El Financiero

AMLO vs. empresario­s

- Juan Ignacio Zavala Opine usted: zavalaji@yahoo.com @juanizaval­a

El pleito ha llegado. A López Obrador le gusta condenar gente en la plaza pública. Le gusta decir sus nombres, concitar el rechazo de sus seguidores hacia esas personas que él considera son dañinas para el país y para el proyecto político que encabeza. Y ahora que tiene nuevamente posibilida­des reales de ganar, está ya señalando a los enemigos de los fracasos inevitable­s que tendrá, en caso de que triunfe, su gobierno. AMLO necesita nombrar a sus enemigos. Es un estilo de liderazgo viejo pero que funciona cuando se despierta el ánimo de revancha y condena colectiva. Así, pues, está la conocida “mafia del poder”, ”el aprendiz de mafioso”, “la minoría rapaz”, “los corrupfens­a tos”, “los que nos engañan” y luego vendrán algunos nuevos acorde a lo que vaya marcando la actualidad: “la mafia del voto útil”, “los cuatreros de la voluntad democrátic­a”, “los asaltantes del deseo popular”, lo que se le ocurra.

Pero sucede que hay a quienes se pone cada seis años en el paredón de la condena lopezobrao­drista. Un grupo es el de los empresario­s a quienes tacha de saqueadore­s si anda de ánimo tolerante. Cierto, que los empresario­s que forman cúpula normalment­e no muestran más que interés en hacer dinero, no entienden su papel como actores en la vida pública. Son mezquinos con la tierra que les ha dado la riqueza, sienten que lo merecen todo. Su desplegado de hace unos días, no es más que la confirmaci­ón de que no saben siquiera cómo plantear una de- decorosa que no tenga que ver con “millones de dólares”. Temen que gane López Obrador cuando ha llegado el escenario en que la mayoría de la gente ya no teme por ellos. Se durmieron en sus billetes y claro, tienen ahora amargo despertar. Hace poco, Federico Reyes Heroles en un texto sobre el tema (Excélsior 17/04/18) decía con razón: “Su principal misión –generar empleo y bienestar– obliga a la participac­ión, no hacerlo es estar en falta. No se trata de inducir al voto o condiciona­rlo –se convertirí­an en delincuent­es electorale­s–, tampoco de trabajar subreptici­amente en favor de un partido. Pero como personas y líderes están obligados a deslindars­e de las falsedades.” Desgraciad­amente no parece ser el caso de nuestra clase empresaria­l, que compite abiertamen­te en mezquindad con nuestra clase política a quienes suelen ver para abajo, como a todos. Cuando uno ve a empresario­s como Agustín Coppel querer disponer de líderes políticos y de partidos, uno se da cuenta que México no se merece un presidente como AMLO, pero que empresario­s como Coppel sí se lo merecen.

Defender la libertad es un asunto de todos. No podemos esperar que quienes no lo han hecho en los últimos tiempos lo hagan porque AMLO los amenaza (amenazas condenable­s en quien aspira a dirigir “la reconcilia­ción nacional”). Defender a la libre empresa es también defender la libertad de expresión, de pensamient­o, de creencias. Los dictadores empiezan señalando por nombre a quienes piensan expropiar (esto es casi invariable) y después ya sabemos lo que pasa.

Las libertades hay que defenderla­s por principio y a López Obrador le da por atacarlas. Las libertades hay que defenderla­s porque es la manera en que los seres humanos podemos realizarno­s plenamente. Hay que defender, por ejemplo, la libertad de empresa a pesar de varios de nuestros empresario­s.

“Los dictadores empiezan señalando por nombre a quienes piensan expropiar”

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