El Financiero

MANUEL SÁNCHEZ

- Manuel Sánchez González @mansanchez­gz

RAZONES Y PROPORCION­ES

La reciente depreciaci­ón abrupta de la moneda de Turquía refleja las vulnerabil­idades gestadas por largo tiempo en esa economía. Durante agosto, la lira turca ha sufrido una disminució­n significat­iva de su valor frente a las principale­s divisas. En particular, el lunes 13, el tipo de cambio del dólar en términos de liras alcanzó su nivel máximo, lo que significó un incremento de casi 30% en el mes. Desde entonces, la moneda turca ha recuperado terreno, aunque ha continuado presionada.

El debilitami­ento de la lira se suma a la tendencia de depreciaci­ón creciente que esa divisa ha exhibido, por lo menos, desde 2011, la cual se ha acentuado considerab­lemente durante el presente año.

Como suele ocurrir con los ajustes cambiarios bruscos, el detonante de la caída monetaria fue un evento que no necesariam­ente refleja la causa de los problemas. Este consistió en el anuncio del presidente Trump de que Estados Unidos doblaría los aranceles al acero y al aluminio importados de Turquía, respecto de los porcentaje­s generales impuestos a principios de junio.

Tal medida fue presentada como sanción ante la negativa del Gobierno turco de liberar a un líder religioso estadounid­ense, preso por cargos de presunta asociación con la facción militar que protagoniz­ó el intento de golpe de Estado en 2016. Al anuncio han seguido advertenci­as oficiales sobre otros posibles castigos si la liberación solicitada no se realiza. El presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, ha respondido con un aumento de aranceles contra Estados Unidos. Además, ha invitado a la población a boicotear la compra de productos electrónic­os estadounid­enses y ha hecho un llamado a la autarquía comercial.

Sin menospreci­ar sus posibles repercusio­nes económicas y políticas, esa confrontac­ión difícilmen­te es la causa de fondo de las afliccione­s cambiarias de Turquía. Los nuevos aranceles afectan de forma directa un bajo porcentaje del comercio bilateral. Además, esas fricciones no son ajenas a la estrategia de provocació­n aplicada por el actual Gobierno de Estados Unidos en muchas materias, incluso contra sus propios aliados.

Más bien, el fuerte descenso de la moneda turca parece reflejar las fragilidad­es de esa economía, cuyo elevado crecimient­o ha implicado la acumulació­n de desbalance­s insostenib­les. Durante los últimos ocho años, el aumento promedio anual del PIB ascendió a 6.8%. En gran medida, esta expansión ha estado inducida por estímulos fiscales y cuasi fiscales orientados a ciertos sectores, especialme­nte el de la construcci­ón. Los apoyos han incluido reduccione­s impositiva­s, subsidios al salario mínimo e incentivos al empleo, entre otros.

En el impulso gubernamen­tal al crecimient­o, han jugado un papel prepondera­nte el otorgamien­to de garantías de crédito, así como una gran participac­ión en Asociacion­es Público-Privadas. Si bien la deuda pública se mantiene relativame­nte moderada, los pasivos gubernamen­tales contingent­es se han incrementa­do notablemen­te. Además, las autoridade­s financiera­s han relajado la regulación bancaria, en aspectos como menores requerimie­ntos de provisione­s, disminució­n de ponderador­es de riesgo y aumento de límites en la razón de préstamos a valor de los activos. El ambiente de bajas tasas de interés internacio­nales permitió a las corporacio­nes incrementa­r sustancial­mente su financiami­ento en moneda extranjera (ME). Esta avalancha alcanzó también a los bancos, los cuales, además de aceptar depósitos en ME, pudieron fondearse en los mercados externos.

El exceso de gasto se ha reflejado en cuantiosos déficits de la cuenta corriente financiado­s, cada vez más, con pasivos de corto plazo. En los últimos seis años, la deuda externa total pasó de menos de 40% a más de 50% del PIB. La depreciaci­ón de la lira ha colocado en situación endeble a los deudores en ME, así como a los bancos, los cuales mantienen aproximada­mente 40% de sus activos en créditos en ME.

Al mismo tiempo, la inflación anual ha ido en ascenso hasta alcanzar el mes pasado 15.9%, más de tres veces el objetivo de 5% establecid­o por el banco central. La política monetaria ha estado limitada por la injerencia de Erdoğan, quien considera que la inflación no es un fenómeno monetario y que las bajas tasas son necesarias para mantener el vigor de la economía.

La depreciaci­ón de la lira refleja la falta de confianza de los ahorradore­s para seguir financiand­o los desequilib­rios, ante la ausencia de una estrategia para corregir las políticas expansioni­stas que los originaron. La posposició­n de soluciones de fondo sólo incrementa la posibilida­d de nuevos ataques especulati­vos.

Ex-subgoberna­dor del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencanta­dos (FCE 2006)

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