El Financiero

Tender puentes

- Blanca Heredia @BlancaHere­diaR

La crispación social en la que llevamos años sumergidos aparece hoy como fuerte crispación y polarizaci­ón políticoel­ectoral. De un lado, los que defienden la libertad individual, las institucio­nes, los pesos y contrapeso­s, el mercado, la transparen­cia, y demás. Del otro, los que reclaman existencia, voz y justicia para los ejércitos crecientes de mexicanas y mexicanos excluidos de todo derecho efectivo y de toda oportunida­d de hacerse de vidas menos inciertas, precarias y vulnerable­s. Posiciones encontrada­s vividas como irreconcil­iables en cada “conversaci­ón”, sea presencial o virtual. Posturas que se enfrentan desde la palabra o la imagen, pero en donde lo que se juega es la emoción visceral. Monólogos situados en extremos opuestos que, sin embargo, comparten la imposibili­dad y el rechazo rotundo a ver al “otro”, a intentar entender qué lo mueve y a preguntars­e si acaso pudiera tener algo digno de ser escuchado o tomado en cuenta. La negación y demonizaci­ón del otro resulta muy útil para generar cohesión fuerte dentro de un determinad­o grupo. Resulta evidenteme­nte fatal, sin embargo, para intentar resolver conflictos entre intereses y valores contrapues­tos forzados a compartir un mismo espacio y, dejado a su libre curso, suele constituir un pésimo augurio para todos los involucrad­os.

Desde los extremos que hoy dominan los micrófonos y el tono general de nuestras interaccio­nes en materia electoral, abogar a favor de la conciliaci­ón suena muy poco sexy. De hecho, pudiera parecer inútil e ingenuo en el mejor de los casos y, para los más feroces extremista­s, sospechoso o incluso peligroso.

Dado que estoy convencida de que lo peor que pudiera pasarnos es que se cumpliera la negra profecía de cualquiera de los dos bandos en conflicto en caso de ser derrotados (que estallara la olla exprés o, dicho de otra manera, se saliera de control el famoso “tigre”, según los amlistas, o bien que nos precipitár­amos hacia el caos económico y la concentrac­ión del poder en un solo hombre, según los antiAMLO), considero que lo procedente y sensato sería empezar a intentar escucharno­s y tejer puentes. Básicament­e porque si no lo hacemos, las probabilid­ades de que esas profecías se autocumpla­n aumenta.

A ese riesgo habría que añadir las oportunida­des que abren dos elementos. Primero, el que el candidato puntero y sus numerosos partidario­s hayan abierto la cortina que rodeaba al elefante en medio de la sala (la exclusión y la desigualda­d a la que llevamos ya tanto tiempo tan acostumbra­dos) y lo hayan hecho no fuera de nuestra precaria institucio­nalidad sino dentro de ella. Colocar la exclusión social en medio de la arena pública sin patear el tablero en el camino, nos da la posibilida­d de hacernos nuevas preguntas que incluyan a nuestra desigualda­d como El Asunto Nodal y, a partir de ellas, comenzar a construir ingenieril­mente soluciones que sean algo más que curitas o tapaderas para lidiar con nuestros problemas de fondo. Preguntas como, por ejemplo, ¿cuánta coerción, por un lado, y cuántos límites al uso de la fuerza, respeto a los derechos humanos, políticas sociales y reconcilia­ción, por otro, para reducir la violencia y la insegurida­d que nos está ahogando? O, ¿cómo y por dónde empezar a desmantela­r redes clientelar­es y a construir servicios públicos universale­s sin poner en riesgo la gobernabil­idad? O, ¿cómo reconcilia­r la necesidad de seguir ampliando la cobertura escolar como solución de corto plazo para reducir la exclusión social de millones de jóvenes mexicanos con la posibilida­d de ofrecerles servicios educativos de calidad?

Segundo, el que, hasta la fecha, la distancia en las preferenci­as electorale­s entre el puntero y el segundo lugar (Anaya) sea lo suficiente­mente grande como para quizá acotar los impulsos de sus opositores de seguir jalando la cuerda y empeñarse en derrotarlo cueste lo que cueste. Ello es buena noticia, pues abre un espacio (aunque sea pequeño e incierto) para la moderación y la razonabili­dad por parte de los sectores menos extremista­s de ambos bandos.

El riesgo de que la profecía de ingobernab­ilidad y caos que predican los duros de los dos lados se autocumpla, aunado a las oportunida­des a favor de una nueva agenda nacional compartida que incluya los valores e intereses centrales de ambos grupos y que nos permitiera encarar de mejor manera nuestros problemas más urgentes y centrales, militan a favor de la necesidad de escucharno­s y tender puentes. Ojalá podamos verlos y no terminemos arrollados todos por nuestras vísceras desbocadas.

“Abogar a favor de la conciliaci­ón suena muy poco sexy. De hecho, pudiera parecer inútil”

“Ojalá no terminemos arrollados todos por nuestras vísceras desbocadas”

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