas” las organizaciones.
Me ha pasado con consejeros del INEE, con académicos del IISUE de la UNAM o del DIE del CINVESTAV, con articulistas y reporteros; la confusión y/o desdén no viene sólo de políticos profesionales. Y afloran dos preguntas que nos hacen con suspicacia y frecuentemente con anticipada descalificación: “¿qué no somos todos sociedad civil?” y “¿qué no todas las organizaciones son en realidad empresariales o políticas?” Respondamos: no, no todos somos sociedad civil. Todos somos ciudadanos, y por ello somos titulares de derechos inalienables, agentes libres y autorizados a participar en todo lo que corresponda a los fines comunes de la sociedad. Sin embargo, “sociedad civil” se refiere precisamente a la actividad de ciudadanos que explícitamente hacen uso de sus libertades de pensamiento, expresión y libre asociación para participar en el estudio, crítica, propuesta y solución de asuntos públicos, sin fines de lucro, sin usurpar las atribuciones de funcionarios, sin depender de su anuencia, aprobación o apoyo.
Ayer Mexicanos Primero cumplió once años de presencia pública. Sus méritos en la agenda del cambio educativo o su modelo de incidencia se van documentando en tesis de posgrado en el extranjero, o puede verse en el libro Civil Society in Education in Latin America (Routledge), coordinado por las profesoras Cortina y Lafuente de Teacher’s College. Pero un logro que nos enorgullece es sobrevivir en un ambiente hostil a la vida de sociedad civil. Kant escribió, en los umbrales de la Ilustración, que no se puede pretender cuestionar desde la sociedad civil a los agentes del Estado y asumir que no intentarán represalias; eso sigue siendo así, pero tal vez el reto principal será que los propios conciudadanos se acostumbren a que nuestra voluntad e inteligencia no se agotan con el voto, y que podemos y debemos seguir emplazando el resto de los días, y no sólo una estrepitosa tarde de domingo en julio.