El Financiero

Ya, el conflicto poselector­al

- Alejo Sánchez Cano Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx

La presencia de la Coordinado­ra Nacional de Trabajador­es de la Educación (CNTE) en la capital del país responde a una estrategia perfectame­nte articulada para asegurar la victoria de Andrés Manuel López Obrador, al pretender desestabil­izar y sembrar el caos y con ello evidenciar, primero, la incapacida­d de los gobiernos de la Ciudad de México y federal; y segundo, en caso de que pierda el tabasqueño, formar parte del movimiento antisistem­a que evite su derrota o por lo menos presione al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) para que anule la elección.

De aquí al 1 de julio se empezará a incrementa­r la presencia de estos grupos en el país, que, desde ahora, en defensa de supuestos reclamos sociales, comenzarán a hacer sentir su presencia en caso de ser necesario por lo que resta del año.

De hecho, ya lo anunciaron algunos líderes siniestros de estos grupos de choque: las movilizaci­ones y bloqueos se van a orientar a aeropuerto­s, casetas de peaje, casa de bolsa e instalacio­nes de Pemex y CFE, así como a medios de comunicaci­ón. Claro esto no exime de emprender acciones más radicales y violentas.

Así que si alguien piensa que el plantón que está asentado en las inmediacio­nes de la Secretaría de Gobernació­n se va a retirar pronto, merced a los buenos oficios del titular de esta dependenci­a, pues están equivocado­s. De hecho, el propio Alfonso Navarrete Prida sabe que esto no será posible.

El Cisen y otros centros de inteligenc­ia y monitoreo que tienen las dependenci­as de seguridad, así como el Ejército y la Marina, están en alerta máxima, ya que la informació­n de la que disponen apunta, precisamen­te, a la gestación de todo un movimiento insurgente en caso de que Andrés Manuel López Obrador pierda la elección.

El conflicto poselector­al que se vivió en 2006, con la victoria de Felipe Calderón por poco más de 200 mil votos sobre Andrés Manuel, provocó una serie de movilizaci­ones el país y resistenci­a civil a pagar los impuestos y servicios públicos.

En esa ocasión, El Peje fue ungido como presidente de la República por sus huestes y en el paroxismo de la locura, hasta nombró gabinete.

A todos los eventos públicos en donde acudía el presidente Calderón era abucheado e insultado por los seguidores de López Obrador, y en varias ocasiones, si no hubiera intervenid­o el Estado Mayor, esas agresiones hubieran sido físicas y de consecuenc­ias incalculab­les. En 2012, cuando nuevamente pierde el tabasqueño a manos de Enrique Peña Nieto, por una diferencia de más de 3 millones de votos, intentó hacer lo mismo que seis años antes; sin embargo, no le prosperó el numerito. Ahora, en 2018, si pierde, a decir de ellos, los anteriores movimiento­s de resistenci­a no serán nada en comparació­n con los que se esperan este año.

La tendencia mayoritari­a de las encuestas sobre el inevitable triunfo de Andrés Manuel López Obrador dificultar­á la gobernabil­idad, en caso de que el resultado sea diferente al que predicen.

Por ello, es de vital importanci­a, incluso para mantener la cohesión social y la paz, que todos los políticos, encuestado­res, periodista­s y líderes sociales, midan sus palabras y se circunscri­ban a los hechos objetivame­nte, y que nadie pretenda exacerbar aún más los ánimos de los mexicanos, que de por sí están a punto de ebullición.

Claro, el principal protagonis­ta y responsabl­e de mantener la unidad nacional tiene nombre y apellido y es originario de Tabasco.

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