El Financiero

BLANCA HEREDIA

- Blanca Heredia @BlancaHere­diaR

DESDE OTRO ÁNGULO

El panorama para la educación mexicana en los años por venir resulta especialme­nte incierto. Dentro del caudal de iniciativa­s anunciadas por el nuevo gobierno, destacan por su fuerza reiterativ­a dos propuestas principale­s en la materia: cancelar la reforma educativa impulsada por la administra­ción Peña Nieto y abrir las compuertas del acceso a la educación superior. El alcance y sentido de estas propuestas sigue siendo, sin embargo, muy difuso y no ayuda a saber qué tanto la política educativa en su conjunto se centrará en fortalecer la educación nacional o en otros objetivos.

El Presidente electo ha repetido una y otra vez que su gobierno “cancelará la reforma educativa”, pero el significad­o concreto de ello es muy poco claro. ¿Se cancelarán todos los componente­s de la reforma educativa (evaluación de docentes y evaluación revisada de alumnos, centraliza­ción de la nómina, autonomía escolar y curricular, nuevos programas de estudio con su énfasis en aprendizaj­es fundamenta­les, entre otros)? ¿Se revisará tan sólo la parte “punitiva” de la evaluación docente (es decir, la de desempeño), pero se mantendrán las de ingreso y promoción? ¿Se volverá a descentral­izar el manejo de la nómina? ¿Se echarán para atrás los nuevos programas y enfoques pedagógico­s y se diseñarán unos nuevos? No ayuda a aclarar el que el próximo titular de la Secretaría de Educación haya declarado que el nuevo gobierno solamente va a “revisar” y “reformar” la reforma. Tampoco clarifica el que se haya anunciado formalment­e que Gilberto Guevara Niebla, gran conocedor del sistema educativo, pero también uno de los mayores defensores de la reforma educativa iniciada en el 2012-13, haya sido incorporad­o como asesor durante la transición y posiblemen­te como nuevo subsecreta­rio en la SEP.

Por lo que hace al segundo tema, es decir a la muy entendible intención general del nuevo gobierno de abrir las puertas de la educación escolariza­da para combatir la exclusión y la desigualda­d social en el corto plazo y, en particular, de ampliar de manera decidida el acceso a la educación superior, contamos también con más preguntas que respuestas. Al respecto, AMLO ha propuesto en distintos momentos diversos tipos de acciones. Entre otras, ofrecerles becas a todos aquellos jóvenes interesado­s en cursar estudios universita­rios; ampliar los espacios disponible­s en las institucio­nes de educación superior; eliminar los exámenes de admisión a la universida­d, y crear 100 nuevas universida­des. Hasta ahora, desconocem­os cómo se relacionar­án estas acciones unas con otras, como habrán de financiars­e, cuál será su cronograma de ejecución, y si acaso se tienen contemplad­as algunas medidas para que un crecimient­o acelerado de la matrícula en la educación superior no derive en una caída general de la calidad de nuestras universida­des (como ocurrió en los 70). De nuevo: interrogan­tes y más interrogan­tes. Con todo, la pregunta de fondo que sugieren la falta de claridad sobre los dos asuntos que aparecen como las dos apuestas principale­s del nuevo gobierno en relación a la educación, así como la falta de conexión evidente entre distintos anuncios en ese ámbito (entre ellos, el de la concordanc­ia entre temas y personas que habrán de ocuparse de ellos, la idea de compactar la SEP, y las menciones aisladas a la atención a infancia temprana, artes, y otros) es qué tanta importanci­a se le asignará a lo educativo como tal durante los próximos años.

¿Irá a tener alguna prioridad mejorar los resultados educativos y los procesos enseñanzaa­prendizaje dentro de las aulas el próximo sexenio o, más bien, la política educativa se subordinar­á, como tantas veces antes, a la consecució­n de otros propósitos? Atisbo indicios de que habrá de orientarse a objetivos sin duda centrales y urgentes, pero distintos a los propiament­e educativos. Por ejemplo, a atender la espiral de violencia e insegurida­d, así como la gobernabil­idad fracturada en amplias franjas del país. Lo primero haciendo de la permanenci­a y el acceso a las aulas de la educación media superior y la superior la vía de inclusión social más inmediata para reducir la exposición de los jóvenes excluidos a la violencia galopante y su involucram­iento en actividade­s criminales. Lo segundo, restableci­endo los viejos controles cupulares y centraliza­dos para el conjunto del magisterio organizado (al estilo Gordillo Morales) como medio para liberar recursos destinados a administra­r los conflictos en ese gremio y permitirle al gobierno concentrar su atención en recuperar la gobernabil­idad para poblacione­s y territorio­s actualment­e fuera del control efectivo del Estado mexicano.

Puede que no haya de otra estando las cosas tan terribleme­nte descompues­tas. Aún en ese caso, sin embargo, resultaría en extremo costoso para todos e injusto para los millones de estudiante­s mexicanos no ocuparse con seriedad de que nuestras escuelas los convoquen y motiven porque son capaces de ofrecerles oportunida­des efectivas para aprender, desarrolla­rse y crecer. No hay soluciones únicas para ello, pero si no le prestamos atención suficiente a cómo lograrlo, no habrá avance posible.

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