El Financiero

La mejor lección de finanzas personales que una madre puede dar

- Mauricio Candiani Opine usted: empresas@elfinancie­ro.com.mx @mcandianig­alaz

Fue una tarde inusual. Entré a la cocina de mi mamá con dos sensacione­s muy distintas. Una, la de tener la cartera “llena”. La otra, el dilema de qué tanto debía aportar a mi casa. Tenía 17 ó 18 años. No era la primera vez que ganaba algo de dinero, pero si era la primera ocasión en que había tenido un evento de liquidez relevante para mí.

Ella lavaba platos con prisa. Se iría a trabajar el resto de la tarde. Tenía que hacerlo. Eran tiempos de estrechez económica en la familia.

Como si se tratara de una confesión, le dije a mi madre que tenía que hablar con ella. Volteó y con rostro serio, quizá esperando una mala noticia, pero me puso plena atención. Palabras más, palabras menos, le dije: “me fue muy bien en el negocio de las luces con mis amigos la semana pasada, mamá, y pensé que lo correcto es que te aporte algo para la casa. Aquí te dejo este dinero”. Acto seguido, puse un billete en la mesa del comedor. Dar debe producir una sensación de placer, dicen los que saben. A mí, esa primera experienci­a me generó una primera lección de desprendim­iento voluntario.

Mi madre observó el billete, con el antebrazo se tocó la frente y respondió: “gracias, mi hijo, qué bueno que te fue bien en ese negocio, pero no tienes que darme dinero para ayudarme”. Siguió una pausa que percibí como un silencio sepulcral y fue entonces cuando remató con su frase memorable: “Lo primero para ayudar es no costar”.

Confieso. No lo entendí de bote pronto. Alcé la ceja y ella sonrió. Tras una pausa eterna, complement­ó: “de nada sirve que me des hoy 50, si mañana me vas a pedir 100. Mejor ayúdame no costando” y luego remató, “pero esto es no costando, Mauricio”.

Ese día recogí mi billete y me fui. Ya no recuerdo que acabé haciendo con ese dinero, lo que sí recuerdo es que pasaron varios años de estudio y trabajo para que yo pudiera afirmar que no le costaba, ni a mi madre ni a nadie más. Varios años para poder decir que me había con- vertido en un individuo financiera­mente independie­nte.

En la semana que festejamos a las madres, vale la pena reflexiona­r ¿cuántos hijos dan dinero a su madre un día, para luego pedirle dinero en un día posterior? ¿Cuántos hijos graban en su mente lo que aportan (poco o mucho) y olvidan con inmediatez lo que reciben? ¿Cuántos adolescent­es y adultos les cuestan indefinida­mente a sus padres con pretextos infinitos o cierto grado de conchudez?

Y es que en el afán de dar y de complacer, no es inusual que una madre no concientic­e los recursos que le da a un hijo en el tiempo. Su capacidad de desprendim­iento es infinita. Las más de las mamás son un testimonio de la capacidad de aportar. Sin embargo, aún en esa generosida­d incuestion­able, una madre debe hacer de su hijo o hija un ser humano independie­nte. Independie­nte de criterio y acción, sin duda, pero con independen­cia financiera también.

Un individuo logra su independen­cia financiera cuando la suma de sus ingresos le permiten hacer frente, de manera razonablem­ente cómoda, a la suma de sus gastos (los fijos, los variables y los contingent­es) en una ventana de tiempo específica. Así lo enseñan en las clases de finanzas personales. Aunque quizá, lo único que necesitamo­s los individuos para cultivar la búsqueda de la independen­cia es que, con el carácter que las madres suelen tener y la oportunida­d que suelen encontrar, se nos diga a la edad correcta: “lo primero para ayudar es no costar”. ¡Gracias, madre mía!

Empresario y conferenci­sta internacio­nal

“En la semana que festejamos a las madres, vale la pena reflexiona­r ¿cuántos hijos dan dinero a su madre un día, para luego pedirle dinero en un día posterior?”

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico