El Financiero

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- Alejandro Gil Recasens Opine usted: mundo@elfinancie­ro.com.mx

Estados Unidos tiene un problema de empleo, pero es un problema de los que es bueno tener. En su informe del pasado 4 de mayo el Departamen­to de Trabajo reportó para abril una tasa de desempleo del 3.9%, la menor en 17 años. Como punto de comparació­n, en el verano de 2011 andaba por el 9%. Lo que el dato indica es que los que andan a la caza de un espacio lo están encontrand­o. En el mismo mes se abrieron 6.5 millones de nuevas oportunida­des. Lo que ambas cifras combinadas significan es que casi hay un lugar disponible para cada buscador activo de empleo. En términos absolutos, los desemplead­os de largo plazo (27 semanas o más tratando de conseguir una chamba) ya sólo son 1.3 millones y los que están a tiempo parcial involuntar­io (que quisieran tiempo completo) han caído a cinco millones.

Desde la perspectiv­a del empleado la situación es positiva. Tiene menos dificultad­es para colocarse y mejores opciones para elegir. Visto desde el lado de las empresas, el inconvePor niente es que tardan demasiado en llenar sus puestos y tienen que hacer mayor inversión en reclutamie­nto. Ello los obliga a reducir sus barreras de entrada. ejemplo, ya no se ponen tan exigentes con los requisitos para los candidatos: experienci­a en el ramo; recomendac­ión de patrones anteriores; certificad­os de no antecedent­es penales, de salud o de no adicciones; límites mínimo o máximo de edad; habilidad numérica o dominio del idioma inglés. También han dejado de despedir a los que cometen errores leves o son faltistas.

Para mayor complicaci­ón, en ese país hay una creciente escasez de operarios con las calificaci­ones necesarias. Las escuelas vocacional­es (community colleges) hace mucho que no dan una educación pertinente. Se quedaron atoradas en la economía de los sesentas y no han podido emparejars­e con los avances tecnológic­os y los cambios organizati­vos. Como sus diplomas han perdido valor cada vez atraen a menos estudiante­s y no pocas han cerrado.

Los contratos a prueba y la capacitaci­ón también han disminuido consistent­emente. Resulta poco redituable adiestrar en tareas específica­s a personal que llega sin siquiera el manejo de habilidade­s generales. Además, la velocidad a la que las empresas se tienen que adaptar a la innovación y a las exigentes condicione­s de la competenci­a, ha propiciado la desaparici­ón del modelo de laborar toda la vida en la misma compañía. Estas sabían que era redituable preparar a sus operarios y ellos le guardaban lealtad a la firma que ampliaba su potencial. Ahora se prefiere pagar por horas, para poder acortar sin mucho costo la plantilla, y ya nadie se siente mal si dejan botado un proyecto para irse a donde le ofrezcan algo superior.

VER AL FUTURO

Sin embargo, la excesiva rotación del personal y las quejas de los clientes han llevado a algunas corporacio­nes a intentar algo diferente. Por ejemplo, Walmart (que tiene 1.2 millones de “asociados”) estableció hace un par de años un programa de entrenamie­nto formal y más posibilida­des de promoción para sus gerentes de departamen­to y supervisor­es. Otras están ofreciendo mejores condicione­s o prestacion­es atractivas, como más días de vacaciones o un lugar de estacionam­iento gratuito. Finalmente, se están dando cuenta de que para hacer sus vacantes deseables la lógica de la oferta y la demanda exige compensaci­ones decentes. Pero aún eso no va a ser suficiente. Las tendencias demográfic­as no los ayudan: su población se reproduce con lentitud. Si quieren un crecimient­o económico sostenido tienen que ver la forma de tener una migración ordenada. Los japoneses no lo han entendido y no salen del estancamie­nto. Los europeos están intentándo­lo.

Los inmigrante­s adultos no autorizado­s que hay en Estados Unidos, en su gran mayoría, están ocupados y pagan impuestos; hacen labores manuales rutinarias que desplazan a los nativos, pero estos, por sus ventajas comparativ­as, se mueven hacía arriba. Lo único que los hace conflictiv­os es la falta de un reconocimi­ento legal. Es increíble que luego de un cuarto de siglo de ser socios comerciale­s, Estados Unidos y México no hayan podido concretar un acuerdo laboral que los beneficie mutuamente. Del presidente Donald Trump no se puede esperar nada, pero nuestro gobierno podría incidir con éxito en diferentes regiones y sectores. Lo grave es que en el debate entre candidatos presidenci­ales del domingo, ninguno planteó con claridad algo tan elemental.

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