Voces priistas
Sin sorpresas, pero con dignidad. Con la seguridad bien puesta en que el revés no significa la extinción. Con la mirada fija de que lo urgente, ahora, es la unidad y después la reconstrucción.
Eso dicen algunos priistas de cepa, de toda la vida, de esos que han sido diputados locales, presidente municipales y después la distinción de convertirse en legisladores federales, diputados, senadores. Esos que saben lo que significa hacer campaña, recorrer pueblo, hablar con la gente, mantener el contacto con las organizaciones. Un exgobernador y jerarca priista emite el diagnóstico preciso: “Nos ganó la soberbia; nos derrotó la arrogancia; se nos olvidó que todo esto procede sólo del voto, del respaldo y el apoyo de la gente, de la simpatía de los electores”, sentencia con un rostro de ceños y largos silencios. Revisar los números del PRI después del recuento del INE, resulta una bofetada sonora en el sello tricolor. La aplastante derrota, la comprobación de que hasta en los más “consagrados” reductos del priismo nacional (Atlacomulco, Agualeguas, Caborca, y otros emblemáticos) les fueron arrebatados por Morena –en su mayoría– los cargos básicos y elementales.
El PRI fue barrido en Tabasco, apaleado en Veracruz, casi eliminado en Sonora, arrinconado en el Estado de México.
No hay pretextos, no hay espejos que difuminen el tamaño de las faltas, escondan la dimensión de la derrota. Es brutal.
Lo reconocen, lo aceptan. “Nos olvidamos de que las campañas y la movilización ciudadana no se hace cada 5 o 6 años, cada que hay elecciones; hay que mantener el contacto con la gente; nos olvidamos de que esto no se hace con lana, como dicen los nuevos priistas; se hace ahí, con la gente, en el diálogo de los problemas, en la búsqueda de soluciones; a la antigüita”, pronuncia como tesis a título de suficiencia el mismo jerarca priista.
La distancia de los priistas del poder, del equipo gober- nante, produjo la sensación de abandono, de vacío. Un sentimiento de orfandad invadió a múltiples organizaciones de barrio, vecinales, laborales, que por años estuvieron ligadas al PRI. “Cuando llegamos a verlas ahora en la campaña –afirma un exdiputado federal del norte– ya estaban con Morena; fue demasiado tarde”.
El PRI perdió la brújula con un líder no priista y un discurso de renovación, de combate a la corrupción, de rendición de cuentas. Tal vez era el mensaje correcto, pero no fue envuelto, presentado de forma adecuada. El PRI ofendido por los Duartes y los Borge, los hampones juveniles amparados desde el poder, también empujaron a miles de simpatizantes a buscar otras opciones.
El problema con lo que viene –dice el exdiputado– es que “el grupo gobernante entienda que su momento pasó y el resultado es adverso; deben retirarse de los órganos del partido, hacerse a un lado para permitir el surgimiento de una nueva dirigencia que no esté sometida a un gobierno que se va, y que perdió”. No será fácil para el PRI refundar su organización, revisar las causas de la derrota, hacer a un lado la arrogancia de quienes aseguraban “tenemos todo bajo control”. El punto es ¿desde dónde? –se preguntan. ¿Evaluamos a Manlio? ¿Evaluamos a Peña y su equipo, a Ochoa? Tal vez sea necesario irse más para atrás, con un auténtico espíritu de refundación, de revisar principios, ideología, posturas económicas. ¿Qué es el PRI? Preguntamos los periodistas los últimos 30 años. El PRI es lo que el poderoso en turno quiere que sea, abrace las causas del momento, adopte la ideología socialdemócrata, neoliberal, reformista que la coyuntura demande. El PRI es ese viejo dinosaurio que pretende adaptarse contranatura a nuevos tiempos y ecosistemas, cuando tal vez, lo que verdaderamente necesite, sea reinventarse por completo.
Vendrán los debates y las reuniones, los encuentros y las convocatorias. Lo que quieren evitar ahora es una diáspora que se vaya en busca de nuevas rutas y caminos, como aquella inicial Corriente Democratizadora de los 80, cuyo impacto y resultados son hoy por todos conocidos.
“Si los de arriba entienden, el PRI será capaz de reconstituirse y restablecer su vinculación ciudadana; si no es así, tendremos un ocaso áspero y doloroso”, concluyen algunos de los exlegisladores.
“No hay pretextos, no hay espejos que difuminen el tamaño de las faltas, escondan la dimensión de la derrota. Es brutal”
“Si los de arriba entienden, el PRI será capaz de reconstituirse y restablecer su vinculación ciudadana”