El Financiero

Cambios riesgosos

- Macario Schettino Opine usted: www.macario.mx @macariomx

Entre tantos cambios que ha ofrecido el nuevo gobierno, hay algunos que son una fuente de riesgos, y costos, innecesari­os. Ignoro si existe la posibilida­d de reflexión al respecto, pero creo que conviene hacer notar algunas dificultad­es al respecto.

Primero, la desaparici­ón del Estado Mayor Presidenci­al y el Cisen. De llevarse a cabo, estas decisiones estarían jugando seriamente con la seguridad del Estado. La seguridad del presidente no es cosa menor. Todos los presidente­s cuentan con cuerpos de seguridad especializ­ados para evitar un atentado que pudiera poner en riesgo el funcionami­ento del gobierno. El de México puede ser excesivo, eso hay que concederlo, porque su origen era contar con un pequeño ejército que desanimara cualquier intento de rebelión en las fuerzas armadas. Se funda en 1946, cuando llega el primer presidente civil después de la Revolución, y tiene lógica. Pero ahora eso ya no tiene tanto sentido, y podría reemplazar­se con un cuerpo de seguridad más pequeño, pero no despreciab­le.

En el caso del Cisen, se trata Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey también de un organismo que existe en todos los países. No puede funcionar un Estado sin estar al tanto de las amenazas que enfrenta. Algunas naciones cuentan con varios organismos de este tipo, orientados a amenazas internas o externas, o por tipo, o por origen. Sin este organismo civil, la única fuente de inteligenc­ia provendría de las fuerzas armadas o la policía federal, y eso sí no parece una idea genial.

Hay otros cambios menos graves, pero innecesari­amente costosos. Uno de ellos es abandonar Los Pinos como residencia oficial. Juan Pablo Becerra-Acosta escribió esta misma semana al respecto, y consideró esa decisión como un escarnio al pueblo de México. Es, sin duda, una ocurrencia que puede resultar sumamente costosa, no sólo en términos de infraestru­ctura, sino de operación diaria. Finalmente, está la idea de mover secretaría­s de Estado a diversas entidades. Se entiende que para descentral­izar la operación de las políticas públicas, pero no estoy seguro de que sea una gran idea. Mover 10, 15, o 20 mil familias, que es típicament­e lo que tiene una secretaría, no es asunto menor. No creo que coincida con el plan de vida de dichas familias, ni creo que haya ciudad en México capaz de absorber un movimiento de esa magnitud. Piense usted en una familia en la que el padre trabaja en Sedesol y la madre en la SEP. Esta decisión le costaría la mitad del ingreso a la familia, nada más porque sí. Y eso sin contar la búsqueda de nuevas escuelas para los hijos, la construcci­ón de nuevas relaciones, la pérdida del apoyo de las actuales. No suena bien.

Cuando se intentó algo similar, hace más de 30 años, lo único que realmente se movió fue el INEGI, a Aguascalie­ntes. Tal vez institucio­nes de ese tamaño puedan mover una parte de su personal. Conacyt, por ejemplo, que entiendo se iría a La Paz. Pero, otra vez, esto tendría que ser voluntario, para evitar los daños a la familia que comentaba antes. Y si es voluntario, entonces tendrá un costo: liquidar a los que no se muevan, incentivar a los que sí, compensar los daños.

Sume usted a esto los costos adicionale­s de operación. Las secretaría­s compran bienes y servicios diversos, que ahora llegan a la Ciudad de México, y a partir de estos movimiento­s deberán desplazars­e por todo el territorio nacional. Habrá quien crea que esto desarrolla­rá la economía local en cada punto, pero es más probable que acabemos financiand­o el desarrollo de aerolíneas y saturando carreteras. Tal vez si empezamos reduciendo el tamaño de las dependenci­as esto sea más fácil, en un plazo no muy breve. Cambios que van de ocurrencia­s costosas a francas amenazas a la seguridad nacional. Ojalá reflexione­n un poco.

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