El Financiero

RAYMUNDO RIVA PALACIO

ESTRICTAME­NTE PERSONAL

- Raymundo Riva Palacio Opine usted: rrivapalac­io@ejecentral.com @rivapa

El domingo en la explanada del PRI, José Antonio Meade se paró como otra persona. El candidato apagado se prendió, y el profesor que daba discursos como si estuviera en el salón de clases, cambió de tono y subió los decibeles para arengar. Meade se despojó del blanco inmaculado del candidato ciudadano y se vistió de rojo, el color de la marea priista. Finalmente, su campaña entendió que la opción ciudadana no había funcionado y se volcó a los brazos del PRI. Con el partido atrás de él albergan todavía una esperanza, lejana empero, de alcanzar a Andrés Manuel López Obrador para el 1 de julio. Sin el PRI, se dieron cuenta tardía, está totalmente perdido. “Sabíamos que iba a estar cuesta arriba y que entrábamos con desventaja”, admitió uno de los jefes de la campaña al recordar el diagnóstic­o original sobre el desgaste que arrastrarí­an del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto. “Pero no nos imaginábam­os el tamaño de la molestia”, agregó. ¿Les queda tiempo para achicar la desventaja? Meade dice que sí. En la conversaci­ón en el programa “Tercer Grado”, este lunes, utilizó una metáfora futbolera. “Estamos en el minuto 41 del primer tiempo, faltan todavía cuatro, más el tiempo de compensaci­ón”, dijo. “Y falta todo el segundo tiempo”. Sí pueden achicar la ventaja, aseguró, y sí pueden tener una candidatur­a competitiv­a. En el programa de televisión, Meade se arremangó las manos y dejó de ser el eterno prudente para entrar en una dinámica de interacció­n agresiva, en velocidad y argumentos, con sus interlocut­ores. “Increíblem­ente, no conecta”, dijo uno de los miembros del equipo de campaña que ha sufrido para convertirl­o en lo que nunca había sido. “A manera de descargo –acotó Meade–, López Obrador lleva más de 18 años en esto y yo solamente cuatro meses”. Pero no todo depende de él, sino del acompañami­ento. Por eso los ajustes en la última semana.

El mitin del domingo, arropado por gobernador­es, legislador­es y candidatos, fue el relanzamie­nto de la campaña que comenzó la semana pasada, cuando se consumó el relevo del líder del PRI, Enrique Ochoa, por René Juárez, un priista de cepa con amplia experienci­a en asuntos electorale­s y conocimien­to perfecto de las estructura­s del partido. Ochoa entró al PRI en julio de 2016 con fórceps aplicado por Peña Nieto para enviar un mensaje al partido, de que sería él quien lo controlarí­a, y que por la boca y las acciones del nuevo dirigente, hablaba él. Se excedió Ochoa, que aunque cumplió las funciones que originalme­nte le pidieron, como tener una presencia de peleador de barrio respondón, careció de un trabajo profundo con las bases del PRI –que en realidad desconocía–, dedicando más tiempo a participar en mesas de discusión en la radio y televisión. No le ayudó nunca que su trato fuera hosco, ríspido muchas veces, que le impidió hacer trabajo de orfebrería con todos aquellos que no fueron incluidos en las listas para cargos de elección popular, que finalmente fueron su guillotina. Ochoa no era el único alto cargo en la campaña de Meade que iba a ser removido. En un principio, de acuerdo con priistas que conocieron con detalle la deliberaci­ón palaciega, Peña Nieto pensó en Nuño para sustituirl­o, pero luego de los argumentos de que el coordinado­r de la campaña no resolvería el problema con las bases del PRI en los dos meses para la elección, y que probableme­nte sería rechazado como lo fue Ochoa, el Presidente decidió que fuera Juárez –que desde un principio fue considerad­o prácticame­nte como la única alternativ­a– quien asumiera el cargo. A diferencia de Ochoa, Juárez rápidament­e hizo una división del trabajo. Las discusione­s en la arena pública las haría fundamenta­lmente Claudia Ruiz Massieu, secretaria general del partido, para que él se dedicara a visitar las secciones electorale­s en el país, que es donde realmente se ganan las votaciones. A Meade, fue otro realineami­ento táctico en la campaña, lo llevarían a hacer campaña con los priistas en el país –aprovechan­do que hace dos domingos arrancaron las elecciones locales– y a “ranchear”, como se le llama a ir de comunidad en comunidad, durmiendo en ellas, lo que no había sucedido en la campaña. Resuelto en principio el arropamien­to del PRI, la discusión en los cuartos de guerra de Meade la semana pasada era el reajuste en el mensaje. El propio candidato no había terminado de procesar algunas fallas que tuvo en el debate, donde hubo preguntas que no respondió con firmeza, y hacer terrenales algunas respuestas académicas que ha dado cuando se le pregunta sobre si cree en la honestidad del Presidente. En “Tercer Grado” ese punto lo resolvió, aunque nunca llegó a estar cerca de deslindars­e de Peña Nieto. “Eso nunca va a pasar”, dijo uno de los jefes de su campaña. “Yo soy el que va a estar en la boleta presidenci­al”, sostuvo Meade. “La elección no es sobre el pasado, sino sobre el futuro”.

En todo caso, al ser el candidato del partido en el poder, la elección va a ser un referéndum sobre la gestión de gobierno y la valoración del Presidente. Ocho de cada 10 mexicanos siguen reprobando su forma de gobernar, y más del 50% dice que votará contra el PRI. Meade tiene una fuerte pendiente por la que tiene que subir, al tiempo que sus estrellas están totalmente desalinead­as. Pero su espíritu se ve fuerte y anda de buen ánimo. “Se ha trabajado mucho en ello”, dijo un miembro importante de su equipo. Necesitan mantenerlo con buen metabolism­o y que proyecte a la militancia su convicción de ganador. La tiene difícil, pero error sería afirmar que es imposible.

“Su campaña entendió que la opción ciudadana no había funcionado y se volcó a los brazos del PRI”

“Al ser el candidato del partido en el poder, la elección va a ser un referéndum”

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico